domingo, 31 de marzo de 2024

LA AMNISTÍA

A nadie le puede gustar que un delito, como consecuencia de incumplir la Ley, no se castigue, pues, ante Ella, todos hemos de ser iguales. La Constitución parece invocarlo; sin embargo, no es así. Muchos (rey, políticos, jueces...) gozan de prerrogativas, unos se valen de avales o fianzas de las que carecen los ciudadanos de a pie; si bien, otros tantos, en ausencia de padrinos, son discriminados por ser pobres, aparentar mala pinta o por penosos prejuicios sociales.

La Democracia no va contra la Ley establecida ni contra nadie; ni tampoco se resiste ante otro sistema político que quiera imponerse y suplantarla. Tal es así, que si la independencia de una región de España se desea establecer, por ejemplo, recomienda hacerlo mediante el uso de la propia Ley elaborada por la razón y la palabra de la mayoría de un Parlamento, en el que la fuerza o la guerra, causantes de venganzas y muertes, de nada han de servir. (*)

La Democracia acoge a todos. Piensen lo que piensen, hayan nacido en cualquier lugar o vivan donde vivan. No hay sistema político más superior ni perfecto. Por ello la Democracia ha de anteponerse a todos los demás. Confirmar el artículo 1º de la Constitución sería de gran utilidad para convencerse y profesar pacíficamente el respeto a otras ideas y creencias que no atenten a la dignidad de las personas. No se puede soplar y aspirar al unísono. Ni ser, al mismo tiempo, separatista y demócrata aunque se sienta o desee: los votos de la mayoría han de decidir. El espíritu de la Democracia respeta no vulnera y tiende a que todos,  en todo lugar, seamos iguales en derechos y obligaciones por mucho que la evolución social, económica y política los dirija hacía la insolidaridad o individualidad.

La Democracia no es excluyente ni extremista; al contrario, es integradora, al margen del lugar donde se haya nacido, al color que se tenga, sean hombres o mujeres pobres o ricos, piensen lo que piensen, digan lo que digan, ya que todos han de velar por la Tierra, su Hogar.

La Amnistía es siempre preferible a una confrontación entre españoles, a una guerra civil que ya conocimos, a una separación irreparable por intereses de unos pocos, a una dominación por parte de un territorio sobre otro. La solidaridad y no agresión son la base fundamental en la que se sustenta. ¿Quién tiene una idea mejor para que unos y otros convivan unidos y en paz sin separarse? 

Tenemos ejemplos de guerras acaecidas. Escisiones de lugares, invasiones, conquistas, opresiones, horrores,..., (Israel, Alemania, Yugoslavia, Rusia, España, Gran Bretaña, Japón, Estados Unidos,...). Hay quienes consideran un retroceso conservar el mundo como está. Otros, al contrario. Sin embargo, lo sencillo suele ser lo mejor y la simplificación el progreso. Hay que procurar hacer más con menos, aunque las ansias por tener nos prive de disfrutar ser parte de la vida.

La Amnistía es perdón. Una medida de gracia necesaria para entenderse. Perdonar es difícil porque significa anular el recuerdo imborrable de algún tipo de sufrimiento, que se desea no repetir. Sin embargo, el perdón consciente origina un alto nivel de bienestar físico y mental que borra o aminora los síntomas de ansiedad y angustia que, de no hacerlo, produciría. Cuidar el cuerpo beneficia al alma y al revés, aunque el sentir y el comer nada tengan que ver entre sí.

(*) “Todo en la vida es un juego de poder. El objetivo del juego es sencillo: Saber lo que se quiere y conseguirlo”. En democracia no todo el mundo puede hacer lo que quiera, pero si lo hace, en uso de su libertad absoluta, deberá de ajustarse a las consecuencias legales elaboradas por el Parlamento, representativo de la voluntad popular. Puigdemont, por tanto, no tiene excusas. Solo una amnistía puede condonar su deslealtad aunque suponga una humillación para quienes la patrocinen. A estos, el tiempo los ensalzará ya que “quien perdona será perdonado” y antes, además, deberán idear otra Ley que permita la Independencia mediante un referéndum que obtenga, al menos, el 90% de los votos de los habitantes del lugar y el 75% de los habitantes de España y, este, no sea repetible indiscriminadamente o, desde su anuncio, en no menos de cinco años.

domingo, 24 de marzo de 2024

LA CORRUPCIÓN

Hoy hablaremos de la corrupción, tal como anuncié. Ésta, forma parte de la lucha de los seres vivos por subsistir y, por tanto, consustancial con la vida misma. Para los humanos, con capacidades intelectuales, conciencia social y conocimientos del bien y del mal, son actos indecentes, ilegítimos, inmorales, delictivos, …, realizados en su provecho y a costa de lo que sea. Es una actividad fundamental del engaño, la sorpresa, la ventaja..., y su negación.

