sábado, 26 de septiembre de 2020

COMENCEMOS CON UN PEQUEÑO GRANO DE ARENA: LA CONSTITUCIÓN

Admitamos la opinión de cada cual. Puntos de vista, colaboraciones, iniciativas, sugerencias, remedios… a considerar sin desdeñar ninguno. No vale querer que ganen los tuyos, por mucho que lo desees o por muy simpáticos que sean y, menos aún, si son derrotados por goleada en el encuentro o en las urnas. Que las diferencias estriben en el camino a transitar y no en el destino conocido al que los españoles deseamos llegar. 

Procuremos presentar el mejor equipo o el programa con respeto y dignidad, concreto y no de boquilla, sin  vaticinios ni promesas.  La democracia no da derecho a que los partidos políticos hagan lo que quieran en su propio provecho o en el de sus militantes. Esto convendrá mirarlo bien igual que siempre se ha de contar el dinero en efectivo.

Ratifiquemos que la Democracia es el mejor Sistema político conocido y pongámonos de acuerdo para revisar y actualizar las estructuras legales de las que disponemos empezando por La Constitución.

Una tarea, sin lugar a duda, ingente. Artículo por artículo La Constitución ha de consensuarse con los ciudadanos, sometiendo cada uno de ellos a su aprobación y, una vez sancionados, de igual manera, se solicitará la conformidad de la gente para las leyes más importantes derivadas de la misma.

Mientras esto llega, por civismo y respeto, las personas y grupos deberían abstenerse en sus actos particulares de usar banderas u otros símbolos que a todos nos representan, usando sus propias enseñas únicamente.

Procúrese evitar que la ley diga que alguien, al mismo tiempo, pueda ser arte y parte, patrón y obrero,  arrendador y arrendatario, defensor y atacante, persona física y persona jurídica o, al unísono, atribuirse logros  contrarios. Que lo privado y lo público convivan y todas las cuestiones se debatan, aunque solo sea para llegar a la conclusión de que el alcalde o su partido no designen sus propios sueldos o retribuciones.

Cualquier poder (Legislativo, Ejecutivo, Judicial) ha de tener controles a los que someterse estableciéndose la forma de cómo y por quién hacerlo. Igualmente, el resto de Gobiernos autonómicos, locales, entes y demás Organismos públicos, más o menos básicos o decisivos, estarán supeditados a inspecciones en aras a una mejor convivencia ciudadana.

sábado, 12 de septiembre de 2020

DOS APUNTES A CONSIDERAR

 ¡Qué difícil resulta cambiar de ideología, de religión!

Y, más aún, si la religión e ideología forman parte de uno mismo o de su entorno. Las costumbres adquiridas desde niño, “lo mamado” (clima, educación, creencia…) es tan adherente como son los genes heredados.

Hoy en día se habla más de política y menos de religión, pero a mi juicio, prácticamente, vienen a ser lo mismo. Ambas doctrinas forman parte de la identidad de cada uno de nosotros. Normas, compromisos, actividades… establecidas en los estatutos o en los catecismos se corresponden, parcial o en su conjunto, a las ideas que cada cual lleva en su interior; solo las diferencias entre afiliados y simpatizantes, entre religiosos y seglares (practicantes o no) son las que nos distinguen.

Los órganos de dirección de afiliados y religiosos emprenden pautas y promesas en beneficio de sus organizaciones y en aras a conseguir un mayor número de adeptos. Provocan, para ello, enfrentamientos entre los fans y laicos de unas y otras agrupaciones políticas y creencias religiosas.

La vocación arrastra a una persona a la política o a la religión, pero no a ser profesional de las mismas. No obstante, aunque no exista profesión alguna que lo acredite, hay inmensidad de políticos y religiosos “profesionales” de lo que viven durante toda su vida. Los conocimientos que tengan son un añadido y carecen de valor porque la importancia vital es conocer los reglamentos y dogmas o, lo que es lo mismo, seguir las instrucciones que, en cada momento, surjan de arriba. Además los hay que, desde sus poltronas, obtienen buenos “oficios” para familiares y amigos, para fieles trepadores, cortesanos y palmeros, gocen o no de vocación o saber, hayan sudado o no la camiseta: basta con mostrar gratitud y corresponder, en su caso, cuando llegue la ocasión.

Hay políticos y religiosos que tiran con pólvora ajena. Despilfarran el dinero como algunos ciudadanos arrojan la basura: sin responsabilidad e incívicamente. Son arte y parte de los problemas. Patronos y obreros estipulando sus propios cometidos, sus propios sueldos: cuestiones educacionales (*) que convendría valorar por la gente que los vota y elige.

No hay religión ni partido político que sea imprescindible. Al parecer, se dice, que sin tales organismos la humanidad no podría vivir; sin embargo, cualquier humano es prescindible y, por ellos, la sociedad fue creada; eso sí, con mucha imaginación y mayor violencia. (**)

El ciudadano de a pié continua siervo de castas con las que se identifica (comunismo, fascismo, capitalismo socialismo…) transformando la palabra de Dios, carente de certeza,  por palabras sin respuestas que encierran promesas de los mentores políticos y religiosos que nos gobiernan. Y así nos va: una ideología que impone costumbres, normas y, apenas, sin llegar a acuerdos, solo en beneficio de una parte social por encima de los intereses generales de la totalidad.


(*) Duración de sus cargos. Informar de cuanto hacen. Responsabilidad y compromiso de sus actos y promesas. Elogiar y alabar lo bien hecho y contrastado. Evidenciar con pruebas lo mal que lo hacen sus oponentes. Justificar hasta el último duro sus ingresos y gastos. Mostrar su patrimonio antes y después de su “profesión”. Gozar de los mismos privilegios y obligaciones que el resto de los habitantes….   

(**) De la misma forma que se crearon los Tribunales dictatoriales de los pueblos (la Santa Inquisición o el Ordeno y mando) y las leyes que nos damos en aras a una libertad que no respetamos: infinidad de víctimas siguen cayendo en la desgracia y el oprobio.