Armagedón. Religiones monoteístas
tales como las bahaístas judías, cristianas,
islamistas interpretan Armagedón a su manera. Teóricamente como hoy el mundo
glosa al Coronavirus.
Ciñéndonos a España, de seguir
así, no acabaremos nunca con la cantidad de noticias, opiniones, relatos,
mentiras…, y las que nos quedan, con las que particulares, asociaciones, medios
digitales…, tanto públicos como privados, nos deparan.
La máxima contaminación del virus
se achaca a la manifestación del ocho de marzo. Una manifestación multitudinaria
celebrada en Madrid. Al mitin convocado y
celebrado, ese mismo día, en la plaza de toros de Vista Alegre de Madrid.
Al partido de fútbol del Valencia, el diecinueve de febrero en Milán contra el
Atalanta de Bérgamo, con infinidad de aficionados que importaron la pandemia. Y,
con seguridad, hubo más actos con aglomeración de gente propagando la pandemia igual que se reenvía un mensaje
por WhatsApps, sin saber el porqué se hace, ya que, buena parte de españoles, únicamente
necesitan encontrar un culpable.
¿Qué hubiéramos hecho uno de nosotros
de ser los responsables de controlar la pandemia?
Consultaríamos a expertos, técnicos
y profesionales en la materia. ¿Y qué? Unos, dirían unas cosas. Otros, otras
parecidas o las contrarias, y nos inclinaríamos por aquellas que pensáramos que
fueran a resultar mejor sin difundir el virus y redujeran al máximo el número
de víctimas. Y tomaríamos decisiones sin tirar piedras a nuestros tejados, sin
poder evitar que a otros les parecieran mal. Pero tomar medidas, cooperar,
aportar soluciones no es fácil, siempre resulta más cómodo y menos comprometido
buscar al culpable a quien cargar el yerro.
El Gobierno asumió la
responsabilidad y se erigió en mando único, informando diariamente como ningún
otro lo había hecho en otras circunstancias menos graves o dañinas. Así que la
culpa del Gobierno creció en todas la direcciones como crecen los enanos, e
infinidad de bulos se engendraron por robots, partidos políticos, medios digitales y otros,
que cantidad de gente asumió creando los suyos. Un enjambre de voces atascaron
las redes hasta convertir los whatsApps, principalmente, en el eco de las
calumnias de los Antitodo: un resultado genial para sus propósitos cuando solo pretendían
levantar sospechas.
Nada se dijo de la carencia de
las reservas de medicamentos, instrumentos, materiales y otros medios para hacer frente a la pandemia: eso era cosa
del Gobierno. Nada que ver con los Gobiernos autonómicos dispuestos a caminar
en la misma dirección, pero que, lógicamente, no previeron lo que iba a
suceder. Algo desconocido llegó y a todos nos cogió por sorpresa sin tener
provistos los recursos para combatirlo. Pero no: ya había un culpable. Un
culpable elegido por alucinantes e impasibles bulos disfrazados de verdad que
apresó a gran cantidad de corazones igual que el coronavirus los contamina.
Algo irrazonable, sin duda, pero nada extraño, ya que el Gobierno, el hoy
culpable, hacía lo mismo o algo similar cuando estaba en la oposición. Y es que
en España necesitamos de un chivo expiatorio a quien culpar.
Partidos que nos llevan a la
radicalidad, al parecer, no son bien aceptados. Partidos que gobiernan o han
gobernado no terminan de aprender. Pero momentos como los presentes, son
propicios para algunos. Mejor sería mezclar las ideas de todos ellos. Que las
compartan y obtengan consensos. Que aunque a ninguno contente, sea la acertada. O, tal vez, una idea de uno y
de otro porque en todo no se puede ser equidistante. ¡Ah! ¿Pero cuál? ¿Y desde qué
posición? Me temo que seguiremos igual. Son realistas mientras gobiernan y se
encomiendan a la utopía en la oposición. Lo lamentable de esto, es que la voz
popular no miente cuando dice que solo se ponen de acuerdo para arrogarse más ingresos
y privilegios. Nada de rebajar el número de nombramientos, cargos políticos,
asesores y otros sueldos innecesarios. Nada de anular Instituciones, Fundaciones partidistas y Entes duplicados
y/o inservibles acaparadores de prebendas y beneficios. Nada les preocupa el
déficit o la deuda, ni los escasos o nulos ingresos de la gente que les vota.
Un Cónclave Papal habría de confinarlos como ahora nos confina el virus, hasta que
se pusieran de acuerdo, haya fumata
blanca, en estos y otros temas.
Por mucho que por sí solo el
mercado se regule, alguien se saltó
el mercado y lo encareció. Eso y los
muertos -eximidos de pagar su enfermedad- nada importa a los mercados y a sus
defensores; ni tampoco a los Antitodo y
a sus creyentes. Ya se ha designado el culpable. A ambos, exclusivamente, les
conviene su interés: el negocio que les dé dividendos a repartir y el descontento
o el caos con los que alcanzar el poder, respectivamente.
¿Falla el mercado? ¿Fallan los Antitodo? De
ninguna manera. Están en su papel. De nada servirá regular, implementar, dotar
de una pizca de corazón a quienes no tienen alma.
La falta de existencias, la nula
solidaridad, la codicia relucieron peligrosamente como un sol en el estío entre
la gente. El Gobierno, asustado de informar la cruda realidad sobrevenida, descendía
en credibilidad estando en juego la vida de todos. Pero el mercado y los
Antitodo no sufrían viendo las excelentes perspectivas de su egoísmo mientras
la supervivencia y la salvación de los españoles sangraban de dolor.
Ambas cosas parecieron ir unidas
como si fueran lo mismo. Sin embargo, no es así.
Eres tú quién debe elegir sin que
lo decidan por ti. Conduce tus pensamientos por el camino recto como siempre lo
hiciste. No permitas que el miedo se alíe contigo, eso es lo que desean quienes
multiplican beneficios e infundios. Sigue la aventura de tu vida con los
sinsabores y regocijos que surjan, consciente, ya que todo depende de ti.
Y no creas a quienes, inequívocamente, repiten que todo es banal o sin importancia
porque solo a ti corresponde descubrirlo.
El Gobierno erró, equivocó su
gestión seguro, pero ¿uno de nosotros lo hubiera hecho mejor?
Argamedón, hoy ya no asusta,
aunque a muchos el Coronavirus se lo recuerde.
Y, quién sabe. Como diría I. Asimov: “Aún no hay datos suficientes para
dar una respuesta significativa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario