martes, 30 de junio de 2020

LO QUE LA GENTE QUIERE


Soy ciudadano español, europeo y, además, me siento orgulloso de serlo. Sin embargo, no sé a qué esperamos los habitantes para reivindicar una integridad política única, legal y universal para que la Europa comunitaria sea una identidad común en todos sus ámbitos: ejecutivo, legislativo y judicial; educativo, sanitario y  militar; religioso, económico y de relaciones exteriores.

La política ha de ser el enlace que trace las formas de armonizar las distintas ideas (aunque no siempre lo consiga) y, por tanto, una Constitución Europea, con supremacía a las del resto de los países que la forman, será la fórmula para volver a iniciar la que quedó pendiente desde hace tiempo. Repetiremos el proceso procurando no errar  hasta alcanzar el consenso; si bien, el marco de libertad habrá de mantenerse para, en su caso, llevar a cabo, rápidamente, una adaptación flexible. Un nuevo intento que el paso del tiempo y el coronavirus pueden conciliar.

Posiblemente se necesite de gente comprometida con la colectividad europea y menos antieuropeos que, empleando argumentos de anarquía o exclusión individual (caducos en los tiempos actuales), son contrarios.

La mayoría abogaremos por el respeto e igualdad de oportunidades de los pueblos que componen Europa. El nacionalismo excluyente que discrimina y conduce al desgobierno y al desorden, será empujado hacia uno de los dos Grupos principales y mayoritarios de ciudadanos que deseamos una Europa unida.

Conviene elegir, decidirse e izar el Sistema Democrático para ceder cada uno de los países miembros más soberanía a esa Europa que nos mira con recelo y  desconfía de los egoísmos que unos y otros albergamos para sí y los nuestros. Dejemos de mirarnos al ombligo y consintamos en beneficiar a los europeos que más lo necesiten, entre los que nos encontramos. Accedamos, igualmente, a que un Gobierno de Europa ordene a los gobiernos de las naciones que la componen, por muy poderosos que sean. Sigamos los pasos correspondientes hacia la Unión Política para que, definitivamente, no nos separemos. Dejemos que el liberalismo político y el control social pugnen y compartan los proyectos con que los ciudadanos viviremos mejor.  ¿No es eso lo qué la mayoría de la gente quiere?

sábado, 20 de junio de 2020

FORJEMOS LA CONVIVENCIA


“Cuando apenas comenzaban a cicatrizarse las profundas y cancerosas llagas que abrieron el cuerpo político del Estado y los desastres revolucionarios de los años 1820-1823, y mis vasallos amados conseguían las ventajas de las importantes mejoras que a beneficio de la paz se han ido sucesivamente introduciendo de todas las ramas de la administración pública, vuelve la facción rebelde e incorregible, que tiene jurada la desolación de su Patria, a alarmar y conmover el Reino, asomando por las gargantas de nuestras fronteras de tierra y preparando incursiones por las de mar”. (Fernando VII Decreto 1º de octubre 1830).

¿Merecerá la pena saber que este Rey prohibió el hecho de gritar “Viva la Libertad”?

Debemos forjar una convivencia basada en no culpar al contrario.

Esto no va de disputas partidistas, ni de símbolos, colores o banderas (liberales, conservadores, socialistas, fascistas, comunistas…) ni tampoco de intuiciones, presagios o  de aquello que no requiera reflexión. El sentimiento, la experiencia y la memoria histórica han de considerarse sabiendo de antemano como acabaron sus actos. 

Unos usaron la desinformación, el odio y miedo para hacer suyo el sentir de las masas y eliminar a los otros. Los de a pie, siempre ocurre y causa pena, no aprenderemos lo suficiente para evitar un nuevo estalinismo o un cuarto Reich. Tales cosas sucederán si nos dejamos instrumentalizar, una y otra vez, por gente que vive de los miedos e incapacidades de los demás para resolver sus problemas. La historia nos demuestra que la dictadura, la radicalidad, la imposición, no los soluciona, sino que los agrava. Y aún peor, las mentes de nuestros niños vendrán a colorearse del color del vencedor, carente del espíritu crítico que la democracia alienta, dominadas por los pensamientos que el poder les imponga como aspecto normal y frecuente hasta que sean capaces de considerarlo.

