lunes, 21 de febrero de 2022

ENTRE LADINOS ANDA EL JUEGO

 

“Soy un aguerrido defensor de Franco. También lo soy de Jesucristo, nuestro señor. No puedo ser de otra manera por convicción y me siento español de pura cepa, manchego por más señas. Tengo siete años y me encanta vivir en la década de los años cincuenta del siglo veinte”.

Desde entonces ha llovido un poco.

Mi Patria no ha cambiado, es España, pero, aún siendo el mismo y aquella la etapa más feliz de mi vida, hoy no me reconocería de ignorar que era yo aquel crío.

Mi pueblo, sí, el más importante, y mi barrio, el de San Sebastián, no digamos: glorioso.

¿Cómo olvidar tales vivencias?

Ni quiero, ni puedo olvidarlo. Es una añoranza entrañable, sincera y pura como el agua brotando cristalina de un manantial. Sin embargo, sin querer ni entrar en detalle, la contienda actual del Partido Popular me lo ha evocado. Franco de un plumazo, sin contemplaciones, se hubiera cargado a ambos. Al cabecilla de Casado y a la tigresa de Chamberí. Después, cada uno podría montar su circo entre sus más entusiastas seguidores, pero mientras tanto aire, que todo huele a chamusquina.

No, no deseo que vuelvan aquellos tiempos.

Quiero que un dictador no nos gobierno a su antojo y capricho, prefiero una democracia con todos sus defectos e irregularidades, que se irán subsanando a medida que se intensifiquen los controles y resquicios por donde se esfuma, como es el caso, por conductas semejantes.  

No, no deseo que vuelvan aquellos tiempos.

Quiero seguir viendo a Jesucristo no convertido en moneda de cambio de la gran multinacional que lo explota. Llenando los mercaderes sus alforjas, merced a un borriquillo palmeado entrando en Jerusalén o conmemorando su ignominiosa muerte en la cruz.

No, no deseo que vuelvan aquellos tiempos.

Quiero que la justicia camine avanzando hacía una verdadera probidad, que aún no lo es,  y reine en  ella, al menos, un recto e independiente espíritu humano.

No, no deseo que vuelvan aquellos tiempos.

Quiero que el saber de la gente y el respeto hacia los demás se engrandezcan para que la convivencia, el acuerdo y bien social, se aúpen por encima de salvadores de patrias y tiranos clementes cuando, en realidad, lo fueron por sus propios bolsillos e intereses.

No, no deseo que vuelvan aquellos tiempos.

Quiero que en nuestras casas, con nuestra familia, y fuera de ellas, con los demás, se pueda hablar de todo.  Y no, como entonces, donde con el brazo en alto había que decir: ¡Arriba Franco! Idolatrado entre yugo y flechas, bajo palio de iglesias, al compás del himno nacional, a imagen y semejanza del Sagrado Corazón o la Virgen de las Angustias, que daban miedo.

No, no deseo que vuelvan aquellos tiempos, aislados y alejados del resto de las naciones, pese a la felicidad que añoro, si bien, reconozco que hoy, aquella España triste y pobre, oscura como una tumba, desapareció para siempre aunque algunos trasnochados  la echen de menos.