viernes, 17 de junio de 2022

LIBERTAD

 

Libertad es una palabra que se emplea a todas horas. Esa es una libertad manoseada, aprovechada y empleada por muchos indolentes de la vida. Es una libertad que no respeta a los demás imponiendo su criterio. La que no quiere pagar impuestos y se adueña de lo que le interesa. La misma que ejerce una dictadura con intereses ocultos que nadie puede cuestionar.

La libertad es de todos y para todos. No es de nadie, ni nadie ha de arrogársela. Nada que ver con la que piden ciertos seguidores a sus políticos, o la que emplean ciertas asociaciones cristianas y no cristianas que la usan en su beneficio exclusivamente, sin considerar otros razonamientos y puntos de vista.

La libertad hay que ganarla, no pedirla. A nivel individual principalmente. Y se conseguirá cuando desaparezcan las imposiciones, cuando nos pongamos en lugar el otro, cuando después de un debate razonado la igualdad de oportunidades se establezca.

La libertad no es posible ni plena entre las rentas altas y bajas, mientras las diferencias entre ricos y pobres sean tan excesivas. Los primeros pueden  moderar sus riquezas si se les aplica impuestos a sus rentas, a los beneficios que obtienen de sus negocios, a las transacciones que realizan, por pertenecer a los consejos de administración de grandes compañías,  por los sueldos, indemnizaciones, primas, bonos, despidos, planes de pensiones, fichajes… que reciben. A los segundos hay que proporcionarles trabajo con el que puedan ganarse la vida y ampliar sus salarios hasta que no haya ninguno exento de pagar impuestos, aunque sea por rentas bajas.

La Administración derrocha mucho dinero (un bien escaso que cuesta mucho ganar y no es suyo) en base a una libertad delegada. La mayoría son políticos que tiran con pólvora ajena, sin reparo alguno y, ya se sabe: “de lo que no cuesta se llena la cesta”. Gastos que se podrían disminuir o suprimir anulando o aligerando entes y cargos. (El Senado, el defensor del pueblo, los tribunales de cuentas, las Diputaciones, el Banco de España, Ministerios, otros Organismos representativos, enchufados, asesores, periodistas a sueldo, palmeros, familiares, amigos... Menguando las aportaciones a ONGs, Partidos, Sindicatos, Obras beneficias, Sectores improductivos, Iglesias, Asociaciones que a nada contribuyen, Entes que no aportan soluciones ni propuestas, Parásitos. Chiringuitos).

En aras a la libertad bien merece la pena esforzarse mirando por los demás.

sábado, 11 de junio de 2022

UN CONTRATO NOTARIAL

 

Se dice del rey emérito, que es la persona que más deteriora la monarquía, y no les falta razón. Tampoco hay que quitársela a quienes aseguran que las de Podemos (un partido de amigos surgido del 15M que, en su día, causó entusiasmo hasta cogobernar en coalición) son las que más hacen en contra del principal pensamiento de las izquierdas: la igualdad, la igualdad de oportunidades. Una igualdad al menos en pro del beneficio más elemental como es el derecho a la presunción de inocencia. Ellas, se arrogan una igualdad a su manera, sin pararse a pensar que la igualdad que tratan de establecer brilla por su ausencia. En el Ministerio que dirigen con tal nombre, al parecer, los hombres están excluidos, no son consultados, ni aptos para trabajar en él. ¿Es eso un excelente modelo de igualdad?

La gente de izquierdas y derechas, conservadores y progresistas (aunque no todos),  si luchamos por la igualdad de oportunidades para todos. Somos conscientes de que las mujeres han estado y siguen (afortunadamente cada vez menos) marginadas por su condición femenina y, en especial, por las costumbres heredadas en infinidad de facetas de las que los hombres, en su conjunto, no somos los culpables. La mayoría de nosotros comprendemos ciertas situaciones lamentables, defendemos a las mujeres en general, dado que somos complementarios, y gozamos, lo mismo que ellas, de los instintos naturales que no se pueden eliminar por decreto. Unos y otras, mediante adoctrinamientos, coacciones interesadas, normas y demás prejuicios tendenciosos fuimos y seguimos siendo objeto de imposiciones causadas por  nuestros gobernantes políticos, religiosos e influyentes (monarquías, gobiernos, iglesias y otros poderes) estableciendo normas y hábitos sin haber olvidado la “ley de la selva” de donde procedíamos, sin facilitarnos una educación racional acorde con los nuevos tiempos, sin valorar las diferencias existentes entre las personas,…, pero nunca, hasta ahora (¡en democracia!), se ha incriminado al sexo masculino de forma tan clara y dictatorial, en beneficio del sexo femenino que, precisamente, no es manco. Carece, eso sí, de la fuerza bruta de los hombres, pero goza de la astucia de su sexto sentido.

