sábado, 14 de enero de 2023

EN EL ESPACIO DE NUESTRAS VIDAS

 

El mayor bien es la libertad.

Lo más necesario es la confianza de los hombres. Estos la exigen aunque no la merezcan.

 La verdadera industria es la política.

El carácter tiene más valor que la inteligencia.

La religión y sus dioses dieron forma y sentido a la vida de los hombres.

En la Roma de aquellos tiempos se vivía “peligrosamente”. Todos los peligros comenzaban cuando se venía al mundo.

Para mí, no hay duda.

Desde nuestros antepasados romanos, dominadores del mundo conocido hasta el Medievo, los humanos hemos cambiado muy poco o mucho, según se mire. Digamos que no ha sido a un ritmo lento como el de los cuerpos del Universo que caminan a velocidades de vértigo, pero que, al ser este infinitamente grande, apenas se nota su transitar. Tampoco a la velocidad de la luz porque entonces nuestros cuerpos no serían nada físicos; ni siquiera a la media de los volúmenes (materiales e inmateriales) antes expuestos y sí, posiblemente, al ritmo pausado de la Naturaleza de la Tierra que, cada vez más, se muestra irreconocible. Somos seres vivos formados por partes físicas (órganos), metafísicas (almas) y etéreas (el espíritu que irradiamos) y ninguna de las tres podría subsistir por separado, condenadas a interrelacionarse entre ellas.

 ¿Pero en qué medida u orden?

Un ser vivo, biológicamente, avanza y retrocede con pasos en una dirección y la contraria. Si bien, a menudo, ocurren desequilibrios entre sus partes por múltiples razones. Un accidente físico, por ejemplo, puede  hacer inestable nuestro comportamiento o conducta. Un disgusto, una pena o un suceso, pueden afectar nuestra emotividad y esta, manifestarse a través de una enfermedad corporal. O, sin motivo aparente, una influencia beneficiosa, dañina, consigue facilitarnos una recompensa y alegría o una frustración y angustia, respectivamente. Una palabra,  pensamiento o emoción, nos complacerá o nos entristecerá igual que el sol nos suministra su luz y calor. Es, por tanto, de sumo valor, cuidar el cuerpo, el ánimo y lo que nos rodea, interna y externamente, para gozar lo máximo posible del equilibrio necesario para el bien vivir. Algo, sin duda, poco fácil de lograr, salvo que sepamos cuidarnos y entender las expresiones, al principio expuestas de la época romana (que vienen a ser semejantes a las actuales), para pulirlas con el paso del tiempo y progresar en mejores y más saludables hábitos en beneficio de nuestro organismo (cuerpo, alma y espíritu) a fin de que no se descompense.

Iremos analizando las frases, antes referidas, para aprender de la historia que, la mayoría de las veces, olvidamos. Trataremos de no aferrarnos a nuestras creencias (imposible o muy difícil de conseguir) o, para ser menos subjetivos, desengancharnos de lo que queremos querer.

Escribiéremos, pues,  sobre Libertad. Confianza. Trabajo. Idiosincrasia. Religión. Peligro y, sobre todo, dejaremos volar nuestra imaginación al ritmo que le plazca para que se sienta libre e independiente, dado que “somos productos de la sociedad en la que vivimos y nunca se convence del todo a nadie de nada”.