Siempre existe la esperanza: hay alternativas para combatir el
desempleo. Nuestra sociedad no se puede permitir el lujo de dilapidar tantas
fuerzas sin producir, tanta gente al borde de la muerte, mientras los tiempos
de escasez, de falsas creencias, de tiranía han pasado. No podemos fiarnos de
la voz oficial de un Estado dirigido por un Gobierno partidista.
Podíamos comenzar por aludir a
los cientos y miles de injusticias que se alimentan y alían con los poderes:
mercados, políticas y dogmas principalmente.
Podíamos seguir insistiendo en que el dinero físico ha de abolirse y que
los salarios y rentas han de limitarse distinguiendo los rendimientos
personales de los societarios, una vez separados los bienes productivos de los
que no lo son. Podíamos regular las herencias e institucionalizan el Esfuerzo,
el Castigo y la Responsabilidad y todo ello con Honorabilidad, Transparencia y
Rentabilidad, pero hablaremos de cosas
igual de simples y con los pies en la tierra.
¿Por qué no incentivar (obligando)
a que las personas den trabajo y trabajen?
¿Por qué no se crea el dinero social? (De esto nos ocuparemos en la
próxima entrada).
Responderé a mi primera pregunta
con un es posible. Sería una
alternativa válida para casos extremos de mucho desempleo, como en España, si
bien puede hacerse extensiva con carácter general y en todo momento. Consiste en exigir a los patronos que coloquen a los parados (emplearemos
la palabra patrón para citar a empresas,
administraciones, asociaciones y otros agentes demandantes de trabajo) a cambio
de beneficiarse con menores pagos de impuestos, exenciones de tasas u otras
cargas, privilegios publicitarios de sus productos o servicios y un largo etcétera
que cada uno se puede imaginar, entre los que son posibles inferiores salarios
a los colocados, pagos en especie y, sobre todo, inculcar con grandes dosis de confianza a una España necesitada de un
Sistema que proporcione seguridad a cambio de un esfuerzo. (Si desde el
nacimiento toda persona -aun careciendo de medios- ha de tener cobertura
económica por parte de la Administración para subsistir, nadie debería temer
quedarse desempleado sabiendo que mediante un esfuerzo pasaría, de acuerdo con
el P.C.O., a ser Funcionario honorario de inmediato: Todos tendríamos un porqué
estudiar, luchar o afanarse)
La asunción de tales costes
corresponderá a la administración y a los asalariados del patrón obligado. Unos cálculos matemáticos nos
pueden dar porcentajes de personas a colocar por cada patrón, (relación entre
el número de parados y patrones, entre gastos del total de la plantilla y
beneficios repartidos, entre la temporalidad y otras circunstancias, etcétera)
que podrían establecerse con carácter legal y normativo y como tales irlos
adaptando al momento actual. Que no se
nos escape sin embargo, que los patronos no van a renunciar a su razón de ser
lógicamente; es decir, a sus beneficios. Seremos en definitiva todos los
contribuyentes los que de una manera u
otra, nos haremos cargo de los costos. Por ello y entre otras cosas,
nosotros como pueblo soberano (según los políticos sólo en época de elecciones,
aunque es llano y siempre pagano) hemos de implantar con nuestras razones un
nuevo Sistema, hasta el punto de mostrar conformidad a lo que será una
realidad: el Despido libre. Un derecho que deberá ser legal y reconocido en
favor de los patronos como la huelga lo es para el trabajador; siendo ambos derechos regulados
(de eso hablamos en la entrada anterior). Por otra parte, la Administración ha
de poner los medios y recursos que
dispone (campos, edificios, maquinaria, etc.) al servicio del empleo efectuando
pagos en especie, facilitando la movilidad geográfica, compensando carencias, flexibilizando
y explotando utilidades improductivas, etcétera.
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