¡Qué extraño resulta ver a la
gente tomar un camino distinto al recomendado por su Dios!
Un Dios que les pide humildad
para poder ser ensalzados. Que aboga por el perdón para que (ellos), en su
caso, sean perdonados. (Incluso, antes de ser crucificado, lo puso en práctica
perdonando al “buen” ladrón). Un Dios, Jesús, que elaboró, según los
Evangelios, la oración del Padre Nuestro, “perdonando las ofensas” y reafirmado,
por su excelencia, por la Santa Madre Iglesia.
Sin embargo, en España, ante el
indulto anunciado por el Gobierno, muchos son los que claman: “No hay perdón”.
“No se puede perdonar sin arrepentimiento”.
La Iglesia y el clero callan.
Aunque, posiblemente, si volviera la Santa Inquisición, que (ellos)
instauraron, volverían a ponerse de su lado. Eso sí, para estos no sería
necesario alegar arrepentimiento, porque (ellos) nunca se han arrepentido.
Cierto es, que Franco, el vigía
del nacionalcatolicismo, tampoco perdonaba a nadie aunque (ellos) se
arrepintieran. E, igualmente, como otros tantos que callan, fue muy católico,
con lugar preferente en las iglesias, pasando bajo palio a las mismas, al
compás del himno nacional, comulgando muy a menudo y siendo un dictador que
sometió a España a su voluntad.
¡Ellos!
¡Mentirosos! ¡Salvajes! ¡Fariseos! ¡Salvadores
de Patrias! ¡Amigos de la Enemistad!
Seguir a Cristo es perdonar.
Poner la otra mejilla. Ponerse en lugar de los demás. Respetar.
Serán (ellos), muchos, los que
irán al infierno por santurrones y antijudíos. Por su práctica religiosa mendaz,
que es pecado, y porque Jesús era judío, ¿no?
Es extraño, cuanto menos curioso,
ver a España, el pueblo más católico del mundo, cometer un pecado de soberbia
cuando más necesitado está de olvidarse de ella, de encontrar fórmulas de
encuentro y reconciliación entre todos sus habitantes.
Insolencia es lo que sobra en
muchos partidos y, en su lugar, se precisa del compromiso. Y, sobre todo, olvidar
la infamia mostrando la forma de cómo solucionar los problemas, aunque para
eso, sería de imperiosa necesidad que se reunieran y acordaran sobre cosas tan
importantes como el paro, la pobreza, la educación, la democracia, las
pensiones, los impuestos y un largo etcétera
en los que todos podemos opinar, para que, una vez establecidos los
pactos sobre determinadas materias, el Gobierno próximo que sea elegido,
pudiera llevarlos a cabo poniéndolos en práctica.
También los catalanes que desean la independencia saben (lo reconozcan o no) que no es posible la
autodeterminación porque no es una región sometida (ya lo fue con Franco como
el resto de España) y, ante un posible refrendo para su independizarse,
necesitan de mi voto como hasta ahora han contado con mis impuestos. O sea, que
el cinismo es gratis y, a lo barato y a la fe, solo (ellos) se acercan de boquilla.
Así que dejen de cacarear y
actúen como gente civilizada y no como salvajes. Respeten la Constitución
cumpliéndola o modifíquenla. Renueven el Poder Judicial y crean en sus
Estatutos.