En febrero de 1936 el Frente
Popular republicano de izquierdas ganó las elecciones. Desde ese momento, la
derecha antirrepublicana comenzó a preparar el terreno para vulnerar su derrota
y, en Julio de ese mismo año, la mayoría del ejercito conservador asentó un
Golpe de Estado de consecuencias por todos conocidas. El Gobierno que ganó las
elecciones cavó su tumba y España quedó asumida con su gente en las tinieblas.
Ayer en Cataluña ganaron los
comicios el bloque independentista, es decir, un nacionalismo de izquierdas y
derechas que desea la República y, como hemos visto, dispuesto a saltarse el
orden Constitucional legítimamente establecido (como lo fuera en 1936). Una
república que puede que España, en su conjunto, también la desee, pero modificando
la ley y manteniendo además algo tan importante como la permanencia a una
Europa de consenso y mercado único.
Posiblemente, desde estos momentos,
se esté preparando un incruento Golpe de Estado al Gobierno autonómico y
republicano que, en su caso, salga de las urnas. Serán los empresarios,
comerciantes e industriales, los que lo realicen saliendo de Cataluña, dado que
estarían abocados a verse fuera de Europa (por muy diversas cuestiones) y a
ello no pueden renunciar.
¿Quiénes serán los sacrificados?
¿Los del famoso 155? ¿El Estado del PP? No. Serán los de siempre. Los de a pié.
Los débiles. El pueblo llano. Los que votaron también independentismo. Y, otra
vez, caerá derrotada la República. Aunque, en esta ocasión, no sea por las
armas bélicas, lo será por una mayoría silenciosa que la impuso emocionada por
sus creencias, olvidando o, sin tener en cuenta, razones importantes.
La fuerza siempre está de parte
de la fe, el sentimiento, la agitación, pero no necesariamente con el sentido
común, el juicio o el intelecto. Al hombre le pierde el espíritu no pragmático
y apoya al débil o al aparentemente débil, al pobre o al aparentemente pobre,
sin preguntarse si es o no un bandido o un truhan. Debilidad no es sinónimo de
bondad y menos de raciocinio; no obstante, contradiciendo su sentido práctico, los
hombres se enfrentan a los que considera fuertes y, equivocadamente, aúpa a
quienes roban con un 3% o más y los engaña con vana palabrería.
Franco causó 40 años de dictadura.
Otro patriota alemán mejor ni mencionarlo. Y otros muchos salvadores de patrias
sólo salvan sus culos en detrimento de la población que los elige.
Estamos a tiempo de revertir la
historia que está por llegar y no caer en la trampa de otros nacionalismos. La
izquierda, en la que confío, no ha de empecinarse en mandar a toda costa por ser republicana (eso se puede
conseguir en toda España, pese a quien pese) o por ser independiente (cosa que
hoy en día es una entelequia, salvo que quieran coreanizarse), toda vez que la sociedad catalana está fragmentada y las penurias económicas volverían a ella. La gente de siempre perdería, la misma que, mayoritariamente, a la izquierda
sustenta.
La derecha antaño recurrió a la
fuerza para dejar a España (Cataluña incluida) en la ruina. Hoy apelo a la
reflexión e inteligencia de la izquierda para que, aunque sea pacíficamente,
esto no suceda. Piensen que el orgullo no da de comer. Que el odio o la
venganza no crea satisfacción. Que erigirse en gobernante no proporciona
felicidad, ni a él mismo ni a los suyos. Que sólo la bondad, generosidad y
amplitud de miras engrandece y está reñida con la política asquerosa de egoísmo
y avaricia que practican muchos de nuestros políticos arrasando España
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