A Sánchez le queda poco tiempo de
ser presidente de España. Es una pena porque ahora es cuando más consciente puede heder la mierda que muchos le arrojan. Los insultos que le lleguen después de
cuanto le ha caído encima, los tomaría con suma cautela y paciencia para
soportar mejor tan agresivas y malas intenciones.
Vendrán los píos pijos y poco
fiables opositores. Uno, el que miente mirando a los ojos sin inmutarse
convencido de lo que dice, aunque no se lo crea, y otro, su manso dóberman
ladrando como solo él sabe hacerlo. Sus pasos por Madrid están siendo un peregrinar
continúo cuando creyeron que rápidamente, en un plis plas, podrían gobernar;
cosa que, afortunadamente, no ha sucedido. No obstante, si esto ocurre, hasta
algunos de sus propios palmeros se arrepentirán y, si no, al tiempo.
Todo esto, ciertamente, es una
impresión particular, toda vez que el futuro nadie lo puede prever; si bien,
estoy convencido de que toda persona, aun siendo de naturaleza humana, no lo es
por su condición irracional al despotricar, injuriar, descalificar vilmente a
quien, personal y políticamente, quieren anular. Recuerdo a gobernantes tiranos
que, aun sabiéndose repudiados, persisten injustamente en mandar y convertir a
sus seguidores de su misma condición
Hasta que la especie humana no se
conciencie de lo rápido que el tiempo nos lleva para dejar paso a otra
inteligencia superior, no apreciaremos lo mucho que hacen algunos dirigentes
para que la mayoría de la gente y no una minoría podamos vivir. El mundo tiene
los días contados si el gobierno de un país está en manos de opresores,
déspotas o seres degradados, pues no colaboraran con los Organismos o entes
internacionales que regulen las prácticas democráticas a seguir para continuar
siendo humanos y no esclavos de quienes nos gobiernen o nos puedan gobernar.
Nuestro planeta, pues, ha de ser
humanizado y dejarse de egos personales que causan guerras, genocidios y
catástrofes creyéndose superiores. Así que (si es el caso) no votemos a
personas redentoras, egoístas o vanidosas ya que todos hemos de caminar en la
misma dirección, al mismo ritmo, convencidos de que somos iguales en una tierra
que nos pertenece junto con el resto de los animales que la habitan y la
atmosfera imprescindible para poder vivir.
Un mundo igual para todos
necesita de una misma unidad política, social y económica que sea justa y nada
individualista. Un mundo que no precisa de religiones ni de dioses, ni de
predicadores ni salvadores de patrias, ni de gente ególatra que quiere todo
para ellos y los suyos, cuando derechos y obligaciones han de ser los mismos
para todos. Un Orden Mundial Armamentístico Único, creado y gobernado
democráticamente una vez establecidas las bases sociales, políticas y
económicas con las que todos hemos de convivir:
sustentado la paz y haciendo desaparecer, a ser posible, la hambruna y
la enfermedad en todos los lugares, dentro de una Alianza firmada por todas las
naciones de forma irrevocable.
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