viernes, 3 de febrero de 2023

CON DIGNIDAD Y RESPETO

 

Me considero un ser afortunado por haber nacido en España. Reconozco, no obstante, que eso  responde a un hecho casual, toda vez que mi madre podía haberme parido en otro lugar, del cual, posiblemente, me sentiría igual de orgulloso. Lo cierto, es que me alegro y me jacto de ser lo que soy: español. Un español criado y adoctrinado con una educación silenciosa y única en la “democracia orgánica” de Franco. Un español que está convencido de que España no “se rompe (*), salvo fenómeno geológico de naturaleza extraordinaria que lo provoque, ni desaparecerá por mucho que les pese a una buena parte de compatriotas que lo vienen vaticinando. Estos, afirman igualmente que, excepto ellos y los de su cuerda, los demás somos ocupas, ladrones y asesinos, cuando no golpistas, anormales y subvencionados que tratamos de imponer un  pensamiento único (1) de izquierdas, ignorando el refrán que dice: “piensa el ladrón que todos son de su condición”.

No consigo entender ese ego empecinado que mantienen por el apego a un orden franquista, el rechazo a la democracia actual y la ignorancia de la historia. Cada uno de los españoles, igual que el relieve, el clima y el paisaje de los territorios de España, somos diferentes y, para mí, eso es una gran virtud. Una diversidad que nos enriquece y nos beneficia. Distintos puntos de vista de una misma realidad que la razón, el sentido común y el reconocimiento social así nos lo demuestra. Alejémonos, pues, de dogmas; utilicemos la libertad de expresión; opinemos y critiquemos, en especial al poder, pero todo ello hagámoslo con dignidad y respeto.

¿Qué credibilidad nos pueden merecer quienes insultan, despotrican, se alegran de que España vaya de mal en peor sin, ni siquiera, aportar solución alguna? ¿Qué confianza nos pueden inspirar aquellos que recurren a la violencia, a la fuerza, para imponer sus leyes?

De poco sirve airear pendones, himnos o banderas nacionales (que son de todos) cuando por un determinado grupo, asociación o partido reivindica un asunto o malestar particular. De nada sirve los nacionalismos cuando cada uno de nosotros somos de diferentes camadas y pueblos. Menos, todavía, ser más patriota que nadie, si todo nos fue inculcado. Además, como la generación espontanea no existe, para cuanto nos propongamos (que encontraremos sobrados motivos) los demás, seguramente, tendrán otros e, incluso, opuestos. Un mundo de hechos e ideas en una democracia, necesariamente nos obliga a ponernos de acuerdo y someternos al criterio de la mayoría, nos guste o no,  arbitrando formulas de consenso o puntos de encuentro que no convencerán en su totalidad a ninguna de las partes.

(*) Ya que todos los españoles hemos contribuido a formar España, se me ocurre pensar la conveniencia de un  refrendo a nivel nacional, para decidir se independice o no tal o cual sitio, una vez, la amplia mayoría de la gente nacida en ese lugar, en sus tres cuartas partes, así lo soliciten al resto de españoles. Nada de guerras, presiones o castigos. La regulación se ha de imponer siempre.

(1) Pensamiento único es el establecido por las creencias y religiones, aprovechadas por infinidad de gobernantes, que nos han tocado en suerte. En nuestro caso, fue la religión Católica, Apostólica y Romana, hoy convertida en un gran negocio, la que nos impuso tradiciones y costumbres, hábitos y conductas, santos y dogmas, adquiridos desde nuestra infancia de forma silenciosa y de difícil erradicación, que ya perduran mil y pico años determinando nuestra forma de ser, identidad e idiosincrasia, de la que gozamos o sufrimos, según se mire.

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