En las guerras, en cualquiera de
ellas, todos salimos perdiendo, seamos vencedores o vencidos. Y sabiendo que
eso es así, ¿por y para qué las guerras?
Discutamos. Reflexionemos.
Pongámonos de acuerdo y evitémoslas.
La gente que habitamos este
planeta, salvo algún absoluto trastornado, deseamos la paz y aborrecemos la
guerra, pero nos empecinamos en no dar nuestro bazo a torcer y eso hay que
evitarlo, se puede evitar hablando, cediendo sin pelear.
Es lógico que queramos vivir sin
que nadie nos arrebate lo nuestro. Es algo que defender a ultranza, si bien nos
hemos dado unas Fuerzas del Orden que se cuidan de ello y unos Juzgados para
impartir justicia a fin de que esta, aunque nos cueste reconocerlo, no nos la
tomemos por nuestra mano; sin embargo, una confrontación entre Estados, por las
razones que sean, producirán muchas muertes y destrozos en ambas partes
contendientes, imposible de reparar que no se debían de producir.
Los hombres deseamos vivir en paz
y, por tanto, no queremos guerras. Aspiramos a ser gobernados,
independientemente al color político, con justicia y ecuanimidad. Esto me lleva
a pensar que lo mejor es dirimir con la palabra las diferencias y, ante un desacuerdo
irreparable, algo absurdo porque casi todo es reparable, lo mejor, lo
conveniente, es la rendición de una de las partes; al fin de cuentas, ninguna
perderá vidas humanas al no haber contienda y sus habitantes vivirán para
después, más adelante, solventar la cuestión amistosamente con acuerdos, no con
armas.
Es la rendición la conclusión por
la que abogo para que las guerras acaben y las vidas de los seres vivos
continúen. La destrucción y la barbarie, el sufrimiento y el llanto finalizarán
renunciando a construir armas que todo aniquila. No sigamos a quienes nos digan
lo contrario, pues nos llevarán al desastre, tanto personal como económico.
Tratemos de convencernos de ello. ¿Qué importa a la gente de a pie quién
gobierne, si goza de bienestar viviendo en paz y libremente, satisfecho con la
sociedad, su ocupación y familia?
Ucrania. Desde el minuto uno de
la invasión soviética, debió de rendirse y no luchar. ¡Qué Rusia se anexiona
unos territorios que no le corresponden! Abuso, vergüenza, usurpación o lo que
se quiera. Pero los ciudadanos muertos ya no volverán a la vida y los daños
personales producidos serán irreparables. Y todo eso, ¿por y para qué? Ríndanse
y organicen una partida para desenmascarar y dar caza a los culpables, porque
casi siempre se trata de enajenados, narcisistas o apocados, quienes lo
organizan para ser aclamados caudillos y ocultar su cobardía.
Así que no a la guerra. No a la
violencia ni a la agresión. Y, por supuesto, seamos negacionistas de la guerra
para no responder con armas bélica sino con la rendición que, aunque represente
una humillación, la vida humana es mucho más valiosa. La creación de una fuerza
militar única, global, independiente, una la OTAN, que sea la que cuide del
Orden Mundial, resolviendo con palabras y acuerdos.
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