Se dice del rey emérito,
que es la persona que más deteriora la monarquía, y no les falta razón. Tampoco
hay que quitársela a quienes aseguran que
las de Podemos (un partido de amigos surgido del 15M que, en su día, causó
entusiasmo hasta cogobernar en coalición) son las que más hacen en contra del principal pensamiento de las izquierdas: la igualdad, la igualdad de
oportunidades. Una igualdad al menos en pro del beneficio más elemental como es
el derecho a la presunción de inocencia. Ellas, se arrogan una igualdad a su
manera, sin pararse a pensar que la igualdad que tratan de establecer brilla
por su ausencia. En el Ministerio que dirigen con tal nombre, al parecer, los
hombres están excluidos, no son consultados, ni aptos para trabajar en él.
¿Es eso un excelente modelo de igualdad?
La gente de
izquierdas y derechas, conservadores y progresistas (aunque no todos), si luchamos por la igualdad de oportunidades
para todos. Somos conscientes de que las mujeres han estado y siguen
(afortunadamente cada vez menos) marginadas por su condición femenina y, en
especial, por las costumbres heredadas en infinidad de facetas de las que los
hombres, en su conjunto, no somos los culpables. La mayoría de nosotros comprendemos
ciertas situaciones lamentables, defendemos a las mujeres en general, dado que
somos complementarios, y gozamos, lo mismo que ellas, de los instintos
naturales que no se pueden eliminar por decreto. Unos y otras, mediante
adoctrinamientos, coacciones interesadas, normas y demás prejuicios
tendenciosos fuimos y seguimos siendo objeto de imposiciones causadas por nuestros gobernantes políticos, religiosos e
influyentes (monarquías, gobiernos, iglesias y otros poderes) estableciendo normas
y hábitos sin haber olvidado la “ley de la selva” de donde procedíamos, sin
facilitarnos una educación racional acorde con los nuevos tiempos, sin valorar
las diferencias existentes entre las personas,…, pero nunca, hasta ahora (¡en democracia!),
se ha incriminado al sexo masculino de forma tan clara y dictatorial, en
beneficio del sexo femenino que, precisamente, no es manco. Carece, eso sí, de
la fuerza bruta de los hombres, pero goza de la astucia de su sexto sentido.
Se puede prohibir
fumar en público. Se puede aconsejar que los bebes no duerman boca abajo. Se
puede modificar cualquier cuestión establecida, impuesta en su día por
considerarla equivocada, se puede discutir algo concreto, pero por ley no se
puede cambiar la evolución de la Naturaleza. Un instinto, una emoción, una
angustia… se podrán prohibir, recomendar e, incluso, contravenir, pero eso: ¿Cómo se consigue? Acaso, ¿podemos evitar pensar lo que pensamos o no desear lo que
deseamos? Una palabra origina un pensamiento y este una emoción que,
posiblemente, dará lugar a un sentimiento inherente a la conducta de cada cual.
Hombres y mujeres, partes de la misma naturaleza, de los mismos espacios, hemos
de atraernos para reproducirnos. Y para consumar su acto, un acto de seducción por lo general íntimo
y placentero, ni la ley, ni la religión, han de decirnos cómo hacerlo.
Efectivamente, somos
seres biológicos racionales que hemos de anteponer el juicio al empleo de la
fuerza, la violencia, el engaño, la coacción… para el logro de cualquier cosa. De
no hacerlo así, el peso de la justicia se encargará de hacérnoslo saber. Una
ley que ha de ser igual para todos, está incapacitada para saber lo ocurrido
físicamente, y lejos, muy lejos, de adivinar un pensamiento o si, en una
relación entre un hombre y una mujer, uno u otro, expresaron su consentimiento,
lo aprobaron con un gesto, con un suspiro o se pusieron de acuerdo. Jamás la
ley puede dar por válido el testimonio de uno de ellos. Y que yo sepa, "la palabra de Dios" no existe, o ni es palabra de hombre ni tampoco de mujer.
