No sé qué bulle en la cabeza de
nuestro presidente de Gobierno, señor Rajoy, pero no me equivocaría si afirmara
que en ella se agita, con cierta frecuencia, el desvanecimiento, la torpeza, la
sosería y la falsa idea acerca de la gente y las cosas de su tiempo.
Siempre me pareció un hombre prudente,
cabal, discreto. Hoy, lamentablemente, tengo la sensación que nos engaña a
todos, diciendo lo que en cada momento le interesa, que es un consumado
mentiroso, tal como se comprobó testificando ante el tribunal de justicia. Esto
me lleva a pensar “de los necios se hacen los discretos y que, para ser
discreto, es preciso haber sido tonto”. Defenderse con la mentira tiene las patitas
muy cortas y es de poco alcance, sobre todo, en este caso, ostentando un cargo
público tan relevante y cuya trascendencia no es nada superficial.
El señor presidente seguro que no
es tonto, pero lo disimula muy bien o se lo hace.
No se puede defender lo
indefendible cuando existen grabaciones que demuestran lo contrario. Y, peor
aún: tuvo una ocasión propicia para elogiar la valentía y la honradez manifestando
la verdad, y la desaprovechó. Justo y necesario hubiera sido que, nuestro señor
presidente, reconociera liderar un partido (populista como la mayoría de los
demás) caracterizado por el choriceo desde tiempo inmemorial. Hubiera ganado
credibilidad, aclarando asuntos turbios que lo rodean, y propiciado un futuro
limpio y esperanzador que ahora no tiene. Continuar tapando la corrupción como
si la gente fuera subnormal, nadie lo puede creer, ya que todo el mundo sabe
que el dinero no se evapora por obra y gracia del espíritu santo.
Ya va siendo hora que nuestros
políticos, en general, dejen de enarbolar falacias y promesas sin
responsabilidad alguna y bajen al mundo real donde la contabilidad de cada
familia es imprescindible para su supervivencia. Que dejen de decir cosas sin
saber lo que dicen y abandonen inventarse filípicas contra los demás,
arrastrados por la idea, a corto plazo, de obtener votos. “En su ignorancia y
necedad, no se les alcanza que envilecen la historia de España (ya bastante
deteriorada) jugándose a cara y cruz, sobre la capa del pueblo español, la
democracia (tan costosa de conseguir) que no es inexpugnable”
Deseo indicarle a nuestro actual
presidente, señor Rajoy, que no le dé alegría a la gente con su caída como lo hizo Felipe González por similar
latrocinio, y dimita por su propia voluntad, súbitamente, pues es inexplicable
que ni él, ni ninguno de los que dirigieron y dirigen España, no sepan, no les conste, no recuerden… cómo se
financia su partido o sus campañas, de dónde proceden determinados sueldos y
apuntes extracontables. La ignorancia no exime cumplir con la legalidad y ésta
exige responsables.
Todavía recuerdo parte de la
letra de una canción de los sesenta que decía: “Jóvenes, somos aún tan jóvenes.
La verdad, queremos la verdad…”. Nunca es tarde para ello.
La gárrula multitud, el estólido
vulgo, los enemigos que son muchos, los envidiosos que son más, el orgullo
español que nos distingue, no son más que incongruentes especies de inventores
de la calumnia, la astucia, la doblez y torpes ardides contra la prudencia y la
rectitud de las que estamos desposeídos por mor de la política empleada, desde
siempre, en España. Ya va siendo hora que en política se haga uso de la Honorabilidad, la Transparencia, la Rentabilidad.
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