viernes, 7 de octubre de 2016

DISCUTIR ES SANO

Puede que no estemos acostumbrados a ello, pero la discusión, el debate abierto, publico y llano, que mantuvieron dirigentes de Podemos, lo prefiero al que han tenido que dilucidar los socialistas, entre un campo de alambradas y minas sembradas, auscultados con infinitas miradas ocultas. Nadie está en la mente de nadie y cada cual puede opinar respetuosamente lo que convenga, pero de ahí a inventar mentiras para el engaño general (cosas que vemos cada día en medios de difusión por intereses particulares) va un abismo.
No imitemos a Rajoy que, como dice Javier Marías, “ha despreciado a todo el mundo y no ha atendido a razones de nadie, siendo una estúpida estatua” y reconozcamos nuestros errores. Si es el caso, incluso, hablando en voz alta. Tampoco se puede llegar a gobernar pensando que “si no te aman haz que te teman” que escribiría Maquiavelo para un absoluto monarca; será preferible, no obstante, conseguir algo tan difícil como ganarse la confianza de quien te odia o rechaza. Sin embargo, ambos aspectos han de pulirse y ser diferenciarlos para obtener la confianza de los votantes antes de gobernar, y lograr ecuanimidad,  justicia y el respeto de la gente gobernando. Desde luego, “obras son amores” y éstas son el mejor modelo para infundir ejemplo a los demás: si son de su agrado conquistarás y al revés, te despreciarán si te temen.

El ciudadano vota al partido que le inspira mayor confianza, con lo cual, provocar miedo nunca puede ser positivo, por mucho que se aclare que es sólo es contra los poderosos. Las leyes han de cumplirse y nadie ha de ser intimidado por ello, ni siquiera la gente poderosa. Nadie tiene que soportar las poco razonables bravatas de nadie (lo diga quien lo diga), salvo que quiera ganarse enemigos tontamente, sin ningún fundamento, o quiera contentar enardeciendo a gente necia. Aún recuerdo el dicho que dice: “cuando llegues a casa, pega un palo a tu mujer que ella sabrá el porqué se lo pegas”. Ignoro la autoría machista, misógina y nociva a denunciar seguida por bárbaros e incultos, cuando se ha de apostar por mayor igualdad entre todos; y si se quiere, cuestiónese por norma al poder, para que el debate y la discusión abunden, y más, si la igualdad y su ausencia de generosidad lo obcecan. El matiz es claro, las leyes justas, instauradas por el poder legislativo y democrático para una convivencia pacífica, han de cumplirse y para eso se elaboran ¡Qué sobre el delincuente caiga el peso de la ley inexorable y  pague la pena impuesta sin indultos ni atajos! Esto si ha de causar miedo a los servidores del delito y la muerte, sean o no poderosos. Entretanto, ¿por qué no desear lo mejor para todos? ¡Claro que sí! Ya se sabe que más se consigue con miel que con hiel. Y ahondaré en lo dicho: creo en lo transversal, en el bienestar general, en el esfuerzo que nos dignifica. No comulgo con las limosnas, ni dádivas, ni privilegios, ni prebendas. Es necesario cuantificar las cosas, en especial lo público, y entender que conseguirlas supone un valor añadido (contra más cuesta más se aprecia) y en esa dirección se ha de mover la política y toda práctica en pro del bien común. Lo discuta quien lo discuta. Pongamos cada cosa en el fiel de la balanza y démosle precio ¡Qué tristeza la de ser rey por el mero hecho de nacer siéndolo! ¡Qué injusticia la de ser millonario por haber recibido una herencia! ¡Qué vergüenza hacer fortuna delinquiendo! ¡Qué fiasco infundir miedo al poderoso por el hecho de serlo y viceversa! A todos ellos me dirijo para que comprendan que se puede vivir en armonía, ocupando a unos para que, con su trabajo, puedan vivir sin recurrir a la delincuencia y limitando las rentas a otros para que, sin agobios, puedan disfrutar y realizarse en la vida. El Estado ha de preocuparse de todos y, como en una familia normal, intentar que el más débil no se debilite más y el fuerte colabore. Que nadie se desvele por su vida si trabaja, teniendo sus necesidades básicas a salvo, sea libre respetando la ley y ajustándose a sus posibilidades.  

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