La Tierra no es propiedad de nadie y lo es de todos. Dicho lo
cual, podemos afirmar que la Tierra pertenece a la totalidad de los seres vivos
que la habitamos y, en base a las circunstancias dadas desde su creación hasta
el momento actual, los territorios que la conforman gozan de “legítimos” dueños
que, en un tiempo determinado, convendría refrendar si los hombres fuéramos
medianamente responsables: evitaríamos guerras y ruinas a sus moradores
actuales y los que están por llegar.
¿De qué servirá, en su
caso, la victoria a Rusia sobre Ucrania? O, por ser más preciso, ¿qué ganará Putin
con mantener una guerra estéril (como
todas las guerras) matando a diestro y siniestro y acabando con miles de
hogares? Putin, como todos nosotros, no tardará en morir y pasará a la historia
como un cruel asesino que, sin necesitar nada, estaba loco de odio a sus
semejantes. ¿Hay algo peor para quien se considera casi un Dios? Más le valdría
mejorar la vida de los suyos anulando sus calamidades y proporcionándoles salud
y justicia.
Putin no es real. Es un espíritu del diablo hecho carne.
Morirá y el mundo gozará de su muerte sintiéndose aliviado. Su cadáver olerá a
mierda podrida y será hundido en los infiernos donde su avatar será devorado
por gusanos que lo hagan sufrir del mismo modo que él hace padecer a sus
víctimas. Lo único que tiene existencia real es su espíritu (como dice el
hinduismo), pero él ya es un cadáver viviente.
A todos los efectos perversos de la humanidad, “hechos con
buenas intenciones”, uniremos a Putin y su régimen ([1])
que llegaron para mejorar a Rusia y a
sus habitantes y los castigó con la peor de las maldades: el odio de la gente.
La historia los despojará de todo honor y gloria, en el más absoluto de los
silencios, y la sociedad debería repartir
sus bienes entre la gente pobre. Se
unirán a personales similares: Leopoldo II, Hitler, Stalin, Mao, Franco, Pol
Pot, Videla y otros locos fantasmas que vivieron y viven para que el mal
persista en la conciencia humana. ¡Miserables héroes perturbados que, allá
donde estén, gocen de las desgracias que sembraron!
No nos confiemos de los patriotas merecedores del vacío y la
reprobación que hay que descubrir y denunciar. Recordemos que son, como en
otras épocas, aguerridos difamadores empleando la insinuación y el insulto.
Hoy, ya no caben imitadores por mucho que mientan escudados en instituciones,
sociedades o partidos democráticos y/o sean ensalzados por fieles seguidores de
mensajes y proclamas carentes de sensatez y razón, toda vez que no se ha de
esperar, ni un segundo más, para resolver los problemas con el dialogo y la paz,
pues, además, tenemos organismos nacionales e internacionales creados al efecto.