lunes, 24 de agosto de 2020

UN SEÑUELO IMPRESCINDIBLE

 

Muchas son las personas que se preguntan por la existencia de Dios y, en su caso, por su poder. ¿Acaso su existencia o inexistencia nos hace o nos hará ser de otra manera?

Su ausencia es un hecho y su presencia una imaginación y no sé si ello puede o no hacernos más bondadosos, más honrados, más sinceros o, por el contrario, más egoístas, más corruptos, más hipócritas.

¿Cómo distinguir objetivamente el bien para con nosotros mismos y para con los demás? ¿Qué importa o no la existencia de Dios? ¿Con Él o sin Él viviremos de igual manera?

La vida, nuestra vida, en cuyo origen animal ni entramos, se forma, desarrolla y culmina en virtud de infinidad de genes (replicación de unidades de información orgánica heredados de nuestros padres) y de memes (replicación de unidades de información cultural como  los alimentos, climas, modos de vida…) que, al morir, carecen de replicaciones solo detectadas por elucubraciones atribuibles a religiones, visionarios o espiritualidades imaginarias

Tolo lo que sabemos es que los hombres vivimos, han vivido y vivirán en continuas contradicciones entre el bien y el mal de acuerdo con los genes (recibidos) y los memes (adquiridos) de cada uno de nosotros. Difícilmente genes y memes son exactos en dos personas y, a cada instante, proliferan ideas propias o ajenas que dan lugar a nuevas políticas y poderes, a nuevas creencias y religiones, a nuevas costumbres y economías.

Cada día, Dios, es más un estigma, una entelequia, una ficción… en las mentes de quienes aceptan o cuestionan su existencia y presencia, dependiendo del lugar donde habiten, dado que nada (ni siquiera Él) es inmutable y todo se altera o modifica con arreglo a ignorados inventos por llegar, al agnosticismo en alza o a la omnisciencia y omnipotencia, cada vez más discutidas.  La retorica de la memoria, el maniqueísmo y el sincretismo se observan desde puntos de vista diferentes dando lugar a contradicciones e ignorancias que se rebelan contra las evidencias de los nuevos conocimientos y tecnologías.

Si Dios existe, ¿qué quiere de nosotros?, se preguntan los cristianos ¿Por qué permite nuestro mal? Los budistas afirman que el sufrimiento existe y se interrogan cómo poder liberarse del mismo. Unos y otros han de aceptarlo, si bien, discrepan del origen se resignen o mediten.

Pronto a las religiones de nuevo cuño, establecidas sobre sistemas, normas y valores humanos como el liberalismo, nacionalismo, comunismo, nazismo, socialismo, capitalismo…, se le unirán otras por llegar que, como cada una de las nombradas, se apoderarán de las mentes de unos y otros en base a sucesos para los que la humanidad carece de explicación lógica o científica, sin que ninguna de las anteriores sea abrogada. La idea del progreso se basa, cada vez más, en invertir en investigación con el fin de derogar el viejo eslogan “de donde no hay no se puede sacar”, anunciando perspectivas y beneficios para ganar la confianza de un público que no entiende del crecimiento hacia ninguna parte, ni de los fundamentos de la ficción e imaginación en los que nos sustentamos tal y como, desde el principio de la humanidad, se ha hecho. Nada que ver, sin embargo, con la negación de lo evidente que causa la muerte como el Covid 19, manteniendo una verdad que, aunque lo sea, nada resuelve y es poco práctica.

El futuro, que no veremos, tal vez conciba individuos que se arroguen la condición de dioses o referencias superiores de una raza humana decadente, pero necesitada de un señuelo.

sábado, 15 de agosto de 2020

NO MIRAR A OTRA PARTE

Hay que ser malas personas para augurar maldiciones a otros y beneficios para ellos mismos. Predicar sin dar ejemplo y  denigrar a los demás. Sí. Existen organismos importantes al frente de los cuales hay verdaderos expertos en la cuestión. 

Presagios que casi nunca se cumplen, pero que asustan y, entre entras cosas, realizando, sin responsabilidad, el trabajo que les toca hacer. Si aciertan se ponen las medallas; en caso contrario, si te he visto, no me acuerdo. Su nulo compromiso es manifiesto. Ejemplos vemos en declaraciones políticas tanto en el Congreso como en el Senado, en miembros de  Cámaras, Federaciones Sindicales, Banco de España, Centro Nacional de Inteligencia, Comisión del Mercado de Valores y… otros organismos.

Así que disfrutamos de una élite de personas que parecen ser inmunes al error. Ejecutivos que, gozando de sueldos escandalosos, se permiten, en un segundo plano, alertar a la gente que la clase media y baja mayoritaria, (económicamente hablando: pensionistas, funcionarios, trabajadores con salarios mínimos o rentas básicas), son los culpables de que el déficit se dispare, sin darse cuenta que son ellos, con sus altas remuneraciones (injustificables a todas luces), los que se las debían recortar para equilibrarlo.

Veamos, ciñéndonos a España, algo que acontece:

El salario mínimo está cifrado en 950 euros que por 14 pagas resultan 13300 euros al año. Lo que supone que, con tal cifra, ha de vivir una familia o un adulto, cuanto menos.

¿Cuánto ganan las educadas personas a las que nos referimos? Sencillamente unas 10 veces más. Pues bien, la economía es fácil: Los gastos no han de superar los ingresos. El desequilibrio no es porque los primeros, al ser muchos más que los segundos, deban de ingresar menos, sino porque éstos cobran en exceso, fuera de lo corriente.

No creo en la pobreza que tiende a la igualdad, sin embargo, sí en el esfuerzo y la honradez, en el ahorro y la inversión y, sobre todo, una vez que todo el mundo goce de un soporte vital, en la libertad que nos permita, en buena lid, alcanzar cualquier meta y las diferencias sean loables.

Lo segundo, no consiste en acudir a lo fácil y obviar el problema en su extensión limitando sueldos a la clase empobrecida o aumentando la Deuda nacional. Hay otras medidas y las cantidades fijas, no los porcentajes, logran  que las diferencias no se distancien cada vez más entre unos y otros.

Lo tercero,  me pregunto, es por qué no hablan y tratan la corrupción; los sueldos de los altos cargos o directivos de empresas públicas y privadas; las duplicidades de organismos y entes públicos; la cantidad de subvenciones y ayudas administrativas sin control; el gran número de asesores de los políticos; las comisiones que algunos se llevan sin comerlo ni beberlo, es decir, por la cara; las evasiones de capitales e impuestos; los dineros negros; las donaciones a  Iglesias, fundaciones, partidos, sindicatos…; las rebajas impositivas a empresas, especialmente a las de mayor tamaño; los gastos y gastos sin fundamento que, ni el más avezado, es capaz de enumerar. Pero no. Lo hacen fácil: impuestos contra los débiles.

¡Y se dicen economistas! Pues bien, piensen y cierren el grifo del agua que se escapa.

Por último, reconocer lo triste de la historia por la que el dinero llama a dinero, la pobreza a la pobreza, la educación a la educación, la ignorancia a la ignorancia y las víctimas, que son la mayoría, volverán a ser las mismas otra vez.

Invéntese la Ocupación. Con ella, y otras pequeñas medidas más, cabe remediar cuanto antecede y denunciamos. Es cuestión de acometerlo y no mirar a otra parte.