lunes, 28 de marzo de 2016

VERGÜENZA

Son infinitos los caminos que nos llevan a la desgracia, a la corrupción, al delito y sólo una senda por donde evitarlos. La sociedad se mueve por placer o dolor, orientada en la búsqueda material de las cosas más que en su espiritualidad. Poco son los méritos, bienes y derechos que se consiguen con esfuerzo y  sacrifico y excesivos los valores que se asignan a las riquezas y prestigios que acunan a un heredero, a un acertado en el sexo, a una mordida o, a una propicia ocasión. Delinquir es cosa fácil  cuando a ello uno se acostumbra. Ya, desde el nacimiento, el instinto de conservación se crea para la defensa a través del engaño y la mentira. Un instinto que se  crea e incrementa con la domesticación que se recibe desde la más tierna infancia y que nos acompañará toda la vida como el método más eficaz de protección, formando parte de la piel del alma, arraigado y entumecido en ella. Erradicarlo supondrá un riesgo enorme (salvo para un gran hombre voluntarioso, culto y responsable); la mayoría de las veces, compensa silenciar la voz antes de articular mentira, pero a nadie se le escapa que la práctica de ésta, propicia una gran ventaja (cuyo descubrimiento se castiga) y más si se fortalece con el condimento de la impunidad que se obtiene en determinadas circunstancias. Son muchos los políticos, abogados, empresarios, altos cargos… que, además de engañar, están cobijados con el paraguas del aforamiento, su profesionalidad, los dineros que lo representan, el prestigio adquirido… Pese a todo, la sociedad no ha de resignarse contemplándolo como una normalidad, si no, al contrario, combatirlo hasta defenestrarlo.
¿Cuántos son los miedos que han gobernado, que aún gobiernan, la vida de los hombres? Menos mal que muchos dioses, tabúes y supersticiones ya han perecido, que el tiempo de la historia, la ciencia y la cultura los han ido eliminando y que, poco a poco, lentamente, desaparecerán para siempre. Será conveniente ir desenmascarando a tanto representante divino, a tanto elemento oculto que no son sino tapaderas o pantallas de organizaciones secretas, opacas y privadas que trasgreden aquello que atenta o impida sus intereses.
La novela de ficción escrita por un servidor, titulada Escape, sobre sexo y corrupción, simbolizados por el amor y la incertidumbre, el dinero y el poder,  describe hasta qué extremo se puede llegar por justificar medios criminales para alcanzar determinadas metas. Menos mal que éstas, generalmente, se transforman por inanición (salvo negocios de mercaderías eternas) y sus patrocinadores fallecen como todo hijo de vecino. No obstante, en la novela hallaremos que, para combatir la corrupción, es necesario abolir el dinero, regular las rentas, liberar al hombre de cargas que la sociedad le demanda…, anteponiendo los medios.

Los españoles formamos parte del Club de los afortunados habitantes del planeta. Europa mantiene su espíritu asesino con el que siempre ilustró su historia: sexo, perversiones, guerras por religiones, intereses. No es extraño que, de una u otra forma, la corrupción resida en la piel de sus dirigentes. Avanzó en temas que afectan al bolsillo para unir a países en sus comunes provechos, generando insolidaridad hacía el resto de las naciones. No existe acción política alguna que libere a los europeos de la hecatombe hacía la que los conduce el capitalismo. Nada se ha avanzado en cultura o en hacer un territorio con una sola voz. España, como otros países, mantiene diferencias abismales entre sus habitantes. Europa es su modelo. Lamento significarme contra la ilusión que me causó entrar en Club tan distinguido pensando que se acabarían los enchufes y las injusticias; sin embargo, los cobardes que dirigen los designios de Europa mantienen la barbarie de la corrupción sin escrúpulos en todos sus sentidos. Nada hacen en favor de los desfavorecidos y sí en pro de ellos y los poderosos.

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