martes, 24 de marzo de 2015

MALES ENDÉMICOS

Resulta incomprensible que el PSOE haya ganado en Andalucía. Como si la corrupción no fuera uno de los mayores problemas que azota esta tierra y numerosos militantes de dicha formación no hayan estado o estén implicados en ella. Como si el paro tampoco fuera una desgracia y el Gobierno autonómico, después de haber sido siempre regido por dicho partido, hubiera eliminado ambos infortunios.
Casi, con total seguridad, los electores se han resignado a aceptar que el terrible mal de la corrupción está generalizado en todas las instituciones; en el germen humano de la avaricia o en los modelos sociales existentes que son incapaces de establecer los medios para evitarla. Conviene no olvidar que en otros lugares reinan los mismos delitos (robo, soborno, chantaje) de personas físicas o jurídicas con acceso a estamentos dominantes, sin que sus gobiernos acierten o estén interesados en doblegarlos. Proceden de viejos tiempos que se han ido ajustando a  procesos o aplicaciones actuales; aunque esto no deba representar consuelo y, menos aún, una sumisión colectiva.
Lo mismo sucede con el desempleo. Esa lacra social que a cualquier persona de bien le repugna y, sobretodo, cuando quien la padece no tiene un techo donde guarecerse o un trozo de pan que llevarse a la boca. (Bien es cierto que, si por desgracia, yo estuviera en tal situación, me gustaría sufrirla en Andalucía por la generosidad de su gente, la fertilidad de su campo y la excelencia de su clima; aunque, posiblemente, cerraría los ojos apretando el gatillo del odio o la venganza a diestro y siniestro). Donde quien gobierna tiene la obligación legal de cumplir con la ley proporcionando trabajo (la Constitución lo ordena) y la conciencia moral para con los suyos y sus iguales, que ya va siendo hora que los desfavorecidos dejen de reclamar pan y trabajo y sean oídos.
El (PSOE), partido elegido, merecería haber sido castigado, como también el PP u otros de los que tenemos constancia que sus ovejas negras han delinquido y, todavía, no han puesto claros medios para evitarlo. La presentación de unos terceros, (nuevos e incisivos grupos con alusiones al cambio y a la regeneración democrática) no han encontrado el eco esperado, toda vez que las palabras se las lleva el viento y no han presentado garantías o compromisos con qué responder a lo que prometen o afirman y, por tanto, la desconfianza de la gente guarda la viña. 
Ya en mi anterior entrada hablaba de fórmulas[1] (que no me cansaré de repetir hasta que se demuestren contrarias al bien general) no sólo para atajar prácticas corruptas, implantar el pleno empleo, aminorar las diferencias sociales o potenciar a las empresas, etcétera, sino también, de cómo acabar con el círculo vicioso entre elegidos y electores (bautizadas con el nombre del Castigo de Sísifo) por los que éstos últimos no pueden resarcirse de las malas artes (engaños, incumplimientos, errores) empleadas por aquéllos para obtener el poder.
En Andalucía el PSOE que va a gobernar tiene la oportunidad de llevar a cabo algunas  medidas descritas y romper males endémicos (paro, emigración, pobreza) que afectan a toda España. Asimismo, de manera ejemplar (sería paradigma para el resto de partidos) a  todos los que aspiran a gobernar, se les impediría las malas prácticas descritas exigiéndoles responsabilidades (a ellos y a sus partidos) y, por supuesto, Honorabilidad, Transparencia, Rentabilidad. De forma que, si estas se dieran (tal como quedó de manifiesto, en las últimas elecciones, cuando el PP llegó al Gobierno), podrían ser paliadas o corregidas mediante la ejecución de los bienes o derechos, que como fianza exigida hayan dejado en prenda (garantías reales, no participar en los siguientes comicios, anular la licencia del partido…) de la misma manera que a un particular se le embargan bienes, le desahucian o castigan por incumplir sus compromisos, contratos o promesas. La democracia con ello no se resentiría, al revés, se apuntalaría con razón.



[1] En la novela Escape pueden leerlas

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