sábado, 30 de mayo de 2020

SIN IRA NI RENCOR


Aquí, en España, existen fuerzas (partidos y  sindicatos, sectas e iglesias, fundaciones y demás entes conocidos o no), además de nuestros tres poderes constitucionales, con capacidad para reorientar un sentimiento popular hacia donde les interese sin ser ellas, aparentemente, las que azuzan a la gente con el “divide y vencerás”. Una ira y rencor que despoja al individuo de personalidad inhibiéndolo de  criterio y juicio propios. Se le infunde falta de libertad (aunque al tiempo la esté ejercitando), se le proporciona causas falsas que le afecte, se le adoctrina con mensajes emotivos y se le augura un porvenir nefasto acercándole a los fines que persiguen para que no decida libremente, en especial, su voto.
Un Gobierno no se ha de erradicar con un Golpe de Estado, ni con el ordeno y mando impuesto por los más fuertes. Tampoco ha de servir una moneda al aire para que sea el azar quien lo decida, ni la arbitrariedad de unos pocos intolerantes, como está sucediendo, minando continuamente una democracia libremente elegida. Un Gobierno se eliminará con los votos de la gente en una democracia firme, cuando la gran mayoría de los partidos políticos que la invocan, después de unas votaciones libres, así lo decidan. Son actos de confirmación pública en pro de la Democracia, recogidos en nuestra Constitución, que se han de practicar con los votos de cada uno de los grupos políticos constituidos (crean o no en ella) que, además, valen lo mismo, independiente de sus orígenes o pensamientos. Cámbiese la Carta Magna y confieran, si es el caso, otras fórmulas legales de convivencia. Mientras tanto, guste o no, toda alianza entre los grupos, es tan legal y mucha más  respetuosa que el ejercicio de libertad utilizado por los que claman lo contrario.
La Democracia es el Sistema político de España y de sus habitantes. En las escuelas se ha de enseñar respeto a la misma y al resto de las ideas, en lugar de la Formación del Espíritu Nacional de otra época, para que los futuros ciudadanos sepan que todos los pensamientos son posibles, incluso los de los Antitodo e independentistas, pero no las acciones ilegales que agreden a los que no piensan como ellos e incitan con malas prácticas a constituir un “Singobierno” o un “Gobierno independiente”.
¿No sería mejor implementar soluciones y que el ideario de los grupos políticos se confrontara para el mejor bienestar general?
¡Qué trabajen y no chillen! ¡Qué aporten y no escandalicen! ¡Qué no alarmen a la gente con tanto horror y vaticinios imposibles!

miércoles, 27 de mayo de 2020

RESPETO, POR FAVOR.


¡Qué impotencia escuchar las insultantes palabras de nuestros representantes!

Más parecen gorrinos hambrientos berreando por salir de su cuadra a conseguir comida, que políticos dignos de un pueblo civilizado y democrático tratando de lograr el poder.

Alguien que necesita del insulto, de señalar lo que fue o dejó de ser el padre de un oponente, de  enervar a la atenta población que votó  o no a su partido, es lo mismo que una serpiente venenosa, de colmillos afilados, dispuesta a engullir su presa ante los estoicos espectadores que la contemplan.  Una víbora merecedora de estar en una jaula encerrada por el peligro que constituyen sus letales palabras, más violentas que el coronavirus.

Ni cerdos, ni serpientes, necesita las Cortes.

¿Alguno de los allí sentados sabe lo que es el Respeto?

Sería un gran acontecimiento cerebral que los políticos lo supieran.

Lo que sucede no es nuevo. Improperios, descalificaciones, temeridades, es el pan de cada día.  

Ignoran, sin duda, que el respeto es una defensa creada por el alma para preservar el cuerpo de uno y el de los demás.

Pero no, prefieren campar por sus respetos, que no es lo mismo, tratando de conseguir lo que más les preocupa: los votos.

Y así nos va a los españoles con su ejemplo.

Gente aburrida, tratando de redimir a los españoles con sus fracasos. Incapaces de sembrar esperanzas con sus vulgares e insustanciales discursos. Saben prometer y vaticinar lo que sus seguidores y estómagos agradecidos desean oír. Vivas a la Patria que nadie puede rechazar. Vivas a la vida maravillosa que les pertenece. Pero el respeto brilla por su ausencia.

