Hay quienes compran obras de arte,
antigüedades, publican libros, simulan transacciones… que, posteriormente, declaran
vender con márgenes muy elevados obteniendo unas ganancias desmesuradas con las
que justificar el dinero que mantenían oculto producto de robos, comisiones, operaciones ilícitas o sobrevenido
sin poderlo acreditar. Delitos
que de ser descubiertos se salvan con argumentaciones de todo tipo aduciendo el
no pago de impuestos como mal menor. Otros cambian de un país a otro maletas
repletas de billetes (cuando no lo hace la entidad financiera) sin que en el
paso fronterizo sean detectados, siendo Suiza el país destino por antonomasia. Existen
otras mafias dedicadas a horrorosas faenas con seres vivos como la prostitución,
pedofilia, venta de órganos, emigración, tiranía, chantajes y otras extorsiones
vendiendo armas, drogas, estupefacientes, asuntos financieros y otros terrorismos…
que gozan a través del dinero efectivo de inmunidad al realizarse sin ningún
tipo de control con cientos de fórmulas para proceder a su blanqueo tal como
citábamos anteriormente: ventas ficticias, adquisiciones de boletos premiados, creación
de negocios tapaderas, proyectos fracasados, comisionando a testaferros, cuentas
en paraísos fiscales y otras
sofisticadas formas que van surgiendo antes que la ley pueda impedirlas. Son, sin embargo, la creación de sociedades pantalla, interpuestas, sin actividad, offshore,
patrimoniales… las que más se emplean para que no se puedan desenrollar los
ovillos con los que se tejen toda clase de violaciones a fin de conseguir
dinero que origina riqueza, bienestar material, poder, influencia o dominio. Hay
quienes compran voluntades, emplean
trabajadores a destajado o sumen en la
esclavitud las desgracias ajenas. No hay nada peor que estar sometido a
algún tipo de dependencia.
Examinémoslo y veamos de que dependemos para vegetar: respirar es lo
primero. Lo segundo, alimentarse. Después muchas cosas más para vivir
dignamente. Vayamos podando lo que podamos prescindir, en especial aquello que crea
sumisión y nos ata. Comprobaremos que el
dinero es lo más estimulante, despierta codicia y, por conseguirlo, se miente,
se mata y sus efectos son dañinos cuando no criminales. El Estado ha de actuar erradicando los
males que afectan a sus ciudadanos. Y es innegable que el dinero, no como
instrumento de cambio, lo es. De él se depende como si fuera el aire que
respiramos; sin embargo, no es imprescindible y hay que abolirlo retirándolo de
la circulación físicamente para que su movimiento, como la escritura que sirve
para comunicarnos, vaya dejando trazas por donde transita y poder detectarlo;
al igual que sucedió, recientemente, con las tarjetas black de Bankia e impedir que, entidades financieras
o no, campen a su antojo lavando fortunas y ocultando delitos.
Oí casualmente en un bar a malas lenguas cotillear como novelas se
destruyeron para ser las obras más
vendidas del mercado y gozar de una fama impropia, similar a la quema de
excedentes de producción a fin de no bajar precios y blanquear así dineros
obtenidos con malas artes, liquidando, además, un iva reducido.
¿Qué problemas tendrían los
ciudadanos honrados con que el Gobierno suprimiera el dinero físico? Ninguno. Podría, momentáneamente, no erradicar la
moneda o calderilla para pequeños pagos; los demás se efectúan ya, por lo
general, a través de los medios de que disponemos: transferencias,
domiciliaciones, tarjetas, cheques… dejando huella y siendo fiscalizados.
Obligar a la banca a que se tenga una cuenta sin gastos de mantenimiento para
tales menesteres no es problema alguno; al contrario, las entidades estarían
encantadas con mayor número de usuarios a los que poder vender sus productos,
disponiendo de la totalidad de los recursos del Sistema.
En este mismo blog ya he dado a conocer las bondades de aplicar tal medida,
pero no tendré inconveniente en repetirlas para que nadie, por el motivo que
sea, se sienta afectado. De acometerse, perjudicados
serán todos aquellos que quieren permanecer campando anónimamente con el dinero
en efectivo y hacer de él su arma explosiva.
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