Vivimos en una
sociedad donde quebrantar lo prohibido a muchos satisface, sobre todo si lo consideran injusto. No han desaparecido las guerras, los delitos, las infamias... Y me pregunto: ¿Cómo la ley (encarnada en un juez: hombre o mujer) podrá
interpretar si en un pasado hubo o no un deseo mutuo, un atrevimiento tolerado,
un gesto singular, deshonesto o delictivo? ¿Simplemente porque una mujer así lo
diga? Lamento no estar de acuerdo. Las mujeres, los hombres debemos de ser
íntegros, responsables y asumir las consecuencias. Y habrá que denunciar una
agresión, una provocación, una violencia, una injusticia… para defenderse y
pedir protección y obtenerla, hasta que el asunto sea dirimido y se afronten
las consecuencias. Pero exhortar a denunciar a las mujeres, indicándolas que no
sufrirán consecuencias, es no defenderlas o denigrarlas, perjudicándolas de
antemano.
Nada que ver con los
sinvergüenzas, criminales, hombres y
mujeres, que abusan de su fuerza y su astucia para imponer su voluntad. Contra
ellos estamos todos, pero también contra los que, con sus controvertidas leyes,
dan pie a blanquear la falsedad o la mentira. Siempre ha habido y habrá
asesinos, personas que matan a sus hijos y no, precisamente, por causar daño a su pareja, sino
porque solo se quieren a sí mismos. Pensemos que no solo el sexo es la causa de
tanta victimas, también están los suicidios, los atropellos en general, la
delincuencia callejera, los atracos, las peleas…La Naturaleza es irracional con
los derechos humanos, nada quiere saber de ellos, aunque psicológicamente nos
haya hecho para gozar con el sexo y sufrir dolor con nuestras barbaridades,
hasta el extremo de que la mayoría de las enfermedades son causadas por el
estrés, el medio ambiente, las hambrunas y otros cuyos resortes la ciencia desconoce.
Los humanos de bien,
jamás atentaremos contra lo que más queremos: mujer, hijos, familia, amigos...; tampoco contra los demás
seres vivos porque eso forma parte de la condición humana y que, caracteriza
incluso, a los animales de los que procedemos.
No me leído las
leyes de las que escribo, pero muy pocos, seguro que ustedes tampoco, se leen
el B.O.E. Sin embargo, lo que si capto es la opinión de la gente, lo que en
púbico se dice, lo que en mis círculos, mayoría de hombres, se manifiesta: “Hay que tener mucho cuidado y alejarse de
las mujeres, que cuando quieran te la lían”. Es lamentable escuchar cosas
como estas: me entristece, poniendo a los hombres en guardia. Y no lo digo por
mí, que ya no me es posible tener descendencia, ni pensar lujuriosamente, sino
por los hombres en general que deberán procurarse, para evitar problemas al confiar sus sentimientos de amor en
una mujer o flirtear con ella, un contrato suscrito por ambas partes y, a ser
posible, ante notario, aunque también, me imagino, que surgirán modelos
estándar que lo harán compatibles.
Cualquier ley que
siendo discriminatoria o injusta se imponga, será una ley que producirá los
efectos contrarios a los que trató de evitar. Si beneficia a unos, como es el
caso que nos ocupa, vendrá a la larga a perjudicarlos por el hecho de sentirse
ese uno perjudicado e, instintiva o conscientemente, atentará contra el otro al
que considera que se lo ha causado. Todo siempre tiene justificación por muy
injusto que sea, o puede justificarse, pero tratándose de seres humanos la
igualdad no se mide de una sola manera, ni una sola dirección.
¿Quién puede hacer
ver a los talibanes lo injusto y atroz de sus leyes? Nadie por el hecho de su
fundamentalismo, de su ideología o de sus principios, puede tomarse la justicia
por su mano, ni ejercerla, ni imponerla y menos, por supuesto, si además se realiza
en un país que se considera democrático.