viernes, 18 de octubre de 2019

LOS C.D.R.


Es intención del presente escrito destapar la imagen de unos energúmenos que predican la paz y la convivencia con sus acciones y darlos a conocer  por sus iniciales:

C de CERRILES.

D de DEMENTES.

R de RESES.

También lo podían ser de Cabrones. Dementes. Reseteados.

Y que cada cual, a la vista de sus actuaciones patriarcales, los alimente con la imaginación que  más les plazca ya que, en definitiva, no son más que unos pobres adoctrinados.

Pasa algo parecido con la Virgen de Montserrat, que no es negra, aunque así lo crea mucha gente. De hecho se la conoce como la Moreneta. Es una virgen de madera oscurecida o que ha sido pintada de negro. Eso no solo pasa en Cataluña sino en muchas otras partes donde cuajan las doctrinas de quienes mandan.

Léase Companys, Puyol o,  quien como Torras dirige a los cabrones dementes reseteados y pacíficos demócratas desafiando la ley, en la que no creen cuando esta no les conviene. Léase a los mártires creyentes republicanos e independentistas que huyen a tierras cercanas a vivir del cuento, tal como lo hacen Puigdemont, un ejemplar catalanufo, y otros correligionarios que ríen a bocas llenas las travesuras de aquellos que sacan sus castañas del fuego.
 
¡Bien sabían lo que hacían!

Lo mismo que aquellos otros que comen  la sopa boba como un tal Mas o gente interesada en convencer a los demás, insistiendo que Cataluña no es España y ni siquiera forma parte de la península Ibérica porque así lo dice la historia que ellos han inventado y aprendido.

Y lo extraño del caso es que estos muchachos de la CDR (Campos desolados revolucionarios) ignoran que siempre surge la algarabía cuando los mandamases se ven en aprietos y los llaman a combate. Ejemplos recientes los tenemos con los múltiples casos de corrupción y engaños como los del tres por ciento, los de Puyol y familia, los del Palau o, el actual: las bromas de los condenados por sedición que probaron a ver si colaba la reivindicación a la que, desde siglos inmemoriales, siempre acuden cuando se ven en problemas.

Ignoran que todos somos iguales, hayamos nacido donde hayamos nacido, y que solo es cuestión de tiempo que volvamos a ser negros como lo fueron nuestros antepasados, ya que, en definitiva, los hombres nacemos vírgenes y el tiempo, cada vez más deprisa, nos desvirga, sobre todo, a los incautos que se creen muy listos.

Así que contra la independencia paciencia y a favor de los CDR (cobardes discursos ramplones) pienso, alfalfa y cuadra. 

Cada pueblo, cada persona, se dice, que siempre tiene lo que se merece.

¡Ah! Y no olviden que la independencia no existe, y menos en un mundo globalizado como el actual, y que la república no es sinónimo de mejoría. Y más que nada, vean, comparen y respeten a la gente nacida en España, tal como, quieran o no, lo han hecho los nacidos en Cataluña, con derechos y obligaciones a decidir sobre todos los territorios que la componen.

lunes, 7 de octubre de 2019

UN JUEGO ATREVIDO


De un novelista español copié una frase que más o menos decía así:

“Es bueno probar a sostener lo contrario de lo que uno cree y comprobar que también puede persuadir, incluso más que la propia ciencia. Luego puede volverse al punto de partida, porque lo importante no es estar en lo cierto, sino estar a gusto”.

Recuerdo cuando, siendo un chaval, llevaba la contraria a otro que tenía igual opinión a la mía:

-          No. De ninguna manera Di Stéfano es mejor que Kubala. –Aseguraba y mentía.
-          Di Stéfano es el mejor–decía-. Ya le gustaría al Barcelona tener a un futbolista como él.
-          Pero Kubala es un fuera de serie: dribla, hace malabares con el balón, lo domina y controla, personifica la elegancia en el terreno de juego y destaca sobre los demás.
-          Y Di Stéfano –contestaba el otro- mete goles, recorre el campo, distribuye el juego, participa en el equipo y, sin tanta ostentación, cautiva la atención del público.

Y, así, sin proponérselo, me facilitaba caracteres de mi ídolo, que era el mismo que el suyo. Y aprendía cualidades que, a mí, no se me hubieran ocurrido. Y aumentaba más argumentos que esgrimir en su defensa cuando llegara la ocasión. Y consolidaba más mi opinión. Y…

-          Estoy convencido que lo ideal es no meterse en política, evitar la crítica, pasar desapercibido y decir lo que antes se recomendaba: “Yo soy apolítico”.

-          ¿Pero, acaso, el hombre es un ser no imaginativo e irreflexivo; mudo y contemplativo; sin emociones ni sentimientos que manifestar?

En el fondo de la cuestión, la mayoría de los hombres estamos de acuerdo y comulgamos con el ideal de vivir mejor, en armonía; sin embargo, no somos capaces de convenir cómo hacerlo, qué fórmulas emplear para conseguirlo. Tal vez, una de ellas sea la expuesta y experimentar expresando lo que no se siente, haciéndote pasar por lo que no eres, poniéndote en lugar de los demás. Un ejercicio o juego que enriquecerá para comprender otros puntos de vista, para reflexionar sobre ellos, para prescindir o no de los propios, pero siempre respetando los de los demás, aunque los criterios sean diferentes y estén, como los tuyos, condimentados con  ausencia de violencia y  el deseo de comprender lo que, a veces, resulta incomprensible.

¿Qué fue lo primero?: ¿El huevo o la gallina? ¿El hombre o la mujer? ¿Cuántas veces han surgido tales preguntas? ¡Prescindamos de  las voces de aquellos que las inventaron con una desbordante imaginación y un escaso conocimiento en el espejo de su imagen y semejanza! Un conocimiento que, poco a poco, va cimentando la idea de que pelearse o imponerse a nada conducen, teniendo además presente que el origen y el destino de la vida del ser humano son únicos y seguros, misteriosos y desconocidos, emergiendo y desapareciendo sin explicación.

Institúyase escuelas infantiles, parvularios, procedimientos en el hogar donde se hable correctamente, con buenos modales, educadamente, con palabras impecables que sean voces moduladoras de la imaginación y los sentidos de los críos. Estas, al fin de cuentas, evocarán las emociones que guiarán sus sentimientos de dolor y placer con los que dirimirán sus actuaciones en el futuro que les aguarda, que, en ningún caso, será violento. Y, finalmente, evítese la lucha por las ideas con acritud, de manera desaforada, sin respeto ni armonía, que no es sino un medio perdido, vacío y carente de razón que nos enfrenta y nos destruye.