La corrupción no es tolerable, proceda de donde proceda, carece de justificación y puede ser tan terrible como asesinar que ni siquiera, antes de comprobarlo, se puede exculpar a quien mata en legitima defensa. La perversión se ha hecho tan habitual que mucha gente  admira a los corruptos pensando, equivocadamente, que el hombre vive para tener y no para ser. Desde su infancia recibirían una educación permisiva por la que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón” y no una restrictiva apuntando aquello de:pobre, pero honrado”. 

Me limitaré a recordar unos pocos acaecidos de la empresa donde trabajé:

Un botones robó 25000 pesetas en un descuido del ayudante de caja. Compró instrumentos musicales y la policía lo detuvo. Otro “ventanillero” contabilizaba como dinero un simple papel en el que anotaba cuanto robaba. Todo se lo gastó en quinielas y loterías confiado en hacerse rico y resarcir lo robado: la inspección detectó el vale cuando ascendía las 300000 pesetas y lo puso de patitas en la calle, igual que a su jefe que, sabiéndolo, no lo denunció. El empleado que robaba a su tía viuda y el azar le jugó una mala pasada cuando, enfermo, no acudió al trabajo y esta se presentó a ingresar y a poner al día su libreta. Muy a  pesar de la señora, otro empleado le atendió comprobándose la falsedad de la cartilla en la que faltaban 800000 pesetas, por las que el sobrino fue despedido. Consejeros del banco que, necesitados de algunos millones,  los pedían prestados sabiendo que no los pagarían. Por lo general se documentaban a nombre de alguna persona jurídica y al vencimiento se renovaban con costes e intereses incluidos, y así durante años hasta ser contabilizarlos en fallidos. Los vigilantes de coches de los descampados, a los que un listo del ayuntamiento les puso una chapa en la solapa de sus chaqueta y los dio tiques de peseta que entregaban a los conductores por aparcar. Algunos rechazaban el tique y pagaban la mitad de tal manera que todos corrompían: el municipal que se quedaba con el noventa por ciento de lo que recaudaban los vigilantes; estos que, además del diez por ciento recaudado, se quedaban con el efectivo que recibían, y los conductores, dando pie a la trampa, sin molestarse en comprobar que se trataba de un timo urdido por concejal.

“¡Qué Dios no nos ponga donde haiga !”, hemos escuchado. Yo diría que dinero y poder han de estar vigilados y seguir las huellas por las que discurran, pues la corrupción anda siempre al acecho.

¿Merece la pena que la gente de a pie siga peleándose por ideologías, colores o equipos? ¿Por qué se ha de defender al corrupto que invoca a su honor, Patria, España o Dios para salvar su culo? Hay que acabar con la corrupción y sus sospechas, sin voces ni imputaciones gratuitas. Y actuar enérgicamente cuando todo se aclare. Contra el sinvergüenza y el hecho cometido. La corrupción no tiene tarjeta de visita, ni es de nadie: solo los mangantes se aprovechan amparándose en la presunción de inocencia que todos, naturalmente, invocamos.

Dar pábulo a las acusaciones de unos u otros partidos políticos, alentados o no por los medios de comunicación de unas u otras tendencias, atacando o defendiendo lo que no conocemos, nos convierte en divulgadores o consentidores: personas iguales a ellos. Aislemos al sospechoso y tomemos nota. Esperemos y actuemos en consecuencia para cuando las resoluciones judiciales lo aclaren y  digan la verdad. Evitaremos peleas y seremos justos votando al partido y creyendo a los medios de comunicación que actuaron correctamente.

