Haremos otro alto en nuestro
Movimiento de la Persistencia hacía la Concordia (MPC) (nos ocuparemos de la
Herencia el próximo día) para realizar
hoy un ejercicio de imaginación:
En un principio Dios creó ciento y pico elementos físicos para que, a
través del tiempo, formaran TODO. En ese Todo se hayan el Universo, el planeta
Tierra y su Naturaleza en la que surgieron los seres vivos y, entre ellos,
nosotros: LOS HOMBRES. Dios es por tanto el dueño y propietario de Todo: los
hombres parte de su consecuencia.
Arrogarnos su representatividad
consagrando como propio LA PROPIEDAD de algo, es considerar que la misma o
nosotros mismos, como Dios, somos inalterables. Eso no es así. Nada conocido permanece inmutable y, por
tanto, nada es propiedad de nadie, por lo que el sentido de la propiedad no es
más que un atributo temporal, modificable y arbitrariamente conseguible.
Después de Dios (ente o no,
imposible de demostrar) LA NATURALEZA toma cuerpo para que desde su génesis el
hombre se considere (equivocadamente) su sucesor, cuando en realidad somos una
transformación avanzada de su desarrollo. El
hombre se organiza necesitado de ordenarse y erige formas muy variadas.
Ninguna, sin embargo, es ni será definitiva, porque la Naturaleza se encargará
de ello. Mientras tanto, personajes, civilizaciones, leyes, conductas se van
erigiendo modélicas y determinando nuestra efímera existencia; buscando la
idónea comunidad que evite nuestra propia destrucción. Una tarea eterna de la
cual el hombre nunca podrá desencadenarse. Narrar estas historias sería absurdo
y a nada nos conduciría, aunque nos hicieran comprender la imposibilidad humana
de acercarse a la perfección. Perfección sólo atribuible a Dios, a un Dios que,
únicamente, existe para sus creyentes.
El Proyecto de Ciudades
Ocupacionales (P.C.O.) se ocupa de narrar formulas terrenas para encontrar el
término medio de las diferentes tendencias humanas, invitando a las mismas a ceder
parte de sus absurdas intransigencias que sólo restan vida atrayendo la muerte
y acerquen sus posiciones contradictorias eludiendo la miseria y la pobreza, estimulando la sabiduría y el desarrollo
personal que logren desdeñar el patrón Dinero como si fuera un dios
imprescindible que se necesita, cuando sólo es en realidad, la codicia que nos
domina.
Ya va siendo hora de buscar la
persona o el grupo de personas que motiven, erigiéndose en líderes, un proyecto
político sin el cual no es posible establecer ningún tipo de programa. Un programa como el PCO, por ejemplo, que
se inicie desde el compromiso firme y responsable, midiendo a todas las
personas con el mismo rasero. Partirá derogando
los favoritismos, las prebendas, los privilegios e imponiendo multas o castigos
ante el incumplimiento de responsabilidades, para que sean los esfuerzos y los
méritos los desencadenantes de las oportunidades y los beneficios. Es
una ardua tarea a realizar en un país corrompido y corrupto. Pero eso será una
tarea que colmará de bienestar a la gente, ávida de esperanza y justicia.
Una tarea que no desenterrará el hacha de guerra de los parias para linchar a
los ricos; sino que haga entender que con los mismos principios se pueden
obtener iguales objetivos. La idea es construir la igualdad de oportunidades
partiendo desde similares inicios (sin deberes de nacimiento, necesidades o
herencias), el disfrute libre y respetuoso con arreglo al trabajo realizado
(sin trampas, ni clases sociales intocables o perversas), la regulación de un
capitalismo desenfrenado en aras a un beneficio
a costa del todo, sin importarle la evolución instituida por Dios (la dignidad
del Hombre, la Naturaleza, La Tierra o el Universo).
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