Hay personas que piden esfuerzos
cuando ya los han realizado, sacrificios cuando ya los han hecho y metas cuando
ya las han alcanzado; son la excepción que confirma la regla. Son los primeros
en ajustar sus intereses al beneficio de las normas establecidas, sin renunciar
a cambiarlas, si es preciso, por las vías políticas de la razón en aras al bien
común de las mayorías. Son amantes de su libertad y de la libertad de los demás,
creyendo en la potencialidad del hombre.
También quiero dejar constancia
que sin partidos (aglutinadores de tendencias parecidas) no hay democracia. Que
ésta responde a los intereses de aquéllos para propiciar soluciones. Soluciones
muy diversas que deberían pasan por el acuerdo entre los mismos, evitando que
alrededor de sus líderes se aúnen los afiliados. Los partidos han de compartir
los principios de Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad invocados en el
Proyecto de Ciudades Ocupacionales de que nos ocupamos y propugnamos en este
blog. Sus organigramas internos no pueden ser similares a los de otras
sociedades que estén exentas de capacidad de respuesta por parte de sus bases;
su electorado ha de soñar con la modificación, en tal caso, de invalidar la
impostura de quienes se afilian con el sólo ánimo de ostentar un cargo de
renombre. La teoría cuadrangular es una
medida ejemplar, de fácil aplicación ante prácticas equívocas de sus miembros.
Abogar por la renuncia de un cargo, a veces, resulta un sacrificio; compartirlo,
limitando su tiempo, no es doloroso por saberse de antemano. La plasticidad de
las formas, la ductilidad de los principios, la regeneración de los hombres,
son comprensivos acuerdos que han de contraponerse a las costumbres, las
tradiciones o hábitos que no necesariamente son mejores.
A veces, los intelectuales
(pienso en gran número de mis profesores de Universidad), no conectan con la mayoría de la gente
trabajadora, al interesarse en su discurso más por la pureza de su idea o por
su estudio subliminal (que no da pan y a ellos nos les falta) que con la propia
idea motivadora. Los trabajadores se retienen, permanecen en segundo plano, los
consideran teorizantes, prepotentes y no acuden a sus conferencias. Tampoco
participan en sus coloquios, creyéndose disminuidos o inferiores. Ser
intelectual no es motivo suficiente para sentirse orgulloso; a no ser que sus
métodos propicien puntos de encuentro o potencien formulas para concluir en
prácticos acuerdos.
Una regla, sin embargo,
encomiendo: Eludir las críticas contra los oponentes; ni siquiera en periodo de
campaña electoral. Baste con legitimar las propuestas que se difunden,
realizando la pedagogía adecuada permanentemente. Sean contrastarlas al final
del mandato y, en su caso, arbitrar las medidas correctoras necesarias o asumir
las responsabilidades contraídas. Un empresario, un consejero delegado, un
director de empresa, siempre paga el precio de sus errores. Un político también
ha de pagarlos.
Revisar la historia para
responsabilizar al hombre. Al hombre privado. Al hombre público. Al hombre que,
en definitiva, es el origen y la causa de los desvelos con que ocupamos el
tiempo. Por citar los años más próximos, en España, en 1975 fue la crisis de
las izquierdas; en 1980 la crisis del comunismo; en el 2010 las crisis del
socialismo; ¿qué crisis nos aguardará en el 2015?
Ya he sabido que mi abuela
materna enterró las ideas políticas de su juventud en la fábrica dónde trabajó,
descubriendo que su lucha laboral era dirigida, con manos ocultas, por trepas
sin responsabilidad alguna. Individuos que debían obediencia a una organización
piramidal y comunista regentada desde Moscú.
Va siendo conveniente equiparar
a las organizaciones (partidos, sindicatos, empresas u otras asociaciones) de Honorabilidad, Transparencia y Rentabilidad
(HTR) para que su liderazgo emerja, desde abajo, con un plan, un proyecto, un
ideario, un objetivo, una forma concreta y especifica de cómo realizarlo y
abolir las practicas de agruparse entorno a un líder carismático, independiente
o representativo de un poder que encumbre a sus seguidores. Un sistema
colegiado, distinto al yo dirijo, yo
mando, tú obedeces, que engaña a las bases moviéndolas como marionetas que,
con seguridad, desprecia soberanamente.
Comprendo, no obstante, que cada
hombre es una inspiración. Que nunca se termina de aprender. Algunas personas
son referentes y la realidad es compleja en un solo tiempo para vivir. Quizá la
historia sea un producto que no resuelve nada. El presente, a la hora de
actuar, se encuentra sin memoria, se queda en blanco, amnésico, velado.
Por último, mis reflexiones
encubren la siguiente pregunta: ¿En estos
momentos se están dando las circunstancias adecuadas para un cambio de Sistema?
Oí al señor Díaz Barrado de la Universidad
de Extremadura decir en un Congreso celebrado en Noviembre de 2011 en Almería,
que “la libertad es contraria e inversa a
la igualdad”. Me escandalicé pensándolo. Comprendí más tarde que tenía
razón. Su estudio era acertado. “A medida
que ganamos en libertades la desigualdad
aumenta”, dijo.
Leí al corresponsal de El País
Antonio Caño, el siete de Diciembre de 2011 que “el presidente Obama llama a
combatir la injusticia social en EEUU, pidiendo un acto contra la desigualdad”.
Mencionaba “que el ejecutivo promedio de aquel país, hace una década, ganaba 30
veces más que sus trabajadores, hoy recibe 110 veces más”, haciendo alusión al
discurso del citado Barack Obama, quien textualmente dice: “Esa clase de desigualdad nos perjudica porque la clase media ya no es
capaz de comprar los bienes que producimos. Esa desigualdad distorsiona nuestra
democracia porque le da una representación desproporcionada a unos pocos. Más
importante, esa clase de desigualdad viola la promesa que radica en el corazón
de América: que este es el país en el que, si lo intentas, puedes triunfar”.
Siempre hallaremos noticias optimistas. De lo contrario, habrá que fabricarlas para llevarlas a cabo.
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