Notas que dan pistas de casos de corrupción:

Hay subidas de sueldos, bonus, gratificaciones, planes de pensiones, seguros vitalicios, despidos y demás prebendas que no son sino abusos, inmoralidades, caprichos, injusticias divinas que vienen del cielo para que las perciban presidentes, consejeros, asesores, directores, secretarios abogados de gente poderosa, enchufados, padrinos, intermediarios de todo orden, comisionistas, familiares, artistas, deportistas y demás cargos generales de importancia en empresas públicas y privadas (conserjerías, ministerios, bancos, energéticas, farmacéuticas...) en detrimento de una clase trabajadora que poco o nada pueden hacer.

Hay bandoleros, timadores, ladrones, trileros, estafadores, políticos, banqueros, mangantes, cacos de guante blanco, chorizos, corruptos, rateros, cleptómanos, descuideros, atracadores, dinero negro, tapaderas, paraísos fiscales, gastos ficticios, facturas falsas, amigos, timadores, enchufados, tiesos, testaferros, mentirosos, cajas de alquiler, sociedades interpuestas, falsificadores y demás personajes y modos operativos cuya relación se haría interminable.

 

domingo, 17 de marzo de 2024

PRELIMINARES DE INTERÉS

Alguien, comentando uno de mis WatsApp, me indujo a que escribir sobre temas de más actualidad hoy en España; es decir, sobre la Corrupción (una perversión despreciable en todo tiempo) y sobre  la Amnistía (una medida de gracia que viene de antiguo y propició la democracia en España). Lo uno lo asemejo a Robar, lo otro a Perdonar. Distingo entre el vicio de tomar para si lo ajeno por soborno, cohecho u otros métodos, de la virtud de exonerar, absolver o condonar ciertos delitos con el empleo de la razón y no del corazón. De ambos temas hablaremos las dos próximas semanas y hoy lo haré introduciendo unos preliminares previos, que considero necesarios y de interés abordar.

La gente de Cataluña, Galicia, País Vasco y el resto de comunidades, hasta hoy, son españoles y además independentistas o nacionalistas del lugar donde nacieron o se criaron. La Patria, el origen de cada uno de nosotros, es consustancial con el modo de pensar y actuar conforme a la educación mamada y recibida desde el nacimiento, abriendo las puertas de la memoria de par en par para que entren hábitos y costumbres, virtudes y pecados,  placeres y dolores, ideologías y  principios. ¿Podrán votar los separatistas como les plazca? Naturalmente. No faltaría más. Son tan ciudadanos como los demás, pagan sus impuestos y, por tanto, sus deberes y derechos son idénticos, dado que en democracia se preserva la libertad e igualdad individual por imperativo legal, respetando la decisión de la mayoría de los votos en las urnas.

Se puede opinar, criticar, debatir e incluso caer en la falta de cortesía, pero jamás insultar, violentar y no respetar a quienes pienses lo contrario o de diferente manera. A la gente de a pie nos causa dolor contemplar, en determinadas ocasiones, el espectáculo político de las Cortes. Un ejemplo impresionante de lo que no hay que hacer. Menos mal que gozan de inmunidad parlamentaria que permite decir lo que quieran sin ser mediatizados por la censura y un poder dictatorial como el que sufrimos durante casi medio siglo.

Existen infinidad de criterios ideológicos, tantos como personas somos, si bien, concretándonos a dos tendencias (izquierda y derecha), imprescindibles para manifestarse y tomar partido en absoluta libertad, estos, han de llegar a entenderse mediante las palabras y cesiones mutuas, ya que ni todo es blanco ni todo es negro, existiendo puntos intermedios en los que poder encontrarse. Recordemos la Carta Magna de 1978, la famosa Transición española, donde se impuso la cordura, aunque ahora, merced al tiempo transcurrido y otras circunstancias, no se vean de igual manera. A propósito, se pueden establecer reglas de juego tan imperecederas como lo son, entre otras, la Fumata Blanca para la elección papal.

Hemos sintetizado cuanto antecede para recordar algo que todo el mundo sabe. La política es un juego de intereses de partido para alcanzar el poder donde, aunque así no lo sea, todo vale. Una lucha dialéctica de la que no podemos des-inhibirnos. Un arte, gracias al cual, lo imposible se hace posible. Una filosofía que, como la ciencia y la religión, ha de inventarse a medida que el tiempo avanza. Una doctrina de actos y voces dentro de un sistema de gobierno por el que decantarse, y que simplificados a dos: la dictadura (poder omnímodo) y la democracia (poder popular), optamos por la Democracia, instaurada en la cultura clásica griega que hoy, a nuestro juicio, es la mejor de los sistemas políticos posibles, en la cual las palabras e ideas son libres, legitimas y respetables, sin atentar contra la vida y la dignidad de las personas, iguales ante la ley de los hombres y no la de ningún Dios desconocido. La que tiende a equiparar  derechos y obligaciones, independiente al lugar de nacimiento, color, familia, creencia,..., y actúa acatando las mayorías.