Una pandemia como la que estamos atravesando sería suficiente para que todos a una aportaran su saber; sin embargo, o no saben nada, que es lo más posible; o su ambición por mandar es de tal magnitud, que ven la miel en su labios o, al menos, se la imaginan.

martes, 19 de mayo de 2020

¡Qué peleen sus padres!


¡Qué listos somos los españoles! ¡Sin duda los mejores contando nuestra historia sin cordura!

Pasamos un siglo XIX nefasto con guerras y sublevaciones, con el despotismo más absoluto del rey Fernando VII (felón, asesino, tirano, ladrón donde los haya), la triste Primera República que el azar impuso y una fallida regeneración social con la que comenzar el siglo XX. Tampoco este fue  ejemplar. Alfonso XIII estableció una dictadura al margen del pueblo español, analfabeto y religioso, tragicómico y milagrero, dirigido por trepas y caciques, cuya huella de identidad solo sabe de hambre y miseria, de honrar a los muertos y despreciar a sus vivos. Un Golpe de Estado dio comienzo a la más horrorosa guerra de nuestra Historia acabando con la Segunda República y creando otra dictadura, que volvería a implantar la monarquía. ¡Pobre  pueblo el español! Callado y dormido largo tiempo, obligado a obedecer un único pensamiento. Pagó un alto precio sin duda por conseguir su libertad, aunque hoy algunos duden si la pena mereció. No obstante, en XXI, sin haber aprendido la lección, seguimos padeciendo a bandos políticos diferentes enfrentados, que continúan velando por los mismos intereses.

Y a nivel mundial, como aquí en España, sucedieron también cosas trágicas como la Primera y Segunda Guerra Mundial o la implantación de Sistemas políticos nacionales y ultra radicales. Todas después de crisis, hambrunas y miserias en diversas sociedades en las que se creó un caldo de cultivo propicio a ideas dementes de signos desiguales, aprovechado por caudillos cautivando las emociones de la gente, sin necesidad de argumentar razones o remedios.

Actualmente, el mundo entero pasa por momentos delicados con el Coronavirus. Unos y otros buscan sacar rendimientos a su costa, mientras las tumbas se llenan y el miedo no cesa. España no es una excepción. Es un campo de batalla donde los gerifaltes quieren mandar. Son momentos favorables para sacar tajada, para que sus Partidos Políticos realicen sus proclamas. Culpan de las muertes a sus contrarios con descaro. Denuncian desbarajustes y una pésima organización. Y como la Iglesia ya no puede obrar prodigios, ni introducir ideas en cabezas humanas, ellos lo hacen enarbolando banderas de España como si fueran suyas y no solo a ellos los representa, ya que son de todos los españoles. Se parecen a sectas ofreciendo lo que la gente no puede rechazar, abonando el campo para llevar a cabo su estrategia con mensajes y calumnias repetitivas, con ideas venenosas que se asimilan inconscientemente, poco a poco, sin que las personas se percaten que son reclutados para su causa, ni que son sometidos a las maquinaciones de quienes, desde la sombra, les dirigen para hacerse con el poder.

Personalmente, estoy harto de la España de las voces, los insultos y la incultura. Harto de la gente que no decide por sí misma y sigue las consignas de dirigentes políticos que viven de eso y de estómagos agradecidos. Harto que la historia se repita sin haber aprendido nada de ella. Harto de ignorar a los vivos y honrar a los muertos. Harto  de la codicia, soberbia y maldad de afiliados y seguidores de los partidos que arremeten a sus contrarios y prometen lo imposible sin aportar soluciones ni llegar a acuerdos, ya que su único fin es someternos a su antojo. Y lo grave es que apelan a los sentimientos y no a las razones para que la discordia cunda entre nosotros y nos peleemos.

Oí gritos y voces de “libertad, libertad”. ¡Qué extraño cuando los Antitodo la desprecian! Desean volver a otra dictadura y eso no lo debemos permitir por mucho que les prive o, con ella, les vaya muy bien. Son momentos delicados, peligrosos. Tendremos que ir con ojo. Las Cortes y la Democracia han de ser mantenidas y respetadas. Mientras... ¡qué peleen sus padres!

martes, 5 de mayo de 2020

YO SUSCRIBO MI PARTE, ¿Y TÚ?


