miércoles, 13 de febrero de 2019

DE LA ESPERA A LA AGRESIÓN


Los insultos emitidos públicamente por el señor Casado, el mandamás del P.P.,  alguien que se postula para ser el Presidente de Gobierno de España, lo descalifican para serlo. Entiendo que, al citado señor Casado, no se le escapa que uno recoge siempre lo que siembra y que es de imaginar que habrá previsto con sus palabras la rentabilidad presente (“calumnia que algo queda”) sobre el futuro que augura que “de aquellas tempestades estos lodos”.

Manifestaciones tan lamentables, cortoplacistas, muy enraizadas en los discursos políticos (quizás no de tan vehemente agresividad) carentes de verdad y juicio, proclives a enturbiar de ira nuestras vidas cotidianas y ajenas, por su furibunda explicación, a resolver los problemas nacionales, han de ser evitadas, al menos, por un sentido de impecable educación. Tal vez fueron tan fulminantes como los estudios exprés que, al parecer, cursó el nombrado y referido señor Casado. Tal vez, los citados agravios no fueran sino consecuencias de los restos atávicos de bestialidad de los que todavía conserva o de los que, en esta ocasión, no se ha podido librar. Ello es lógico cuando la mezcla de sus sentimientos, ignorancias y fantasías, aún no los ha superado y como un mantra los repite constantemente; es decir, su inteligencia permanece incipiente, próxima al instinto animal y que la mayoría de hombres reflexivos son capaces de superar.

Utilizar semejantes improperios contra el actual Presidente de Gobierno (señor Sánchez) denota que carece de medios para hacer cualquier clase de crítica con propiedad, salvo que considere que España es suya o le pertenece, cuando en realidad es de todos cuantos habitamos en ella. No me queda duda que, además de lo dicho, se trata de una actividad adaptada a lograr un fin; un juego peligroso que se volverá como un bumerán contra quien lo practique; una inconsciencia en el obrar o ¡mejor no pensarlo! un desarreglo mental.

“Sánchez es el mayor peligro para que los criadores de canarios tengan una buena camada”.
“Sánchez es el máximo problema de los agricultores para que saquen adelante sus productos”.

Se lazan frases sin contenido, como las anteriores, sin ningún tipo de prueba, argumento o responsabilidad por el mero hecho de hacer daño. A mi juicio, la política no es eso, es algo más. Ya va siendo hora de denunciar (a ver si nuestros políticos en general lo conciben) que las soflamas, hechas para aquellos que no tienen posibilidad de réplica, se dirigen a las fuentes de emoción de un público carente de conocimiento o a poco conducen, ya que de lo contrario no tendría sentido.

España es una nación civilizada, el territorio de un conjunto de habitantes diversos, con pensamientos distintos adquiridos por la educación recibida. No somos homogéneos por suerte y cada vez estamos mejor preparados para comprender el interés de unos y otros, así como de las diversas maneras de resolver los problemas, sin procrastinar como hizo Rajoy o despotricar como hace Casado.

Lo sensato sería que discutieran los miembros de los partidos elegidos que nos representan y una vez obtuvieran una conclusión (por mucho tiempo que tardaran) la dieran a conocer para el refrendo de la gente y, por parte del Ejecutivo, la llevaran a feliz término. Pero de ninguna manera a base de bravatas, calumnias o improperios. En realidad, el dialogo o mediante la fuerza son las únicas fórmulas para resolverlos y concluirlos. La primera más lenta que la segunda, pero con resultados inversamente proporcionales. Quienes abogan por la rapidez, quienes ladran e insultan, la única solución que apuntan es violenta. Baste pensar que a nadie nos gusta hacer las cosas por imposición, así que el dialogo siempre ha de imperar por muy intolerante que sea uno de los contertulios

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