viernes, 8 de noviembre de 2019

DEMOS LA PALABRA AL PUEBLO


“Ni la unidad de España ni la independencia de Catalunya valen una imagen de violencia”.

Los tiempos de la tiranía y la imposición representados por las fuerzas de las monarquías, dictaduras y religiones pasaron ya. Es hora de dar la voz al pueblo sin violencia, sin renunciar a que cada cual piense y sienta lo que quiera, lo que su conciencia dicte, siempre y cuando mantenga el adecuado respeto a los demás, tolere ideas, creencias y formas de expresión distintas que puedan ser rebatidas.

Deseo que estas líneas, hoy ocho de noviembre de 2019, se lean sin que en ellas puedan ver mis lógicas tendencias políticas (sociales y económicas) y sea creíble, objetivo e interesado en el bien general de España y su gente, aunque algunas manifestaciones formen parte del ideario de algún partido.

Previamente he de decir que, tras la muerte del dictador Franco, creo que el espíritu de nuestra Transición, guste o no o se invoque que el ejército u otras fuerzas malignas condicionaron su resultado, fue modélico, ejemplar y reconocido meritoriamente por todas las naciones democráticas. Hoy, desde hace un tiempo, debido a muchas circunstancias prolijas de enunciar, se ha denostado quitándose la importancia que merece, hasta el extremo de que son muchas las voces que claman por otra nueva Transición que, a mi juicio, no corresponde.

El Parlamento que de las urnas salga elegido, dará luz verde al Gobierno para que lleve a cabo lo siguiente:

1-      Perdonar. Perdonar no significa humillación (“quien se humilla será ensalzado”) sino todo lo contrario: exaltación, honra para quien lo otorga. Quien perdona encontrará compasión. Quien responde con odio con odio será respondido. La violencia engendra violencia. Un círculo inmemorial que convendría cortar.  

Los políticos presos y juzgados culpables al acometer el incumplimiento de la ley a sabiendas, atribuyéndose atribuciones políticas que no le correspondían decidiendo algo que no solo a ellos, sino a todos los habitantes, compete y cuyas consecuencias podrían ser tan graves como la división del territorio de España, las luchas entre sus hombres y pese a granjearse las más abyectas simpatías, pese a todo, deberían de ser perdonados.

2-      Modificar. En compensación y a fin de evitar acciones de oprobio, discriminación, supremacía de unos sobre otros, escasez democrática, aliento al desorden… que se han dado en Cataluña y pueden darse en otras partes de España, se hará una reforma en profundidad de educación desde la guardería, que acometerá la práctica oficial y real con los mismos libros de texto e idioma único en todas las comunidades. Hay que mantener y potenciar la diversidad que nos enriquece  y no la de tiempos pasados que nos embrutece mostrándonos sentimientos tribales.

Aprovecho ya  para sugerir modificar aspectos autonómicos a fin de optimizar recursos creando centrales de compras o anulando e imitando competencias transferidas que su uso demostró ser nocivo  u optimo respectivamente. También que el Senado sea arbitro de tales oscilaciones y de otras cuestiones que merecería la pena arreglar.

Necesitamos de un Gobierno de ciudadanos libres, no subyugados ni dirigidos por entes e intereses que lo domine y que sea consecuente con que un país no progresará (ni se vivirá bien) si su gente o parte de ella está condenada a enfrentarse a vivir con rencores y odios, rencillas y dolores sin reparar, aunque tal reparación exija algo a cambio.

 “Vivir es convivir. La vida de cada mortal es absolutamente individual, pero en ella se encuentran inexorablemente los otros. Sociedad, sin embargo, significa algo muy distinto de masa, mera yuxtaposición de hombres anónimos que ahogan su soledad juntos, sin unirse realmente”.



viernes, 1 de noviembre de 2019

EL FIN, NO SIEMPRE, JUSTIFICA LOS MEDIOS PARA CONSEGUIRLO


Mi objetivo es vender mis escritos igual que el de otros es vender su género. Una meta loable y digna que deseo alcanzar con todas mis fuerzas. Un afán que procuro lograr transmitiendo hechos, historias y pensamientos que entretengan y disfruten a los demás. Sin embargo, pese a que en ello vuelque mis mejores intenciones, aporte mi sacrificio, constancia, dedicación y mis novelas gocen de buenas críticas, no lo consigo. He llegado, por tanto, a convencerme de que para que la gente los lea he de darme a conocer o hacerme famoso, lo que supone acometer algún tipo de acción apoteósica de enorme trascendencia  o provocar  algo, sea lo que sea, que llame la atención para que así suceda.

Lo que importa en realidad es lo que siento, no la actividad a la que me dedico por muy significativa que sea y me proporcione la subsistencia adecuada, ya que no colma mis sueños. Es el arte que amo lo único que puede facilitarme la plena y absoluta satisfacción lanzándome hacía el triunfo y el esplendor. No digamos de los muchos  que pintan, bailan, hacen música y practican artes con las que, para su desgracia, no pueden ganarse la vida y subsistir dignamente manteniéndose en el  anonimato cuando existen otros artistas iguales e, incluso inferiores, que son famosos  izados por la publicidad u otros medios espurios.

Tal vez sean mis sentimientos los que me obsesionan y hagan enloquecer mis pasiones. Pero pretendo acabar con lo que considero una injusticia y he convencido a otros tantos como yo, para pasar a la acción y dejar de ser desconocidos, irrelevantes y dependientes de esos otros artistas que se creen superiores porque manejan el gobierno de la organización a las que todos pertenecemos: seremos soberanos e independientes, ajenos a sus antojos y prioridades.

Provocaremos, como he citado, acciones  violentas con proyección internacional que nos distingan: saquear establecimientos, incendiar contenedores con los que levantar barricadas, cortar carreteras, vías de tren, aeropuertos, impedir que la gente estudie o trabaje, causar el pánico en un estadio u otras acciones incontroladas cuyas noticias  trasciendan e impacten en la opinión pública para presionar a los que nos someten y nos permitan, únicamente a nosotros, el derecho a decidir sobre algo que es de todos.

¿Qué importa el camino elegido si obtenemos lo que nos hemos propuesto? ¿Cualquier cosa que hagamos merecerá la pena por conseguir nuestros objetivos?

¡Qué lamentable error! Catalanes, catalanufos, andaluces, charnegos, artistas.

¿Se crucificó a Cristo para que el cristianismo triunfara? ¿Alemania causó la mayor guerra conocida para que Hitler y el fascismo vivieran en la memoria de toda la humanidad?

Miles, millones de seguidores también pueden estar equivocados y, eso sí, en ambos ejemplos, los muertos fueron numerosos e incalculables, porque cuando el sentimiento (adquirido de forma inconsciente) prevalece a la razón (aprendida por el saber y el sentido común) no hay armas que detengan los  fanatismos. Las Guerras Santas y bélicas aún prevalecen con sus idearios y líderes a la cabeza, con los adoctrinamientos patrios originados por  simples chispas o falacias inocentes que claman justicia en defensa de interese personales o partidistas.

Los muros  y las fronteras no se crean para la independencia (una entelequia) sino para enfrentar a la gente de bien que no les importa quién los gobierne si lo hacen con bondad,  justicia y respeta la libertad de todos. Eso sí, el fin, no siempre justifica los medios.