miércoles, 27 de abril de 2016

SOBERANÍA: CUESTIÓN DE TIEMPO

Son muchas cosas las que nos unen a la gente de los pueblos europeos (proximidad, cultura, religión, costumbres, moneda, modelo democrático, instituciones, derechos humanos,…) para poder hacer de Europa una nación de naciones con plena soberanía sobre el conjunto de todas ellas. Para ello, nos falta, sin embargo, lo más importante que ya se intentó: la Unión política. Un poder real con un Gobierno real que pueda dirigir y estar por encima de los poderes políticos de las naciones que, a través de sus ciudadanos, lo deleguen. La acusadas desigualdades sociales (económicas y políticas) que existen en la actualidad entre los distintos Estados miembros deberán irse aligerando a medida que la pérdida de soberanía de cada uno de ellos se vaya transfiriendo en favor del Gran Estado Europeo. ¿Por qué no imitar a EEUU en esto? Adiós a los poderes hereditarios, a los distintos gobiernos nacionales, a ejércitos y culturas encontradas. Las revoluciones, sublevaciones, guerras sufridas de antaño serán posos  pasados para superar dificultades y eludir nuevos sufrimientos. El bienestar ha de imperar venciendo obstáculos con los medios adecuados que la fuerza de la unión proporcionará.
Aquí, en España, hay verdaderos paraísos fiscales, instrumentos y personas, donde ocultar dinero. Pensemos en las personas físicas y jurídicas, en sus actividades y derechos. Imaginemos aquellas que gozan de ingresos en efectivo ¿cómo pueden ser controladas sus ventas, sus servicios? Parroquias, mercadillos, tiendas al por menor… En aquellas cuyas mercancías tienen valores incontrolables, intangibles... Subastas de arte, fundaciones, asociaciones recreativas, sociedades patrimoniales… En las contabilidades fantásticas con errores entre proveedores y clientes, movimientos en cuentas de caja, efectos a pagar,  depreciaciones, provisiones… Reales mafias pululando como intermediarios y adelantándose a los hechos que van a suceder.
Muchas son las cosas despreciables que el hombre ha hecho y, aun hoy, se dan por buenas e, incluso, continuamos haciéndolas  incrementando su perversión. Recordemos que antaño era necesaria la autorización del esposo para que una mujer casada pudiera disponer de sus propios bienes, que muchos premios Nobel se otorgaron a personas que por comercio atentaron contra la humanidad. Se envenenó con plomo, se defendieron los pesticidas, la trata de personas, la venta de armas. Mientras, la fortaleza espiritual y los designios divinos se apoyan en manos sin escrúpulos, emitiendo juicios sumarísimos contra ideas, creencias o intereses lícitos y los ejércitos, los nobles y los poderosos exentos de pagar impuestos pese a ser  unos asesinos aupando a caudillos o a dictadores que imponen leyes injustas o doblegan a pueblos enteros a la oscuridad y al atraso.

La soberanía ha de cambiarse. No es sino un orgullo, un ego sin sentido.  El hombre es lo principal. Hay quien basa sus derechos fundamentales en dos principios: la vida y la libertad. Algunos los han ampliado a tres incluyendo la propiedad privada.  Ello sugiere preguntarse: ¿qué es la propiedad privada? Antes de contestar me imagino un Planeta exento de amos y cuyos moradores no necesitan de ley alguna para la vida y su libertad. Debió existir un tiempo en el cual la norma o la ley se efectuaran por necesidad para entenderse. En ellas, implícitamente, surgiría el tercer principio fundamental: el respeto y, ¿cómo no?, la propiedad privada. Pero la muerte existe y con ella debió, además del individuo, desaparecer sus derechos, bienes y obligaciones. Se creó, sin embargo, otra clase de propiedad: la herencia. ¡Craso error!  No obstante, nos consta que hay marcha atrás y es realizable, replanteándose el hecho y aplicando fórmulas adecuadas para el bienestar del hombre. Esta clase de soberanía también ha de cambiarse y que cada hombre se valga por sí. Cuestión de plazos en el tiempo.

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