Lo importante es crecer con un espíritu crítico propio. La práctica se irá potenciando en favor de la mayoría y del bien común. Y, sobre todo, con el absoluto convencimiento de que es el acuerdo el que nos beneficia, aunque a nadie satisfaga plenamente. El miedo y el descontento nos pueden llevar al enfrentamiento e, incluso, a la dictadura, caldo de cultivo para  sumir a la gente en las profundidades de una oscuridad aberrante, producto del pánico, el dogmatismo y la ignorancia.

“Antes de denunciar reconcíliate primero con tu vecino y este hará las paces contigo naturalmente, no sea que el juez, ante la acusación, no considere que aportas la verdad. Por eso no devolváis el mal por el mal, sino buscad lo que es noble ante todos los hombres” (San Mateo).

¿No será más aconsejable seguir la presente cita que la del rey con la que empecé la presente crónica?

lunes, 1 de junio de 2020

LA CODICIA DEL DINERO Y EL PODER (Una enfermedad que nos persigue)


Rogaría encarecidamente a los que accedan a estas líneas que repasen la historia de España. Que escudriñen objetivamente el pasado, desde finales del siglo XIX, y comprueben si un caldo de cultivo, similar al de entonces y hasta el comienzo de la Guerra civil y fratricida, se está urdiendo entre los españoles para que se vuelvan a enfrentar. Entonces, como ahora:

.  Se cuestiona la legitimidad del Gobierno.

. El fracaso y la radicalización de la clase política parecen evidentes.

. La discordia entre bandos políticos no cesa alterando la convivencia ciudadana.

. Ostentar el poder político, económico, social… se codicia, sea como sea, por los partidos.

. Los ciudadanos comienzan a tomar posturas y se les nota más intolerantes.

. Alguien está interesado en volver a las “andadas” empleando medios inaceptables.

Hoy, parece que se está tratando, sin pasar por las urnas, de derrocar al Gobierno basándose en: despotricar la función del Ejecutivo; atribuir la crisis económica que se avecina; culpar la gestión de la pandemia y los muertos causados, incluso los de ETA;  acudir a la justicia por una mayoría de cuestiones, aunque queden en nada; por nombramientos afines o por cualquier tema que se le pueda sacar punta envenenando a la población con infinidad de bulos, insultos, mensajes destructivos que repiten y repiten hasta hacer creer que son verdad siendo mentira.

Tal vez, la historia deba repetirse: me aterra. Igual, supongo, les ocurriría a aquellos que con sus reenvío de whastsapp (inocentes o no) echan leña al fuego. Solo con pensar en el cruento y pasado acaecido, “de cuyo nombre no quiero acordarme”, me pongo a temblar.

Sé que los hombres ni hablan, ni sienten, ni actúan de la misma manera y ninguno escarmienta en cabeza ajena; sin embargo, insistiré hasta la saciedad para que la guerra no vuelva y el hambre no llegue. Por eso, desde estas líneas, pido a los partidos políticos que se pongan de acuerdo ya que hemos de convivir en el mismo territorio: España. Ella, por muchos intereses o privilegios que se arroguen, a todos pertenece y nadie ha de ser más que nadie.

Hoy la incultura no está tan generalizada como ayer y las almas de las Fuerzas Armadas, que antaño confrontaron con su fuerza bruta, debatirían intelectual y razonablemente, pues,  de no ser así, el peligro se repetiría y eso es inadmisible y no se puede repetir en una España civilizada. La clase política ha de aunarse y erradicar las desconocidas fuerzas o enfermedades del mal de aquel tiempo, que hoy son totalmente conocidas incluso por analfabetismos del que carecemos, si bien, la pobreza se resiste a desaparecer por la codicia que nos arraiga.

Eleven los ciudadanos sus espíritus para gozar con la inspiración de las artes y las ciencias. Identifíquense con ellos y expresen, como ahora hago yo, sus puntos de vista. Que no sean encuentros insoportables como hacen los tertulianos  en la noche del sábado en la Sexta televisión, descubriendo las debilidades humanas con sus extremados criterios. Olviden la ira.

Aceptemos vivir con el germen de la diferencia que no se podrá desterrar como la cabeza del resto del cuerpo: es preferible ser un cornudo vivo, que no dejar de serlo y morir en el intento.

¡Qué la sangre caliente de los españoles se aplaque como el frió aplaca el humor de la gente nórdica! El Pueblo español, consciente, se ha de aprovechar de la luz y la fuerza que lo iluminan.