sábado, 28 de diciembre de 2013

LA NEGACIÓN DE LO EVIDENTE

Como esta será la última entrada del 2013, aun sin ser los Santos inocentes, haré referencia a la moda de negar lo evidente (NE), saltándome de nuevo la guía prevista y narrando sucedidos del año. Sin embargo, al ser muchas las injusticias, sandeces y dislates producidos de los que puedo echar mano, elegiré el Cine sin…, que se mantendrá, me temo, vigente bastante tiempo.
La NE es una práctica inmemorial desde que las parejas (hombres y mujeres) se establecieron por nexo matrimonial o bien por un compromiso de fidelidad. La NE de la fidelidad contra natura se ha de estudiar en profundidad, pero el tiempo/espacio, como la memoria, pasa volando y uno, con achaques o sin ellos, ni se entera. Y luego a votar: así nos va. Y comienzo.
Erase una vez un circo donde nadie sabe lo que pasó, ni lo que pasará. Nóos dicen, que por una Casa nova en Galicia, en el Mediterráneo o en el Sur, o por tributar a la luna de Valencia; a  la hija del dueño principal, toda una princesita, la pillaron in fraganti  desnuda en la cama con un malabarista llamado Acteon, pero simuló no darse cuenta diciendo que no… (Omito la palabra porque no se la imaginan) sino que  jugaban a los barquitos. (Recodáis aquello de: “Hundido. Agua. Tocado”). Pues bien, su marido que era un deportista en lugar de enfadarse como hizo Hefesto atrapando con una red invisible a su esposa Afrodita cohabitando carnalmente con Ares y exponerlos públicamente, pidió permiso a Zeus, su suegro, para ir a visitar a sus amiguitos y así ser domador de fieras (una vocación callada mantenida desde su infancia).  ¡Qué tristeza me embarga recordar tales acaecidos! Y, ¿a qué no saben que descubrió cuando comenzó a realizar el trabajo? Ni yo tampoco, mis queridos niños. Pero, sin saber por qué, los espectadores del circo se enfurecieron. Puede que por el precio pagado de las entradas que no respondía a sus expectativas o porque falló la magia aflorando dinero de  sobres en lugar de  palomas de una chistera; quizás, porque los malabaristas jugando a hundir banquitos, tocando y cogiendo, se cargaron sus bolsillos o porque Hefesto dejó su semen en una pierna de  Atenea y la preñó (eso sí, sólo un poquito) como cuando se llena una botella por la mitad, que no se sabe si está medio llena o medio vacía; tal vez, porque el marido empalmado porfiaba con fieras en lugar de matarlas a tiros o domarlas con corinna o ¡qué se yo!..., mientras tanto, otros espectáculos competían con el del circo, ugeteándose tanto o más  con su Ere que Ere.

Si, mis queridos niños. Todo es pura realidad. Nada de fantasías. Y para que vean que no es invento ni ficción, pregunten a los vigilantes de tan magníficos esperpentos. A esos señores a dedo nombrados, que nos defiende de timos, encarcelan a mangantes y trileros sinvergüenzas que nos engañan en su provecho. Precisamente, eso es lo que quiso hacer el público mal pensado, pero no fue preciso porque los avizores guardianes de la ley los acallaron diciendo: “Todos los criminales mienten negando su crimen, los ladrones no confiesan sus robos y los infieles que se precien indican que sólo jugaron a las prendas un rato, pero ¿qué importa si todos son culpables? La ignorancia de la ley no les exime de su culpa”. ¿Cree alguien eso? Pues yo tampoco. Sin embargo, pasado un moltó/rato, surgió una aguerrida condesa consorte de las más grandes del circo o ¿era Hera? No. Fue Artemisa que con un bresa y un bárcenas en sus manos oliendo a rosas, convirtió inmensas riquezas en un gurteljauria de perros que devoraron a su amo Acteon por verla desnuda y ser virgen inviolable. Entonces, los asistentes botaron en sus asientos maravillados, pero de nuevo los vigilantes les convencieron para que se sentaran. “No vale lo que han visto, no sirve de nada: confíen en la justicia”. Esperamos y velaron la película. El público alucinaba, muchos querían compartir el botín; otros en el campo, entre eres, matas y ramilletes, extasiaban al ver (decían) a Ferrán el Bautista; hubo uno que saltó de un divár más duro que una roca y  con un punzol Ferrusola se abrió paso como un campeón en Banquia, el palau y cía. El espectáculo subió de tono y visto lo que se veía, se cruzaron miles y miles de e-mail comentando las bromas infantiles y tan simpáticas payasadas. Yo, sin embargo, vi tropelías atrevidas contra un Olimpo y unos dioses que no perdonan. A la salida leímos un cartel que decía: Todo es producto de su imaginación. Por el buen gobierno, no nos hacemos responsables de las quejas. La dirección del circo. Y, colorín colorado el relato….

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