Para la generalidad de
profesiones y trabajos se necesita de una preparación, de un esfuerzo, de unos
estudios, de unas aptitudes físicas o psíquicas, de determinadas capacidades…
de las que están exentas “la clase política”.
No existen condiciones por las
que, para ser político con sueldo del Estado, se exija experiencia mínima en
una actividad en cuanto a tiempo u otros requisitos, sea por cuenta propia o
ajena, se someta a prueba alguna o se le exija acreditaciones de aptitudes que
orienten su idoneidad para el cargo al que se presenta y, en su caso, es
elegido.
¿Tendrá que ser así? No lo sé,
ciertamente. Pero lo que sí sé, es que de ello, una gran mayoría, hacen su
medio de vida. Otros, van a la política activa y se inscriben en los partidos
políticos, con el fin de enriquecerse o beneficiar a los suyos. Unos terceros,
además, pretenden hacernos creer que su generosidad, su afán por el bien común,
los lleva a ostentar cargos sin ánimo de obtener rendimientos. Todos me asustan,
por lo que no me alío ni siquiera con aquellos que de verdad son sinceros, me
parecen objetivos y dicen ser independientes, sea porque se someten a la
disciplina de un partido, sea porque desconfío.
Por otra parte, mientras entre
los ciudadanos a unos los consideremos de los nuestros y a otros de los suyos,
apañados vamos todos. Lo correcto sería que fuéramos de todos y de ninguno. Que
aplaudamos lo que nos gusta y critiquemos lo que no nos gusta, independiente,
de quien lo haga o lo diga. Nuestra vida solo a nosotros nos pertenece. Y sólo
tenemos una.
Ya somos muchos los que clamamos
contra los partidos (sociedades con ánimo de votos) y una “clase política”
destinada a mandar porque no sabe o no tiene otra cosa que hacer. Y, presume de
ello, extorsiona, roba y crea corrupción a su imagen y semejanza dividiendo
España en sus partidarios. Entre sus miembros, nada hay bien que haga uno que
al otro le parezca acertado y viceversa.
¡Esto es una guerra que nos
transmiten a la ciudadanía!
Hartos se está de sus promesas
incumplidas, de sus estafas y desmanes. Ya va siendo hora que la gente de a pié
pongamos coto a lo que ellos no remedian: sus retribuciones, sus enchufes, sus
chanchullos, sus prebendas, sus chulerías, su impunidad, sus infinitos puntos
seguidos…
¿Cuándo se darán cuenta o, por
mejor decir, reconocerán haber sido arrogantes chorizos sin ser superiores al
resto de los mortales?
¿Cuándo la gente dejaremos de
aguantar sus mentiras, promesas y vaticinios que, en busca de su ego, van encaminados
a obtener el poder?
¡Ya está bien!
Exijamos responsabilidad de
nuestros representantes. Que sus errores les cueste y se retraten. Agrupémonos
sacando a la luz abusos de unos y otros, sus embustes, sus compromisos no
cumplidos... Hagámoslo en un medio de información que se anime y se brinde a
recogerlos y publicarlos, siempre que sean vertidos sin acritud, con respeto y,
sobre todo, aunque sólo sea un pensamiento o recelo, se puedan hacer sin miedo,
desinteresadamente y sin pertenecía a ningún partido.