¿Por qué se ha de innovar el
capitalismo? ¿Por qué debemos implantar el Proyecto de Ciudades Ocupacionales
(PCO)?
La sociedad está ideológicamente
dividida; las personas nos decantamos, principalmente, en dos direcciones políticas
(la izquierda y la derecha, los republicanos y los demócratas, los
conservadores y los progresistas, los azules y los rojos, unos y otros con
nombres diversos) tratando de imponer
una de ellas, de acuerdo con los propios criterios de cada cual. Eso perjudica,
desgasta, anula sinergias y conduce a enfrentamientos que a nadie conviene en
aras al bienestar general de la propia sociedad.
El capitalismo actualmente se
hace intransitable para el ciudadano en general. El camino es cada vez más
árido, inhóspito y cruel para una población engatusada con las mieles de
triunfos efímeros, que pocas veces se alcanzan y que, en realidad, han sido o son
base de crímenes, robos, engaños, delitos de naturaleza diabólica o
intimidatoria. Sólo las grandes
empresas, los monstruos depravados o los poderes más repugnantes, deciden por
dónde ir y adónde llegar y, para conseguir sus fines, no frenan su codicia
insaciable, ni les importa que los hombres sean esclavos, que la contaminación
deteriore el medio ambiente o que la vida humana sea una mierda. Todo ello, en
la mayoría de los casos, se justifica por un afán empresarial, de negocio u
oportunidad que, equivocadamente, los interesados lo denominan esfuerzo. El
tornillo del capitalismo se ha desgastado y no se puede desenroscar.
Esfuerzo, entre otras cosas, es
el que cada uno de nosotros hemos de realizar para entendernos y convivir en un
bienestar general que, en definitiva, ha de ser una conveniencia digna para
todos y cada uno de nosotros. Para ello, se precisa que el hombre tenga
cubiertas sus necesidades básicas (cobijo, alimentos para el cuerpo y el alma,
igualdad de oportunidades) e ir desarrollando su avance con medidas claras,
comprensibles y adecuadas a las dos tendencias expuestas al comienzo, sin que
ninguna quede sometida, según pone de manifiesto el PCO, diferenciado
absolutamente la persona física de la jurídica.
Es preciso ser consecuente con el
nacer y el morir de los hombres. Nadie puede preverlo; forma parte de un
aleatorio azar más que de una razón determinada; sin embargo, la vida podemos,
cuanto menos, ordenarla si nos lo proponemos para que nadie carezca de lo
imprescindible. ¿A alguien le gustaría no tener más perspectiva que elegir
entre el hambre y una inhumana explotación? ¿Alguien lo quiere para alguno de
sus parientes, amigos, hijos o, incluso, para él mismo? De ninguna manera. Tal
cosa no se desea por nada. Por tanto, hemos de fundamentar la existencia para
todos y no para unos pocos. El azar no sabe de razones.
Las medidas formuladas en el PCO
van encaminadas a que el hombre (hombre o mujer) pueda desarrollar lo que hace
mejor, sus genuinas capacidades, que a la postre le proporcionarán la
satisfacción de sentirse bien consigo mismo, posibilitando su felicidad y la de
los suyos. Conllevan amplias reformas de carácter social (económico y político)
que, flexiblemente, sin trasgredir la integridad personal, podrán irse
modificando de conformidad con los tiempos y circunstancias; manteniendo la libertad y la justicia, diferenciando
lo público y lo privado, ordenando y regulando toda acción, como parte de un
todo, con Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad hasta conseguir abolir
los delitos (corrupciones, abusos, engaños), estimulando la superación, el
esfuerzo y la capacidad humana en su propio beneficio y bienestar.
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