sábado, 29 de febrero de 2020

ENRIQUECERSE CON LA BONDAD


A punto estaba de iniciarme en la elaboración de un compendio que desarrollara un proyecto social, político y económico, pensado bajo la perspectiva general del que ni Todo público, ni Todo privado, para un mejor desenvolvimiento de España, en beneficio de sus habitantes. Lo habría tratado de hacer con la mayor objetividad posible, aunque el pensamiento de nadie pueda ser absoluto y las buenas intenciones no resulten satisfactorias para todos. Sin embargo, he determinado concluir con el mismo y no seguir adelante, convencido de que solo hay una única cosa a realizar, la cual producirá los resultados que pretendía, pero con más y mejor consistencia, sin normas ni consejos.

A nivel propio, cada uno, conscientemente, ha de hacer lo que realmente entienda que es lo mejor. Es decir, por citar un ejemplo nimio, si alguien ve en el suelo un papel que supone suciedad, recójalo para depositarlo en  la papelera creada al efecto, sin esperar a que nadie lo haga aunque existan los barrenderos, o hágaselo saber a quien corresponda, para que lo eliminen.

Por supuesto que es loable aportar ideas, dar sugerencias a quienes (generalmente políticos) han de llevarlas a efecto mediante reglas o leyes, pero es mucho más importante ponerse en la piel del otro y no hacer aquello que a uno no le gustaría que hicieran.

Empecemos, pues, con carácter general,  cumpliendo con nuestro deber de persona física, con nuestra obligación ciudadana, con el propio bienestar que produce consumar el bien.

Es un planteamiento fácil, no así su desempeño.

El papel todo lo resiste y, en él, se puede verter lo que se quiera, siendo además conveniente la crítica, en especial, a los miembros poderosos (gobernantes,  políticos,  funcionarios…) que han de velar por el bien general.

Es una determinación la mía tomada, sobre todo, para lanzar el único mensaje ya implícito: hay que ser bueno consigo mismo que, de paso, lo será con los demás.

¡Es tan costoso! ¡Tan difícil!

No existe en el mundo ninguna persona igual a otra. Todas somos diferentes. Eso es importante, enriquecedor, lo que denota que no somos máquinas ni robots ni sólo materia sino que gozamos de alma, espíritu, algo inmaterial que nos hace padecer y disfrutar como toda energía sabe lograr. 

Sentimos frío o calor. Amor y desprecio. Somos humanos.

Leí, no hace mucho, la novela titulada El clan del oso cavernario de Jean M. Auel (que profusamente recomiendo) y comprendí que apenas si hemos cambiado en nuestro interior.

Es a nivel personal como pueden cambiar las cosas. Y cambiará la sociedad.

La sociedad asimilará la forma de actuar con el ejemplo individual, con el comportamiento de cada uno de nosotros, mucho antes que por la imposición, aunque se tome democráticamente. Este es pues mi Proyecto, el que, a partir de ahora, trataré de llevar a cabo aunque el esfuerzo sea titánico y, a veces, por razones que nadie más que uno puede entender, no pueda cumplir.

En nuestra literatura hay ejemplos para casi todo, como para casi toda situación existen refranes. No estará mal desempolvarlos e ir enriqueciéndonos de experiencias y con la bondad que nos aporten.

No hay comentarios:

Publicar un comentario