Soberanía. Patria. Religión. ¿Para qué se las quiere si generan
enfrentamiento con sólo pensar de ellas de distinta manera? Lo que importa es
vivir en paz, sentirse bien consigo mismo y con el resto de los conciudadanos. Éstas
pueden ser dirigidas por negros, bajos, rubios o flacos y llamarse como quieran:
¿Qué más da? El hombre lo que se desea
es no tener problemas de salud y, en su caso, ser atendido; poder acceder a la
educación para conseguir la capacidad necesaria; gozar de un trabajo con el que
poder vivir dignamente, empleando su esfuerzo, siendo útil y disponer de la oportunidad de buscar la felicidad en libertad,
con respeto y justicia. ¿A quién interesan
las transacciones con soberanía, patria o religión? ¿A políticos,
militares, religiosos? ¡Rapiñas ocultas del miedo! Retorcidos mercados que actúan
por lo general anónimamente, con afán de
lucro desmedido, sin acato ni consideración, convertidos en elementos
depredadores, putrefactos, coercitivos, donde la extorsión y el engaño son
moneda de cambio y todo les está permitido. ¿Para qué complicarse la vida con
ellos?
En su propio beneficio son nuestros sentimientos, emociones, conciencia
con los que juegan, tantos y tantos golfos, poniéndolas en entredicho. Una soberanía,
una sola patria, un solo Dios ¿para qué queremos más? Ni tampoco. Sin soberanía, sin patria, sin dios,
también se puede vivir. ¿Acaso alguien es dueño de tales expresiones? No.
Por supuesto que no. Menos aun, por tanto, lo serán de sus atributos (si es que
los tienen). ¿Qué nos asusta? ¿Acaso el hecho de que alguien se los arrogue nos
asusta? ¿El hecho de perdernos, de no saber quiénes somos, nos da pavor? Sí.
Como humanos no podemos evitar el ancestral miedo que algunos términos nos
provocan. Es cierto. Pero no es menos cierta la conveniencia de irlos
erradicando. Eludir de nuestra
personalidad expresiones de soberanía, patria, religión que nos fueron
inculcadas siendo niños, sin nuestro consentimiento, (posiblemente, sin
saber por qué lo hacían, impregnando más tibieza a la ignorancia, más odio al
diferente, más publicidad a negocios extraños) facilitará más claridad a una
identidad que irá tornándose, dejando de estar involucrada con algo que no le
es propio; a lo sumo de todos.
Tratemos de ser Honorables
en los comportamientos, haciendo que nuestras actuaciones sean Transparentes,
buscando la Rentabilidad en nuestros desempeños, sin admitir que nada ni
nadie, por cualquier justificación, los incumpla. Rechacemos al sinvergüenza,
no tratando con él. Al que oculta demasiadas cuestiones, porque terminará engañándonos.
Desconfiad del que no trata de obtener beneficio en sus trámites, porque seguro
que algo sucio maquina. No aceptemos regalos, ni prebendas, ni favores de desconocidos
u opositores ¡Buscad a otro! Tratar con
iguales. Con gente que honradamente se busque la vida. Que sea claro. Que
procure ganar. De ninguna manera con oscurantistas, arrogantes de mentiras,
miserables de soberanías, de patrias o de religiones ¡A la mierda con tanto mangante!
Español, sí. Estoy orgulloso de
sentirme español. Apenas si puedo, ni deseo desprenderme de mi identidad. Pero
bueno, mi mente no deja de reconocer que otras personas tienen otra identidad
distinta y, también, están orgullosos de ella. ¿Y qué? ¿Por qué no compartirla?
¿Acaso tengo algo contra los franceses, ingleses, alemanes..? De
ninguna manera. Solo quiero apártame de los cínicos y no tolerar sus manejos. Un grupo de personas puede dirigir un país.
Pagarles y sustituirles en los cargos si su cometido no lo hacen bien,
exigiendo responsabilidad para lo que se comprometieron. Preséntese
voluntarios. Examínense. Los cargos pueden surgir del azar. Echémoslo a suertes.
Respaldemos estrategias, programas,
decisiones. No hace falta ni soberanía, ni patria ni religión y, por
supuesto, nos saldrá infinitamente más
barato.
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