lunes, 13 de mayo de 2019

¡HOSTIAS!


Cada vez más, la Asociación de Abogados Cristianos acerca mi memoria a lo peor del cristianismo. Y es que, cuando eso ocurre, nada tiene que ver con seguir a Cristo y, menos aún, si se trata de poner la otra mejilla.

Aducir a un sentimiento religioso para defenderse de un malvado, porque así lo consideren, es refinar el ataque, la amenaza, el insulto del que se quejan y responder con la misma violencia.

Seguir a Cristo no es eso.

Ya sé que solo hombres íntegros pueden imitar parte de lo que hemos leído en los evangelios. Sin embargo, los miembros de la citada asociación, que se llaman cristianos, deberían ser más respetuosos con lo que de verdad Cristo representa. Ser cristiano es mucho más. Y ni siquiera las mismas Iglesias siguen su ejemplo.

¿Se puede denunciar a quien con hostias extendidas en el suelo grafía la palabra PEDERASTIA?

Nada contra:

-          Los pedófilos que abundan en las iglesias.
-          Los violadores de personas físicamente débiles como ancianos y mujeres.
-          Los maltratadores de animales indefensos.
-          Los que se aprovechan de la buena fe de la gente, con la que se enriquecen.
-          Los mercaderes del templo, “millonarios de Cristo”, al que venden en almoneda.
-          Los que adoctrinan, enriquecen, desprecian en pro de su idea.
-          Los que se arrogan algo que no les pertenece. Ricos y poderosos.

Y sí, en contra de:

-          Los que comulgan con otras ideas religiosas, agnósticos o ateos.
-          La libertad de los demás, especialmente pobres, que no tienen con qué defenderse.
-          Los que sacan imágenes a la calle replicando o refutando a las cristianas.
-          Los torpes que emplean el mal gusto para ser protagonistas.
-          Los que anteponen la ciencia y la razón, ante la fe y los demonios.
-          Los que denuncian, sin palios ni ritos, injusticias y despropósitos.

Y más grave todavía: que nuestras leyes admitan a trámite y provean de castigos a semejantes afrentas. ¿Cuál será el derecho sagrado o fundamental al que atenta? ¡Cuántas hostias no nos habremos comido de pequeños! Privar de libertad, coartar ideas, maniatar la voz pública, nada supone para quien no lo sufre, considerando más importante el pan ácimo sin consagrar, que las luces que brillan sin ocultarse.

Por otra parte, el odio no puede ejercerse contra nadie a quien no se conoce. Ni contra un sentimiento que no se ejerce.  Para odiar tiene que existir alguien o algo concreto al que odiar. Es más, quien odia es quien sufre y no al contrario. Una manifestación pública por mucho que ironice, sugestione o provoque, nunca puede significar odio y si, tal vez, desafecto que, en ambos casos, la indiferencia calma. Un símbolo, una voz, pueden ser odiosas o repelentes, pero nunca actos que matan o invocan a ello. 

¿Qué ánimo de lucro, interés, motivación hay en quien todo esto provoca? Me da el tufo, que las cucarachas andan por medio, en ello metidas.

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