sábado, 2 de marzo de 2013

QUE NOS BASTE EL TRABAJO INDIVIDUAL


Los peligros mayores en la vida provienen de las economías. Desde hace tiempo me dedico a pregonarlo: Corten. Anulen gastos, generen ingresos y, sobre todo, no aumenten más pobreza. Motiven un desarrollo más justo, que garantice la igualdad de oportunidades. ¿Qué cómo se hace eso? Limiten las rentas de las personas físicas. Supriman cargos, privilegios, administraciones. Saquen de los balances los activos ajenos a la actividad y háganlos productivos. Creen la movilidad y ocupación retribuida para todos y el despido libre. Regularicen las herencias que no estimulan el desarrollo personal. Que los impuestos nos igualen. Atajen los delitos, las corrupciones, las agresiones económicas. Dejen trazas visibles en los movimientos de capitales. No primen las O.N.G., ni las fundaciones, ni la caridad, ni las subvenciones, ni las donaciones, ni los subsidios, no comercialicen con los paraísos fiscales; háganlo con la sanidad, la educación, la justicia, el orden, la dignidad. De ello hemos venido escribiendo y, ¿quién sabe? si tendremos capacidad para poder seguir haciéndolo.
Se habla de castas y grupos como personas de otra raza: políticos, ricos,  empresarios desaprensivos,  dueños del mundo, poderosos,  pobres, desahuciados. Yo intento no hacerlo siempre que puedo, considerando que todos somos personas físicas y son las circunstancias las que nos colocan en el espacio que nos corresponde en el  momento oportuno. El resto son personas jurídicas. Defiendo a las primeras; seres vivos surgidos de un misterioso huevo envuelto entre silencios: antes y después de la hora de nacer, de la hora de morir. Trato que la línea de salida sea lo más igual para todas, hasta que podamos volar desprendiéndonos del nido; algo así, como procurar la igualdad de oportunidades para todos. Y seguir con una serie de medidas flexibles que, de acuerdo con los tiempos, habrán de irse remodelando con el más puro criterio democrático, sin que las segundas, o personas jurídicas, tengan porque inclinar el resultado: algo substancial que hay que evitar. Lo importante y principal está, queramos o no, en las primeras personas,  obligadas a entendernos.
Los derechos privados o privi-legios no sólo son pasiva posesión y simple goce, sino que  representan el perfil de hasta donde puede llegar el esfuerzo de una persona física. El don generoso del destino con que todo hombre se encuentra, sin que responda a esfuerzo ninguno, son los derechos y bienes pasivos de las herencias del testador o los usufructos, donaciones o beneficios del donador. Estos representan una gran diferencia con los primeros a tener en cuenta. Las personas jurídicas no son en su mayoría unipersonales y sus activos no pertenecen a esfuerzos individuales; no tienen porque ser disfrutados por nadie en particular, sino ser explotados para un aumento justo y equilibrado de los beneficios a distribuir.
La nobleza o fama del hijo es ya puro beneficio. El hijo es conocido porque su padre logró ser famoso. Es conocido por reflejo de sus antecesores más que por méritos propios. Los chinos son más lógicos: invierten el orden de la transmisión. Y no es el padre quien ennoblece al hijo, sino al contrario, es el hijo quien magnifica a sus padres de quienes recibió su mejor herencia: los genes y el amor en los que están envueltas la educación y las costumbres.
Fundamentemos la vida en lo que se logre con el esfuerzo renunciando a las testamentarías que pertenecen a la sociedad, olvidando las herencias. Ha de bastarnos el trabajo individual y  lo conseguido, finalizándose con la muerte. Así de simple y desnudo, sin trucos ni engaños. Nada de recibir bienes, derechos u obligaciones sin esfuerzo. Somos personas físicas iguales, dotadas de voluntad  ha ejercitar tan pronto tengamos uso de razón. Lo demás es cuento. 

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