sábado, 26 de julio de 2014

UN FIN CON OBJETIVOS FLEXIBLES



Cualquier opinión sobre alguna medida aislada de la totalidad que contempla el Proyecto de Ciudades Ocupacionales (descritas en la inquietante novela de ficción titulada ESCAPE) es substancial, sin embargo, de poco servirá si  no se analizada en su conjunto conociendo los mecanismos sociales, económicos  y políticos actuales. El fin del P.C.O., del que nos ocupamos en este blog, es conseguir para la gente  ánimo de vida, lo que en las mercantiles sería ánimo de lucro. En el camino se darán otros objetivos: el justo reparto de la riqueza, la igualdad de oportunidades, el trabajo asegurado, en el que, por ejemplo, el crecimiento del Producto Interior Bruto (P.I.B.), un factor indiscutible para que el empleo crezca, no sería determinante.
No hay nada peor, que mantener estructuras que siempre se han considerado inamovibles o  no cuestionables. Por regla general  las creencias, las supersticiones o los prejuicios se imponen al sentido común. Damos por sentado que toda norma establecida tiene su razón de ser y su cambio o anulación supone un gran esfuerzo: nos puede más el miedo a rebatir, que la satisfacción de innovar. Potenciar la duda de tales normas será la forma de disputar los aspectos psicológicos en los que se amparan. Y aunque el individuo no pueda prescindir del sexo o del lenguaje y el colectivo de la economía o la política, no será intento banal fundar un sistema dialogante que fije las conveniencias a seguir en cada situación.
¿Qué es lo que importa?: ¿el individuo o la colectividad?, ¿la persona física o la jurídica?, ¿la actividad pública o la privada?, ¿los bienes tangibles o intangibles?, ¿el momento actual o el futuro?, ¿una parte o un todo? Cada uno estamos gobernados por la inmutable herencia  biológica recibida de la que nadie es responsable al no haber elegido nacer aquí o allá, en una u otra familia o en un régimen determinado o con un género o color explícito.  Sin embargo, la especie humana, dotada de voluntad e intelecto, en algún momento, pondrá en cuestión variantes de su vida más importantes, si cabe, que los propios genes apuntados: luchará para vencer miedos y necesidades, manipulaciones y culturas, verdades y creencias impuestas.
La economía y la política no son ni ciencias, ni exactas; son un sinfín de cuestiones variables que pueden componerse de muchísimas maneras. Los parámetros, los estilos, las rentas, la producción, el consumo e, incluso, lo imprescindible o lo superfluo son modificables. ¿Por qué no cuestionarlo? Acaso ¿una subida de precios al consumo (I.P.C.) no encarece la vida, nos hace más pobres y es preciso para el crecimiento? ¿Qué es mejor: emitir deuda o fabricar dinero? ¿Votar a partidos o a personas? ¿Ser un  estado independiente o europeo? ¿Cuántas preguntas importantes, pero no transcendentes, cabe plantearse?
Analizar las formas de actuación en cada campo y las causas de las crisis económicas sucesivas que se originan, orientarán a cada cual a actuar de forma distinta una vez razone sus motivos. Y como los puntos de vista serán muy variados, no habrá más remedio que centrar el tema y acortar los extremos de las partes que los plantean y todos ceder en los procedimientos para el logro del fin propuesto.
El P.C.O.se basa en el sentido común, no le excita ni el peligro ni lo incontrolable y fija que el ánimo de lucro desmedido está bien para las sociedades mercantiles, pero de ningún modo para los hombres.  Por tanto, definido el uso y la titularidad de las cosas en cada caso, hay que implementar los medios para conseguir los fines. Y el principal objetivo es que el hombre viva como él mismo considere oportuno, sin interferir en el respeto que los demás le exigen. ¡Qué los hombres sean capaces de realizar sus sueños! ¡Qué la tiranía del dinero no los esclavice!

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