domingo, 25 de agosto de 2013

UNA GUERRA PERMANENTE

Marginales, prostitutos, yonkis son algunos de los despojos que la guerra va dejando a su paso. Es una guerra permanente, despiadada, salvaje y sin cuartel, que el capitalismo mudo, sordo y ciego mantiene contra lo que se interpone en su camino. Desde su comienzo, el sistema capitalista ha ido alimentando con sus sobras a la pobreza, sacian a la gente de ignorancia y  acostumbran al engaño; una formula para ser emulado, aceptar  pleitesía y, ante la injusticia, invitar a pobres, incultos e ingenuos dudar de quien es su enemigo: ser inculto, pobre e ingenuo, es la mayor de las desgracias. El capitalista los desdeña y encontrárselos le llena de pavor. Su espanto le hace clamar a Dios, que impida el efecto espejo por no verse reflejado, al ser un miserable como ellos. Pero es él, el amo, quien con su codicia los crea y mantiene.  
He leído que el poder mediático se alimenta de mitos y mentiras, pero no es cierto; ellos son los propios mitos, las propias mentiras. Fomentan  y dirigen las costumbres, las tradiciones que son de las peores y más solapadas formas de posesión. Tenemos la religión metida hasta en la sopa; la desinformación acuñada a la carta en las comunicaciones a la orden de los mandatos de quienes la pagan; a los gobiernos de las administraciones partidistas en un solo bando, comportándose como tales; envalentonados los empresarios, campando a sus anchas las multinacionales, mientras la gente de a pie paga por el aire que respira, por el sol que les calienta y acepta que es una guerra perdida ¡Cuánta maldad! ¡Cuánto atrevimiento!
No existe más lógica política que aquellos instrumentos que proporciona el poder. Y un poder consagrado al interés que sintetiza el dinero, es un poder vil, cruel, tendencioso, que pertenece al bando triunfador propiciando la guerra. Su paradigma es el capitalismo (la ley del más fuerte) que sirve a unos pocos en detrimento de la mayoría. En tal sistema predomina la pobreza, el tráfico de armas, las drogas, la prostitución, los negocios sucios, la competencia agresiva, la injusticia social laureada en el filo de de la navaja de un glamur peliculero exhibido por golfos, ladrones, fanáticos y gente inmoral con las que podían llenarse las cárceles. La clase capitalista se aúna en torno a sus intereses (no a su ideología) para el logro de sus fines.
Ante esto, es necesario responder con estrategias (La Revolución pacifica) y nuevas soluciones (PCO) guardándose la ideología y posponerla para cuando se consiga el cambio de sistema. Este debe ser el interés que ha de aunar los esfuerzos colectivos para innovar el capitalismo, (que quita y pone a su antojo) con el fin de que abandone la presidencia del modelo actual de convivencia más injusto que hayamos conocido: paro, corrupción, desamparo, impunidad, opacidad, engaños, desigualdad, contaminación y el raro deporte de tomar el pelo a la gente.

Ya hace tiempo que nos asentamos en la mentira inculcada por listos agoreros, haciéndonos  creer que siempre habrá ricos y pobres, pero nunca aseverando quiénes unos u otros o en qué medida ¡Convencerse de lo contrario no es una utopía! Ya va siendo hora de saber razonar el porqué la cuna no ha de distanciarnos; la salud y la sabiduría han ser iguales para todos; la ocupación facilite elementales bienes de  subsistencia, similares oportunidades y sean  esfuerzos e impuestos los regularizadores de diferencias y derechos ¡Y a ponedlo en practica! No permitamos que ningún credo se inmiscuya, nos equivoquen, nos infundan miedo o nos manipulen. No pensemos que la caridad o el paro es un fracaso individual cuando sólo la sociedad es la culpable. Y ante tales inmoralidades digamos al poder dirigente que es su vergüenza al permitirlo, mientras desde sus atalayas predican resignación, paciencia y oración. ¡Bajen ya de ellas! ¡Quítense las mascaras! ¡Pónganse en su situación cretinos! 

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