El orden de prelación de instalar la democracia en primer lugar, por encima de causas y  credos, principios e idearios, nacionalismos y demás ismos, tanto políticos como religiosos, será la esencia para que los hombres podamos entendernos allá donde habitemos. Una decisión que habrá que buscar individualmente, dentro de nosotros mismos. 

domingo, 10 de marzo de 2024

QUERER LO MEJOR ES OBVIO (2): Cuestiones mundanas

Querer lo mejor, es obvio; sin embargo, es muy normal decir, pese a que todo está en continuo movimiento, que nada sucede o que todos los políticos son iguales. Son maneras, sin lugar a dudas, para desentenderse de muchas cuestiones que apenas se pueden modificar y, por tanto, no nos llevan a ninguna parte. No obstante, complicarse la vida con cuestiones que nos hagan pensar, aunque de uno no dependan, no son una perdida de tiempo, siempre y cuando nos tomemos las cosas con deportividad, filosofía y antepongamos el juicio al corazón.

¿Quién quiere perder en una competición? ¿Quién, no empleando la razón, puede convencer a los demás? Nadie, seguramente; pero: ¿Cuántas veces se deduce lo contrario? Participar en un coloquio o debate y sacar conclusiones es lo más adecuado para entender, con un espíritu abierto y afable, que la cordura propicia el respeto sin que haya vencidos ni vencedores.

Existen expresiones como materia y espíritu, espacio y tiempo, inmanente y trascendente de uso supeditado a una dependencia de la que no podemos abstraernos. Se dice que “quien hace la ley hace la trampa”, que imaginar no necesita justificarse y, en cualquier caso, el empleo de la  prudencia es la única arma, cierta e importante, para ser empleada por cada uno de nosotros.

El amor y la pasión, el odio y el rencor, se encuentran y separan en la línea inexistente del horizonte que vemos en la lejanía. Muchos aseguran que, al menos una vez en la vida, hay que perder la cabeza por odio o pasión: Confunden, posiblemente, los conceptos antes indicados. 

El amor entre dos personas es entrega total. Entre ellas reina la placidez, la generosidad y la tolerancia persuadidas por el sueño de estar siempre unidas con relaciones duraderas. La pasión es un enigma poderoso, obstinado e intranquilo. Un deseo egoísta, desconfiado, celoso, capaz de condenar a los amantes que lo sufren exigiendo amar sin freno en una unión pasajera.

Estar enamorado (amando u odiando) de alguien, con o sin pasión, supone no vivir para sí mismo; su ausencia e indiferencia son insoportables. El cerebro, en su soledad, incapaz de eludir la presencia  e ideas de su amante, dejará de pensará con juicio y recurrirá a una permanente desazón o embeleso.

Amor y pasión antónimos del odio y la aversión, son dos islas aisladas en las que todos vivimos ignorando su valor. Tienen el poder de provocar ternuras y adoraciones; si bien, en las relaciones serenas de una vida marital prolongada, se apartan de idilio apasionado que nubla y satisface ansias irreflexivas. El amor proporciona larga paz y es duradero; la pasión es efímera y crea sufrimiento y desasosiego de los que cualquiera puede ser cautivo

El odio o rencor nacen del deseo de venganza invocando a la violenta que genera más violencia y causan un ciclo de perversa crueldad. ¿No será mejor acudir a la razón, al acuerdo, a las nobles cualidades de compasión y generosidad imprescindibles para la vida?

La infidelidad es un pecado a los ojos de no se sabe quien. ¿A los de Dios o a sus delegados? ¿Al de los hombres? ¿A los de unas esposas o maridos leales y comprensivos? ¿No serán, tal vez, leyes injustas, antinaturales, dictadas por celos, pasiones e ingratitudes? ¿Cuántas veces pueden cambiar las personas en sus amores y opiniones y alabar a una u otra Patria?¿Acaso la autoridad política o religiosa han de imponer sus criterios? Los gobiernos van y vienen sin ser coincidentes, dado que la igualdad no existe aunque la procuren.

