Nuestros políticos son agua bendita. Lo mismo aumentan
sus sueldos, sin tener que consultar sino con ellos mismos, que colocan a un
amigo en cualquier carguito, ya que siempre “hay un hueco para un descosido”.
Hagan memoria señores de la cantidad de ejemplos que no cesan y nos ilustran al
no haber ningún partido político que, al menos en eso, se diferencie de los
demás.
Rasquen un poco en las trayectorias de los que
llegan al poder y experimenten vergüenza ajena
comprobando la cantidad de enchufes que les rodean: recibidos, donados,
adjudicados, correspondidos. Deudas que pagan, compensaciones que realizan, el
hoy por ti y mañana por mí, que ya nos encontraremos en el camino, son hechos
muy socorridos. Y ocurre para jueces y fiscales, periodistas y deportistas…, proporcionando
chollos y chiringuitos…, a dedo o por la cara… Y todo eso enmarañado con la idoneidad para el
cargo, los méritos que reúnen, los sacrificios y esfuerzos que han acumulado,
aunque todo el mundo sepa que se trata de un chanchullo, ya que “aunque la mona
se vista de seda mona se queda”.
Apuntarse a un partido político es lo recomendado
para evitar el paro y, aguardar el preciso momento, lo adecuado para tener un
futuro resuelto. Hay que tragar sapos. O someterse a la disciplina impuesta de
los de arriba como si fueras militar, pero el objetivo está asegurado. Hace
años, cuando la dictadura, justificadamente, lo achacábamos al sistema y sus
dirigentes. Hoy, bien poco es lo que ha cambiado. Tal vez, antes, no se
recurría a la hipocresía que ahora se hace necesaria, y decíamos aquello de que
“para casarse hacía falta buenos padrinos” y hoy lo disfrazamos de capacidad,
talento o valía, eso sí, amañando como entonces, a ser posible, una oposición,
convocatoria o concurso. Es decir, la dictadura de un solo individuo convertida
en la dictadura del partido. Baste de ejemplo la cantidad ingente de afiliados,
asesores, adláteres, arrimados, monaguillos, trásfugas…, que hacen guiños al
poder, sea cual sea.
Situaciones que se dan con carácter personal y
familiar que la mayoría de las personas
alientan y desean para sí y los suyos. ¿Y cómo acabar con las situaciones
“lógicas” de las que hablamos? A mí modesto entender solo hay una forma: Proveer, para todo el mundo, un trabajo con
el que ganarse la vida y cuya fórmula para hacerlo quedó expuesta en la
anterior entrada del presente blog con el título de UNA REFORMA LABORAL, que
continuaremos desarrollando.
Una Reforma Laboral de un único contrato, que
evite el desempleo. Una Reforma para quien, ocupándose y quiera trabajar, tenga
asegurado vivir dignamente, sin recurrir a papás o padrinos y, por supuesto,
anulando la precariedad, el hambre, la misericordia…
Continuaremos ahondando en ello.