sábado, 21 de diciembre de 2013

MEDITACIONES EN VOZ ALTA

Aparco el guión previsto del Movimiento Persistente hacía la Concordia (MPC) para comentar que, independientemente a nuestra ideología, las personas físicas somos los impulsores de males y remedios. TODOS procedemos de una misma y genuina especie de primates; no obstante, cargaré las tintas sobre la clase política de siempre: Unos individuos encargados de dirigir los destinos del conjunto de la población, cuya mayoría le otorgamos nuestra confianza.
Excepción puede existir, pero TODOS los políticos velan por sus intereses y los de los suyos. Y eso es natural, pero no hasta los extremos impensables (rayando la inmoralidad) de codicia a la que ha llegado. Ninguno de ellos sabe afortunadamente qué es una situación precaria, por lo que es incapaz de ponerse en lugar de quién la padece. Ni se imaginan lo que supondrá carecer de ocupación o de ingresos con los que vivir. Y qué podrán decir de aquéllos que dependen de la familia, la caridad, la miseria u otros innombrables: con seguridad los vieron en el cine o muy a lo lejos. Ellos y sus amiguitos se consideran de otra pasta. Seres por encima del bien o del mal, que admiten sin pestañear la pobreza como parte de quienes se lo tienen merecido. Y recurren a las reformas insolidarias y a la austeridad sin juicio en tiempos de recesión que ellos mismos con el desenfreno de su avaricia han producido.
Surgió la crisis mundial financiera, la burbuja inmobiliaria explotó con el descontrol de gastos que afloraron al compás de corrupciones, contubernios y ladronicios sin apenas castigos. TODO es una maraña tejida y permitida desde hace tiempo por clase tan distinguida. Cuando las aguas calmen (y va para largo) la “Casta política” saldrá indemne; es más, a ella habrá que recurrir para que nos saquen del atolladero donde nos ha metido. Es sin duda un contrasentido que los lobos cuiden del rebaño de ovejas.
Y, sin que nada al respecto se haya reparado, volverán distintos sistemas de cajas  de ahorro donde medrar o colocar a los suyos; obras faraónicas con la que llevarse la tajada; empresas y cargos de nuevo cuño con que eludir responsabilidades, mientras el pueblo clama trabajo, ayuda para el necesitado, educación, sanidad, justicia y bienestar para TODOS en la medida que sus impuestos den derecho y lo permitan. La mayor parte de la gente quiere que sus tributos sirvan para eso y NO para cubrir costosas exigencias políticas que nos venden inventando beneficios que son mentiras y, por lo general, favorecen oscuros intereses sin que los políticos hayan renunciado a los numerosas privilegios que así mismo se tienen concedidos (TODOS EN TODOS LOS PARTIDOS, A TODOS LOS NIVELES: económicos, políticos y sociales bien diferenciados de los del resto). NO para potenciar la seguridad que les preserve de las iras de sus representados (la mayor parte de ellas justificadas).Y NO, por último, para que en un rasgo de benevolencia, anunciado a bombo y platillos, puedan con las sobras (que nos endeudan en exceso) favorecer a una sociedad que pretenden preservar inculta. (NO, NO y NO me recuerdan al JAMÁS, JAMÁS, JAMÁS que pronunció un extinto presidente del Gobierno de España, nacido en Cataluña, para que Los Borbones no volvieran a reinar. ¡Qué error!)
Hombres que cambian el devenir de los pueblos. Enconadas discusiones políticas que nos llevan al esplendor o al desastre. Y aun pensando que la Concordia (la que siempre preconizo desde el P.C.O.) debe prevalecer para alcanzar la senda que nos dirija a vivir en el bienestar, no olvido la infinidad de revueltas, revoluciones, guerras que la historia nos recuerda de continuo. Ya un humilde Jesús nos marcó pautas que nadie cumplimos. A su amparo, en la gran civilización cristiana regida por quienes se arrogan su representación en propio provecho, prosperan crímenes, robos e inmoralidades y, lamentablemente, seguirán produciéndose. En ella hemos sido domesticados adquiriendo costumbres, personalidades y sentimientos que no son únicos, ni absolutos, ni siquiera verdaderos. Significa (lo dijimos al inicio) que nuestra identidad procede del mismo origen, se ha multiplicado y continuará diversificándose. Por ello hemos de armonizarnos en torno al bien común con medidas a las que TODOS podamos asirnos (lo decimos hasta la saciedad en el P.C.O.).
Está demostrado que no existe una exclusiva clase de personas. Aun siendo diferentes hemos de tener iguales oportunidades en base a la razón humana manifestada en la Carta universal de los derechos humanos y en la mayoría de las Constituciones o Leyes magnas que no son excluyentes sino solidarias y comprometidas con la Naturaleza y sus seres vivos. De no tender hacía la alianza de los pueblos, proliferarán los mini-estados, los reyezuelos, los absolutistas o los anacoretas. Se impondrán los poderes de la fuerza o los designios de la barbarie. Ahora lo hace el capitalismo: un poder económico que domina en la oscuridad, sin dar la cara.
Que tal si Lepe (pueblo ridiculizado por chistes populares) reclamara por maltrato recibido su independencia de España. ¿Tendría derecho a conseguirlo? O, ¿por qué Zaragoza no encauza las aguas del Ebro hacía el Manzanares y los madrileños, ávidos de playa, no emigren a ésta?
TODO se conforma en un periodo determinado. No es cuestión de fe religiosa lo que sólo es un dogma para sus creyentes; ni lo es de un partido político que es parte de un reducido grupo de personas; ni de un determinado territorio constreñido por quien sólo lo habita; ni siquiera de la democracia utilizada para ocultar un chantaje o la sinrazón que alega una sola identidad o un sólo derecho. Esto debe ser más importante. Y la política lo es. Y lo es, porque la forma de vivir de un pueblo ha de estar por encima de los creyentes, partidos, territorios e identidades y ha de velar por el bienestar general de las personas, dentro de una legalidad manifiesta y no por un loco capricho individual que convenza a cientos. Ya estamos hartos de saber como los políticos se venden al mejor postor y como la gente soporta, calla y no revienta. ¡Qué no nos engañen más! Que sean las diversas ideologías o terciados intereses los que lleguen a un entendimiento. Enciérrense en una habitación a discutirlo. Y no salgan hasta que no haya acuerdo. Mientras tanto, que no nos separen ni nos enfrenten mareando la perdiz y dejen de hacer tonterías. ¡Con las cosas de comer, tonterías las justas!
 Casi siempre, tal como lo veo, sólo hay dos arreglos: la violencia o la armonía. Yo me apunto al segundo, aunque entrambas se mueva el arte de la política jugando con el miedo y el placer de la gente. No les demos nuestros votos a unos políticos impresentables para que nunca cumplan lo que prometen. Exijamos un marco legal de cuyo contorno no se salgan como ahora lo hacen; refrendado por TODOS los ciudadanos periódicamente y con claras responsabilidades que indiquen las penas tales como devolver lo robado o resarcir por el causante o su partido el daño ocasionado.

Sinceramente, en los muchos años vividos nunca tuve una sensación tan enervante. Me parece estar viviendo una época en la que soy una marioneta al ritmo de una voluntad deprimente. Un tiempo en el que el Gobierno no ve, ni oye lo que sus ciudadanos sienten y manifiestan. Se asemeja al esquizofrénico carente de empatía facultado a estar exento de toda culpa por los actos que realiza. ¿Qué futuro nos aguarda si seguimos confiando en unos tramposos?

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