viernes, 27 de septiembre de 2019

LA DICTADURA DE LA DEMOCRACIA


¿Cómo acabar con una dictadura sin matar a su dictador?

Un dictador se define, en una acepción, como un gobernante que asume todos los poderes del Estado y que no se somete al control constitucional ni legislativo alguno. En otra extensión, su significado corresponde a persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás.

La historia nos ha ilustrado con numerosos ejemplos de dictadores que han obtenido su poder por las armas, herencias, golpes de Estado… e incluso designados por la gracia de Dios o por el pueblo democráticamente. (Reyes y caudillos, Hítleres y Papas, por poner unos ejemplos). Metamos en el mismo saco las llamadas dictaduras de las mayorías, del proletariado, de los grupos de poder (iglesias, sindicatos obreros y empresariales, organizaciones en general, etc.) que desde la claridad o las sombras influyen con autoridad sobre la vida de la gente y, por supuesto, no nos olvidemos del mal que la mayoría de nosotros vemos en España, cuyo dios, el dinero, se maneja sin tasa ni rigor, abusando de su cargo, por quienes han de administrarlo.

He reservado para el final este protagonista conocido, que socialmente campa con impunidad casi absoluta como si formara parte de un fenómeno natural imposible de evitar. No me refiero a jueces y magistrados, que gran parte  de ellos también,  por mor de su autoridad, se consideran dioses  intocables, alejados del pueblo llano como lo están los políticos, sino a estos que sufren y babean a la hora de pedirnos el voto, sabiendo que su acta es poder y dinero.

Aunados en determinados partidos o grupos, la casta política está distante, cada vez más, de los problemas de la sociedad. Los ignoran. Se aúpan en sus privilegios asignándose mayores ingresos y cuotas de autoridad (idílicos compañeros de viaje) para actuar a su conveniencia, arbitrariamente o sin control, sin que nada ni nadie se lo impida. Los líderes (defensores de la democracia procediendo como caudillos) los estimulan, al ser ellos los más beneficiados: viven lejos de la gente a la que dicen representar y defienden, ausentes de responsabilidad, solo  sus intereses y los de su partido, a juzgar por las disputas y resultados que originan. 

¿Qué empresa aprobaría los gastos producidos por la incapacidad de sus dirigentes? 

Los reemplazaría o se resarciría de alguna forma. A los actuales políticos hay que echarlos o que asuman los costes  causados que, al no afectarles, despreciando a la gente, ni los valoran.

No se trata de acabar con cinco o más cabecillas o de convertir España en un territorio con más diversidad de caudillos o de anular la democracia: no. Pero sí hacer que la misma brille con la opinión de la gente (limitada a depositar una papeleta: no su pataleta con la que si se sufre) que quiere no ser la pagana de yerros y egos, dándoles una lección a sus representantes, introduciendo en las urnas nuestro voto a favor del partido que  creamos conveniente y en el que rece (salvo que los Padres de la Patria asuman los gastos que han causado): VOTO NULO.

Se puede conseguir, si queremos y sin ser partidistas, que la Mayoría Absoluta sean los votos nulos y la Junta Electoral sancione lo que convenga. Que el Defensor del Pueblo, la Junta del Poder Judicial y otros organismos tan importantes tomen nota y no se duerman en los laureles. Que los políticos no nos tomen el pelo, dejen de actuar como dictadores, respondan con algún castigo para que siendo iguales ante la Ley, quién la haga la pague

Ya va siendo hora, que ningún poder suponga un problema y si, flagrantemente, incendia un fuego donde no lo hay, con sus recursos lo apague: sueldos y subvenciones cobrados, más coste de elecciones fuera no a cargo del erario público, sino de sus causantes.

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