sábado, 20 de junio de 2020

FORJEMOS LA CONVIVENCIA


“Cuando apenas comenzaban a cicatrizarse las profundas y cancerosas llagas que abrieron el cuerpo político del Estado y los desastres revolucionarios de los años 1820-1823, y mis vasallos amados conseguían las ventajas de las importantes mejoras que a beneficio de la paz se han ido sucesivamente introduciendo de todas las ramas de la administración pública, vuelve la facción rebelde e incorregible, que tiene jurada la desolación de su Patria, a alarmar y conmover el Reino, asomando por las gargantas de nuestras fronteras de tierra y preparando incursiones por las de mar”. (Fernando VII Decreto 1º de octubre 1830).

¿Merecerá la pena saber que este Rey prohibió el hecho de gritar “Viva la Libertad”?

Debemos forjar una convivencia basada en no culpar al contrario.

Esto no va de disputas partidistas, ni de símbolos, colores o banderas (liberales, conservadores, socialistas, fascistas, comunistas…) ni tampoco de intuiciones, presagios o  de aquello que no requiera reflexión. El sentimiento, la experiencia y la memoria histórica han de considerarse sabiendo de antemano como acabaron sus actos. 

Unos usaron la desinformación, el odio y miedo para hacer suyo el sentir de las masas y eliminar a los otros. Los de a pie, siempre ocurre y causa pena, no aprenderemos lo suficiente para evitar un nuevo estalinismo o un cuarto Reich. Tales cosas sucederán si nos dejamos instrumentalizar, una y otra vez, por gente que vive de los miedos e incapacidades de los demás para resolver sus problemas. La historia nos demuestra que la dictadura, la radicalidad, la imposición, no los soluciona, sino que los agrava. Y aún peor, las mentes de nuestros niños vendrán a colorearse del color del vencedor, carente del espíritu crítico que la democracia alienta, dominadas por los pensamientos que el poder les imponga como aspecto normal y frecuente hasta que sean capaces de considerarlo.

Lo importante es crecer con un espíritu crítico propio. La práctica se irá potenciando en favor de la mayoría y del bien común. Y, sobre todo, con el absoluto convencimiento de que es el acuerdo el que nos beneficia, aunque a nadie satisfaga plenamente. El miedo y el descontento nos pueden llevar al enfrentamiento e, incluso, a la dictadura, caldo de cultivo para  sumir a la gente en las profundidades de una oscuridad aberrante, producto del pánico, el dogmatismo y la ignorancia.

“Antes de denunciar reconcíliate primero con tu vecino y este hará las paces contigo naturalmente, no sea que el juez, ante la acusación, no considere que aportas la verdad. Por eso no devolváis el mal por el mal, sino buscad lo que es noble ante todos los hombres” (San Mateo).

¿No será más aconsejable seguir la presente cita que la del rey con la que empecé la presente crónica?

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