sábado, 15 de agosto de 2020

NO MIRAR A OTRA PARTE

Hay que ser malas personas para augurar maldiciones a otros y beneficios para ellos mismos. Predicar sin dar ejemplo y  denigrar a los demás. Sí. Existen organismos importantes al frente de los cuales hay verdaderos expertos en la cuestión. 

Presagios que casi nunca se cumplen, pero que asustan y, entre entras cosas, realizando, sin responsabilidad, el trabajo que les toca hacer. Si aciertan se ponen las medallas; en caso contrario, si te he visto, no me acuerdo. Su nulo compromiso es manifiesto. Ejemplos vemos en declaraciones políticas tanto en el Congreso como en el Senado, en miembros de  Cámaras, Federaciones Sindicales, Banco de España, Centro Nacional de Inteligencia, Comisión del Mercado de Valores y… otros organismos.

Así que disfrutamos de una élite de personas que parecen ser inmunes al error. Ejecutivos que, gozando de sueldos escandalosos, se permiten, en un segundo plano, alertar a la gente que la clase media y baja mayoritaria, (económicamente hablando: pensionistas, funcionarios, trabajadores con salarios mínimos o rentas básicas), son los culpables de que el déficit se dispare, sin darse cuenta que son ellos, con sus altas remuneraciones (injustificables a todas luces), los que se las debían recortar para equilibrarlo.

Veamos, ciñéndonos a España, algo que acontece:

El salario mínimo está cifrado en 950 euros que por 14 pagas resultan 13300 euros al año. Lo que supone que, con tal cifra, ha de vivir una familia o un adulto, cuanto menos.

¿Cuánto ganan las educadas personas a las que nos referimos? Sencillamente unas 10 veces más. Pues bien, la economía es fácil: Los gastos no han de superar los ingresos. El desequilibrio no es porque los primeros, al ser muchos más que los segundos, deban de ingresar menos, sino porque éstos cobran en exceso, fuera de lo corriente.

No creo en la pobreza que tiende a la igualdad, sin embargo, sí en el esfuerzo y la honradez, en el ahorro y la inversión y, sobre todo, una vez que todo el mundo goce de un soporte vital, en la libertad que nos permita, en buena lid, alcanzar cualquier meta y las diferencias sean loables.

Lo segundo, no consiste en acudir a lo fácil y obviar el problema en su extensión limitando sueldos a la clase empobrecida o aumentando la Deuda nacional. Hay otras medidas y las cantidades fijas, no los porcentajes, logran  que las diferencias no se distancien cada vez más entre unos y otros.

Lo tercero,  me pregunto, es por qué no hablan y tratan la corrupción; los sueldos de los altos cargos o directivos de empresas públicas y privadas; las duplicidades de organismos y entes públicos; la cantidad de subvenciones y ayudas administrativas sin control; el gran número de asesores de los políticos; las comisiones que algunos se llevan sin comerlo ni beberlo, es decir, por la cara; las evasiones de capitales e impuestos; los dineros negros; las donaciones a  Iglesias, fundaciones, partidos, sindicatos…; las rebajas impositivas a empresas, especialmente a las de mayor tamaño; los gastos y gastos sin fundamento que, ni el más avezado, es capaz de enumerar. Pero no. Lo hacen fácil: impuestos contra los débiles.

¡Y se dicen economistas! Pues bien, piensen y cierren el grifo del agua que se escapa.

Por último, reconocer lo triste de la historia por la que el dinero llama a dinero, la pobreza a la pobreza, la educación a la educación, la ignorancia a la ignorancia y las víctimas, que son la mayoría, volverán a ser las mismas otra vez.

Invéntese la Ocupación. Con ella, y otras pequeñas medidas más, cabe remediar cuanto antecede y denunciamos. Es cuestión de acometerlo y no mirar a otra parte.

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