sábado, 3 de octubre de 2020

ESPAÑA

España solo es un nombre, una denominación. Mañana podía llamarse de otra manera. Sin la identidad de un territorio, sin su gente, nada sería.

España no significa patriotismo, heroicidad, valentía, coraje o lo que se quiera; ni denota que por ella se ha de luchar, sacrificarse o sacar pecho. Todo es de boquilla. ¿Qué importa hacerlo por España? ¿Morir por España? ¿Proclamar viva España? España ni siente ni padece. Mejor hacedlo por la gente física, de carne y hueso, que sufren y mueren. Por esas personas que no son trapos de banderas o estandartes, ni símbolos de himnos o epopeyas con las que alardear o ufanarse.

La historia nos habla que entre españoles hubo una guerra sangrienta al estar España fragmentada. Pero no había dos Españas por mucho que lo dijera Machado. Eran españoles divididos. Gente, como ahora, pensando de distinta manera. Gente que pena y pasa hambre, soportando infortunios y enfermedades, que tiene sentimientos de los que España, carece. Gente triste y descreída, apenada y confundida, dirigida y encauzada por intereses partidistas de unos insensatos que quieren llevar razón e imponer sus propias ideas.

Y todo empezó como pasan estas cosas. Con la lacra de la corrupción que acaba con todo. Con una clase dirigente, poderosa, incapaz de ponerse de acuerdo y ceder parte de sus privilegios en pro de la gente que en las urnas los vota. Una casta acomodada que acostumbra a deleitarnos con un espectáculo esperpéntico, El tú más, en Cortes y Tribunas,  en lugar de crear y fomentar con su ejemplo el hábito de la honradez y la tolerancia. Ya, antes de esa guerra salvaje y fratricida, creadora del pensamiento único, un rey, una republica, dejaron de serlo por la ingobernabilidad de España.

¿A la mierda las ideas y los políticos que nos gobiernan? No. Pero si evitemos otra dictadura que escudriñe el color de nuestros genes. Ni todo es blanco o negro. Hay otros colores que también entonan: casi todo tiene arreglo. Ideas y políticos son precisos y no se necesita de gente brillante sino voluntariosa, solidaria, dispuesta a entenderse y lograr acuerdos. Un líder y su equipo, en un gobierno establecido conforme a las leyes que tenemos, han de ceder y admitir otros pensamientos. Morir por las ideas o las políticas que nos implantan, es lo peor de lo peor y no merece la pena. Que sean otros, o ellos, los que mueran por España, que nosotros no somos borregos para que nos conduzcan al matadero.