Por naturaleza los hombres, también, somos hipócritas, sometidos a las
fuerzas del dolor y del placer. Por tanto, ni nosotros mismos nos hemos de
fiar de nuestros buenos propósitos. De ahí, que los demás nos exijan
documentación para acreditarnos, garantías para responder ante posibles
incumplimientos o nos hagan poner los medios precisos para evitar que la
confianza nos lleve de cabeza al infierno,
en el que, se dice, de buenas intenciones está lleno.
Personalmente ni estoy ni pienso estar afiliado a partido
político alguno. Entre otras razones, porque no deseo estar sometido, como
sus adeptos, a la disciplina de la mayoría que, por lo general, aparece precedida
de la conformidad de su líder y, sobre todo, porque de alcanzar un cargo de
representación pública habría de olvidar mi vida privada y legarla a la
transparencia en su totalidad, con sólo un prudente resquicio de intimidad a
resguardo. Comprendo que es una actitud cómoda, pero el instinto me dice que
soy más válido eludiendo responsabilidades para las que no estoy preparado o
siendo revolucionario de las ideas confrontándolas, que resignarme y aceptar las cosas sin que me ofrezcan argumentos.
Sí. En política se necesita
de un animador que comunique y llegue a la gente. Que aporte y lleve a cabo
soluciones prácticas que puedan experimentarse. Un hombre en el que se pueda
confiar porque ofrezca confianza. Una persona, en definitiva, seguro de sí que
pueda estar por encima, naturalmente, de las ideas que sin él no serían posibles. Lo que está claro es
que los que hasta ahora han tenido oportunidad
de hacerlo no lo han hecho, han
traicionado todas las expectativas de quienes les votamos y nos han convertido
en lacayos de intereses espurios.
Hemos llegado a un punto decisivo en España del no retorno. Hemos de apostar por la democracia. No caben retrocesos a las libertades. Ni amilanarse ante el miedo que nos infunden. Necesitamos de un cambio drástico y tomar el camino valiente para
salvarnos. No podemos seguir
haciendo lo mismo, permitiendo que el absolutismo del poder se perpetúe en
las clases dominantes de la riqueza al albur de sus juegos y caprichos, de sus
desmanes y apuestas, de las crisis que provocan y de las guerras que originan. Hay que anunciar medidas concretas y
realizarlas tan pronto se consiga liderar el nuevo Proyecto que se invoca.
Hemos de exigir al Rey que ratifique su cargo con el voto del pueblo. Que la
Ley se cumpla. Y, a partir de ello, se implementen las medidas para evitar las
desigualdades, los delitos y la impunidad en aras a la Honorabilidad, la
Transparencia y la Rentabilidad evitando prebendas y privilegios.
Quitemos el dinero físico de la
circulación. Erradiquemos el desempleo. Apartemos bienes, derechos y
obligaciones de las persona físicas de las jurídicas. Regulemos rentas y
herencias. Establezcamos límites de cargos y su duración. Separemos la Justicia
de la política, lo público de lo privado, siendo lo íntimo inquebrantable. Respetemos
la vida de los seres vivos y el medio ambiente. Eduquémonos en la rutina del
bien común, del dialogo y del conocimiento. Reconozcamos las debilidades propias
y ajenas y tratémonos con humanidad, sin
hacer lo que no quisiéramos que nos hagan; sin matar,
sin robar, sin mentir, sin usar la sexualidad indebidamente. Decidamos en el 2015 de acorde a la íntima
razón.
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