Las religiones y políticas ponderaron, seguramente en sus inicios, las relaciones humanas  catalogando de sublimes los amores que alcanzaron su cenit, y de irrefrenable locura las pasiones que conducen al suicidio, al delito o a la tristeza más absoluta de no poderse controlar.

La razón atempera y calma como el amor. La locura no escucha y domina como la pasión. No existe mejor lección que aquella que el silencio nos otorga en los momentos precisos.

domingo, 3 de marzo de 2024

QUERER LO MEJOR ES OBVIO (1)

Querer lo mejor es obvio; sin embargo, todo esta condicionado a su movimiento.

Pensemos en aligerar instituciones y sociedades (Senado, Diputaciones, Asesores, Consejos de administraciones públicas…) y evitar duplicidades y…. ¿por qué no?, repasar la Constitución y enmendarla dando voz a la gente. Debatamos para llegar a acuerdos al margen de partidos extremistas (de izquierdas y  derechas) que tienden a la autarquía y radicalidad. Propongamos  el entendimiento entre empresarios y trabajadores, entre inquilinos y propietarios, entre vendedores y compradores, entre representantes y representados que dependen entre sí y mutuamente se necesitan. Clamemos por potenciar lo público, que es interés de todos, para que pueda competir con lo privado, especialmente sobre materias sensibles para los ciudadanos y su seguridad: salud, educación, vivienda, comida, generosidad y comprensión..., y repartir los desorbitados beneficios de las energéticas, bancos y otras empresas entre sus trabajadores (incrementando sus sueldos, igual que el capital aumenta sus dividendos) y no entregarlos al Estado en forma de impuestos,  a fin de que el capital y trabajo se motiven.

¿Cuántas veces hemos soñado que los impuestos deberían igualarnos a todos? Caminemos en esa dirección  aunque de momento su logro sea una entelequia. La verdad nos señala que los actos complacientes y bondadosos se vuelven egoístas si la gente no cree en ellos. A nadie nos gusta  pagar impuestos; no obstante, hemos de convencernos que sin ellos desaparecerían las ideas solidarias de los derechos humanos y la democracia que deben estar por encima de todo, sin que las diferencias económicas existentes importen y los servicios vitales públicos citados resplandezcan por su efectividad y prestigio. Denunciemos la pobreza, la falta de asistencia médica y de trabajo, la carencia de cobijo y seguridad, la discriminación e injusticia, al margen a la ideología da cada cual.. 

Hay quienes son muy liberales y la palabra libertad no se les cae de la boca. Consideran que el libre mercado de la oferta y la demanda lo regula todo. Aspiran a la abolición de los impuestos y, en lugar de invocar las ayudas del Estado, gritan aquello de “sálvese quien pueda". Son, sin embargo, herméticos con las conductas personales de carácter moral o sexual no consintiendo la libre decisión para divorciarse, abortar, practicar la eutanasia o amarse entre iguales. Niegan las subidas de los salarios y las pensiones, las ayudas estatales a los pobres y más necesitados, "ya que lo son porque se lo merecen y Dios lo quiere". Confían solo en el esfuerzo, la iniciativa o la herencia, aunque sean complacientes con el poder y la riqueza acumulados en exceso. 

A diferencias de estos, hay quienes prefieren lo publico a lo privado y que sea el Estado quien resuelva sus problemas, tratando de vivir de subvenciones y prebendas, invocando lo mejor para ellos por pobres y desfavorecidos cuando no han dado ni un palo al agua. Gritan por sus derechos siendo tan in-solidarios como los como los primeros, trabajando sin estar dados de alta por poco dinero, toda vez que nos les importa quitar un puesto de trabajo a quien si se lo merece, potenciando así la corrupción de quienes los contratan.

En un tercer grupo estamos la mayoría, sabedores que lo más es la vida. Una vida que hay que vivir teniendo salud, comida, vivienda y, en caso de necesidad, poder defenderte. Tener un Estado público en el que confiar, merecedor de los impuestos que recauda, cubriendo las necesidades que puedan faltar, regulando la economía donde se precise, subiendo salarios, controlando la inflación, socorriendo catástrofes, impartiendo orden, justicia y transformando la sociedad con más y mejor libertad e igualdad y, sobre todo, velando porque prevalezcan los derechos humanos y la democracia que son una realidad y, por tanto, mucho más valiosos que todas las promesas, por brillantes que estas sean.