La sanidad pública en Toledo capital, la sanidad de todos, funciona de
pena.
Listas de espera interminables. Consultas abarrotadas, voces, carreras,
agobios. El caos es lo normal. Los funcionarios estresados con tan excesiva
carga, rayados, la mayor parte de las
veces, olvidan modales y educación.
Por regla general, en
especialidades no atienden los teléfonos para nada, ni siquiera para dar citas
como está previsto y se anuncia. En algunas, ni yendo en persona, las dan. Suponemos
que temen la queja del paciente, su oposición, su comentario... Pero no. Sin
avergonzarse ni ponerse coloraos, les
oiremos decir que enviarán una carta indicándola. Carta que, al cabo de un
tiempo (incapaces de prever) se recibirá en casa haciendo saber: lugar, fecha y
hora para que la persona se presente. ¡Ah!
¡Pero sólo para determinar la cita definitiva!
Sí. Lo ha leído bien. Entonces, pasados
seis meses o Dios sabe cuándo, podrá poner reparos al día u hora, que acordarán.
Llegada la cita le verá el mismo o un nuevo especialista que informará lo que
tiene, recetará o prescribirá rehabilitación, cura, intervención, etc., en cuyo
caso, tendrá que volver a recorrer los pasos antes andados, por un camino lleno
de minas, contratiempos y burocracia
exentas de responsabilidad, para
conseguir, finalmente, nueva cita siguiendo la mencionada hériga hospitalaria toledana: Impotencia. Mal humor. Continuar el
peregrinaje por el desorden y el barullo. Perder los nervios, dar un portazo y
mandar a los no culpables a hacer puñetas. Marcharse a casa a ver si los
dolores remiten, la muerte llega y deja de penar con tan estériles esperas. Acudir
a la medicina privada u otras alternativas que le calmen y le saquen los
cuartos.
Es una lucha exagerada y desconocida entre un ambiente de amabilidad enrarecido
que origina sudores, malas viles y dolores de cabeza, que la gente elude
saturando las urgencias y los sanitarios ahuyentando a los enfermos. Éstos
van a un centro privado, aseguradora o curandero si tienen posibles y aguantan
si carecen de ellos o acuden a un barato,
tratando de paliar sus achaques de no haber muerto antes. En cualquier caso, unos y otros, aligeran las listas de espera beneficiando
a la seguridad social para que algún responsable lo anuncie a bombo y platillo y
lo celebre descorchando una botella de
cava. Mientras tanto, sin demora, se pagan los impuestos, que no esperan, y
sus recargos crujen con saña, para que, entre otras cosas, cobren puntualmente los
que tan primorosamente gestionan la sanidad jugando con la salud de la gente. Gente que, como no tiene otra cosa que
hacer, se entretiene en consultas y pasillos de hospitales, criticar la sanidad
y poner verde a políticos y mangantes.
Obsérvese que a los responsables
(políticos, gobernantes, dirigentes…) les importa un bledo lo que pasa, ya que no
guardan listas de espera y carecen de tales problemas; eso sí, reciben, (y lo
saben) una sarta de maldiciones de los que únicamente les queda la esperanza de
aguardar su bocao, que nunca llega o,
la mayor parte de las veces, olvidan.
Así que, desde estas líneas, sugiero a todos los votantes que anoten ya, el día
de las próximas elecciones y el nombre del partido político, responsable de
cuanto antecede en su comunidad, para que claven su dentellá no
votándolo y advirtiendo de su pésima gestión. Remediará, al menos en parte,
la injusticia que emplean con la salud de sus enfermos. Téngalo en cuenta, que
no es poco, y no crean en las promesas que hagan, ya que desatienden lo más esencial
para la vida: la salud.
Por cierto, yo ya lo hice y lo
anoté. ¡Qué los que mandan en CCLM
esperen sentados mi voto!
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