Se puede prohibir fumar en público. Se puede aconsejar que los bebes no duerman boca abajo. Se puede modificar cualquier cuestión establecida, impuesta en su día por considerarla equivocada, se puede discutir algo concreto, pero por ley no se puede cambiar la evolución de la Naturaleza. Un instinto, una emoción, una angustia… se podrán prohibir, recomendar e, incluso, contravenir, pero eso: ¿Cómo se consigue? Acaso, ¿podemos evitar pensar lo que pensamos o no desear lo que deseamos? Una palabra origina un pensamiento y este una emoción que, posiblemente, dará lugar a un sentimiento inherente a la conducta de cada cual. Hombres y mujeres, partes de la misma naturaleza, de los mismos espacios, hemos de atraernos para reproducirnos. Y para consumar su acto, un acto de seducción por lo general íntimo y placentero, ni la ley, ni la religión, han de decirnos cómo hacerlo.

Efectivamente, somos seres biológicos racionales que hemos de anteponer el juicio al empleo de la fuerza, la violencia, el engaño, la coacción… para el logro de cualquier cosa. De no hacerlo así, el peso de la justicia se encargará de hacérnoslo saber. Una ley que ha de ser igual para todos, está incapacitada para saber lo ocurrido físicamente, y lejos, muy lejos, de adivinar un pensamiento o si, en una relación entre un hombre y una mujer, uno u otro, expresaron su consentimiento, lo aprobaron con un gesto, con un suspiro o se pusieron de acuerdo. Jamás la ley puede dar por válido el testimonio de uno de ellos. Y que yo sepa, "la palabra de Dios" no existe, o ni es palabra de hombre ni tampoco de mujer.

Vivimos en una sociedad donde quebrantar lo prohibido a muchos satisface, sobre todo si lo consideran injusto. No han desaparecido las guerras, los delitos, las infamias... Y me pregunto: ¿Cómo la ley (encarnada en un juez: hombre o mujer) podrá interpretar si en un pasado hubo o no un deseo mutuo, un atrevimiento tolerado, un gesto singular, deshonesto o delictivo? ¿Simplemente porque una mujer así lo diga? Lamento no estar de acuerdo. Las mujeres, los hombres debemos de ser íntegros, responsables y asumir las consecuencias. Y habrá que denunciar una agresión, una provocación, una violencia, una injusticia… para defenderse y pedir protección y obtenerla, hasta que el asunto sea dirimido y se afronten las consecuencias. Pero exhortar a denunciar a las mujeres, indicándolas que no sufrirán consecuencias, es no defenderlas o denigrarlas, perjudicándolas de antemano.

Nada que ver con los sinvergüenzas, criminales,  hombres y mujeres, que abusan de su fuerza y su astucia para imponer su voluntad. Contra ellos estamos todos, pero también contra los que, con sus controvertidas leyes, dan pie a blanquear la falsedad o la mentira. Siempre ha habido y habrá asesinos, personas que matan a sus hijos y no, precisamente, por causar daño a su pareja, sino porque solo se quieren a sí mismos. Pensemos que no solo el sexo es la causa de tanta victimas, también están los suicidios, los atropellos en general, la delincuencia callejera, los atracos, las peleas…La Naturaleza es irracional con los derechos humanos, nada quiere saber de ellos, aunque psicológicamente nos haya hecho para gozar con el sexo y sufrir dolor con nuestras barbaridades, hasta el extremo de que la mayoría de las enfermedades son causadas por el estrés, el medio ambiente, las hambrunas y otros cuyos resortes la ciencia desconoce.   

Los humanos de bien, jamás atentaremos contra lo que más queremos: mujer, hijos,  familia, amigos...; tampoco contra los demás seres vivos porque eso forma parte de la condición humana y que, caracteriza incluso, a los animales de los que procedemos.

No me leído las leyes de las que escribo, pero muy pocos, seguro que ustedes tampoco, se leen el B.O.E. Sin embargo, lo que si capto es la opinión de la gente, lo que en púbico se dice, lo que en mis círculos, mayoría de hombres, se manifiesta: “Hay que tener mucho cuidado y alejarse de las mujeres, que cuando quieran te la lían”. Es lamentable escuchar cosas como estas: me entristece, poniendo a los hombres en guardia. Y no lo digo por mí, que ya no me es posible tener descendencia, ni pensar lujuriosamente, sino por los hombres en general que deberán procurarse, para evitar  problemas al confiar sus sentimientos de amor en una mujer o flirtear con ella, un contrato suscrito por ambas partes y, a ser posible, ante notario, aunque también, me imagino, que surgirán modelos estándar que lo harán compatibles.

Cualquier ley que siendo discriminatoria o injusta se imponga, será una ley que producirá los efectos contrarios a los que trató de evitar. Si beneficia a unos, como es el caso que nos ocupa, vendrá a la larga a perjudicarlos por el hecho de sentirse ese uno perjudicado e, instintiva o conscientemente, atentará contra el otro al que considera que se lo ha causado. Todo siempre tiene justificación por muy injusto que sea, o puede justificarse, pero tratándose de seres humanos la igualdad no se mide de una sola manera, ni una sola dirección.

¿Quién puede hacer ver a los talibanes lo injusto y atroz de sus leyes? Nadie por el hecho de su fundamentalismo, de su ideología o de sus principios, puede tomarse la justicia por su mano, ni ejercerla, ni imponerla y menos, por supuesto, si además se realiza en un país que se considera democrático.