En estos momentos de internamiento a causa del coronavirus me viene a la memoria las palabras de un joven profesor de economía, en la época de la Dictadura, diciendo: “La gran aventura de vivir en España,  a diferencia de otros europeos, especialmente los nórdicos que lo tienen todo previsto y se aburren soberanamente, es no saber qué sucederá mañana”. Posiblemente hoy, prescindir de tal incertidumbre, anularía la emoción de mi profe y le resultaría difícil vivir sin ella.  Sin embargo, el coronavirus ha llegado como en su día lo hizo la democracia para  demostrar a mi antiguo maestro que las cosas cambian, no son eternas y, muchas de ellas desestabilizan, pese a que podamos entendernos hablando y seamos más los que preferimos la certidumbre a la aventura. Pero ni se habla, ni se coopera. Ni siquiera  para solventar el grave problema social y económico presente y el que atroz se avecina para los que habrá que tomar drásticas medidas y no dejarlo en manos de la providencia, al azar o a la caridad, confiando en el buen hacer o la generosidad de la gente. Los políticos prefieren los discursos con que alimentar a seguidores y liquidar a los que dirigen para ocupar sus puestos.

Son momentos estos de sentirse español, un español de verdad, y entregarse por completo al menester de demostrarlo. Y eso se consigue con proteger la vida de la gente sin destruir, en la medida de lo posible, el tejido productivo que a todos puede sustentarnos. El Gobierno y la Oposición han de mediar en que ambos pilares de la sociedad, por ese orden, permanezcan en pie, cuidando del fiel de la balanza evitando las máximas muertes, tanto físicas como jurídicas, aunque sea un difícil y prudente equilibrio, para el que deseamos acierto.

Ya se han anunciado fórmulas económicas al respeto que deberían continuar adaptándose conforme a los acontecimientos sucedan , así como una Renta Mínima Básica de la que seguiré comentado, para que con ella se destierre el paro al tiempo que se protege a quien carece de medios dignos para vivir. Hoy es cuando más hemos de velar por nosotros mismos, consumiendo e invirtiendo en productos y bienes locales, regionales, españoles y europeos, por ese orden. Si bien, aunarse, ponerse de acuerdo y ser solidario entre todos los pueblos es vital para eliminar la pandemia. Vivimos en una democracia parlamentaria, susceptible de mejorar, por lo que hemos de exigir al Gobierno que nos gobierne y a los demás, a que colaboren y aporten soluciones cuando, como ahora, sea preciso.  Llegará, no hay duda, las críticas y las responsabilidades así como las felicitaciones si con su proceder los políticos (afilando gastos superfluos, prescindiendo de privilegios, revocando ayudas innecesarias, emulándonos con sacrificados hechos personales) nos dieran ejemplo.

Propongo a la Administración que nos “solicite/obligue” a invertir en la Deuda “Coronavirus”. Una emisión a crear por el propio Estado para que los suscriptores nos  beneficiemos de una inversión segura, rentable y disponible. Una Deuda a un plazo de 15 años. Con posibilidad de amortizarla antes de vencimiento a conveniencia del emisor y con cotización en bolsa. Con un interés variable del Euribor +1, siempre que resulte positivo, con cupón y revisión anual. El importe de la inversión obligada para cada contribuyente sería un porcentaje (10, 12, 15, 19 y 23%  respectivamente a los cinco tramos del impuesto de menor a mayor) del importe pagado este año por el IRPF del 2019. Voluntariamente, las personas físicas y jurídicas, no tendrían límite de compra alguno para la emisión de Deuda de la que hablamos, destinada a paliar los daños originados por la pandemia. Obligatoriamente podrían cubrirse unos quince mil millones de euros de la emisión, ampliable en razón a la demanda de la parte voluntaria. Todo ello sin contar con los fondos de Europa a la que pertenecemos.

Invito a que todos colaboremos para ayudarnos. Yo suscribo mi parte, ¿y tú?