La memoria es como un crematorio o
cementerio donde se queman o entierran los recuerdos, un camino angosto que se
estrecha hasta desaparecer con el paso del tiempo. Pero existe una memoria
universal que no desaparece y así, desde hace casi dos mil años, presente entre infinitos recuerdos, se conservan
los escritos de la vida de Cristo y también los de algunos de sus seguidores que
se arrogaron su representación para mercadear y montar un fabuloso negocio que,
por cierto, aún perdura. E, igualmente, no hace tanto, las ideas de “liberté,
égalité, fraternité” de la Revolución francesa o la marxista/comunista
a favor del proletariado que, simplificando, algunos o Stalin con sus crímenes, condenaron
al ostracismo. Unas positivas otras
negativas. Todas creadas por los hombres y, por tanto, susceptibles de ser
modificadas; sin embargo, la vida y la libertad son heurísticas e
irrenunciables. Sin la primera nada es posible. Sin la libertad, sin la propia
voluntad de decidir, todo es diferente.
Es negativo que
todo nos llueva del cielo y/o conseguir las cosas que deseamos sin esfuerzo. Nada hay que colme de más satisfacción que lograr
una meta con mucho sacrificio. Lo que vengo a decir, es que todo no nos ha
de ser dado, que el Estado no tiene por qué ser un padre generoso, pero tampoco un padre tirano mirando
a otra parte o que se desentienda;
prefiero un educador al que obedecer, que permita tome mi propio camino aunque me
equivoque; no obstante, ¿por qué no
permitir que se regulen ambas formas con justicia? Justicia no es sinónimo
de igualdad. Quede claro.
En su
recorrido, la memoria, que es muy selectiva, quemó muchos mandamientos y sólo quedaron
tres, me dijo un buen amigo: No robarás. Trabajarás y Guardarás.
Y añadió: Con su cumplimiento todo marchará mejor. Alguien, sin embargo, me apartó para susurrarme al oído: Deberemos
matar a políticos o prescindir de algunos
de ellos, porque a los políticos cumplir lo primero les resulta imposible y el
fuego, inevitablemente, les quema.
Tan radical
afirmación me pareció un tópico y éstos acudieron a mi caletre: Desde
que el mundo es mundo los pobres, la prostitución, los ladrones han existido. Nada más lejos de mis ideas ¡Qué error!
Mantener una lucha constante contra la domesticación recibida, asentada en
principios tradicionales, muchos de ellos sin fundamento, es lo que hago. Y
memoricé las frases del Dr. Miguel Ruíz, obtenidas de la sabiduría tolteca, que
transcribo: Hay que ser
impecable en nuestras palabras. No tomarse nada personalmente. No hacer suposiciones. Haced siempre lo máximo que se pueda.
Y pensé: Ojo con las palabras que son la
fuerza que nos libera o nos esclaviza. Nuestros miedos nos mandan. Por tanto,
sólo uno mismo sabiendo como es, puede afrontar lo que se proponga; sobran las
conjeturas. Es la acción la que hace que el hombre deseando la felicidad, se
sienta feliz.
El poder de la voluntad es mucho más potente que el de la memoria, pero sin ésta aquél, la mayoría
de las veces, se vuelve tibio, se relaja y se deja llevar por el mensaje del
momento. Es un hecho contrastado que viene sucediendo y provoca guerras,
revoluciones, golpes de estado que, de haberse mantenido en la memoria fresca,
se hubieran evitado.
Nos acordamos de Santa Bárbara
cuando truena,
y votaremos como siempre, sin hacer memoria ni recuento, olvidando, al
instante, que se vive cada día. No es cuestión de cambiar a personas (que eso es vegetativo) y sí de
ideas, esfuerzos y trabajos implantando
los medios para que todo el mundo tenga ocupación y, por tanto, salud y comida, educación y cobijo, dignidad y justicia; los
medios para evitar que se robe, se rían de nosotros, nos tomen por tontos o
se consideren superiores. Y con nuestra
libre voluntad, más adelante, decidir innovar el sistema social, ya que hay
muchas formas diferentes de hacer las cosas y más aún en política o en
economía. Está en nuestras manos si no olvidamos que la cabra cambia de pelo pero no
cambia de leche y sólo se trata de conservar la memoria y emplear otros
medios.
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