jueves, 22 de abril de 2021

LA POLÍTICA Y EL FÚTBOL

Son tantas y tan rápidas las informaciones las que actualmente surgen motivando el debate, la polémica  o la controversia, que las emociones de la gente se vislumbran alteradas a flor de piel con poco. Nada tan emotivo y profuso como el fútbol con el que uno se apasiona y divierte; nada tan patético y multitudinario como las doctrinas políticas que alteran, agitan e inquietan, aun sin haber efectuado, en ningún caso, una razonable reflexión.

Con motivo de las elecciones del próximo día cuatro de mayo en Madrid, se nos muestra un cartel que dice: “Un Mena 4.700 euros al mes. Tu abuela 426 euros de pensión al mes”.

Sea bulo o no, verdadero o no, alguna persona física o jurídica (posiblemente relacionada con la industria política) está interesada en comparar los costes que los españoles soportamos de un menor migrante con el de una viuda jubilada.

Cualquier ciudadano de a pie como yo, seguro que se preguntará:

¿Quién consintió en publicitarlo? ¿A qué viene tal comparación? ¿Qué interés busca con eso?

Dígalo el interesado. Y aclare su sueldo, sus privilegios y lo que aporta a la sociedad que le paga. No me equivoco si afirmo que sus ingresos mensuales no bajarán de los 8.000 euros.

¡Ya está bien!

La industria política establece sus propios sueldos y representa, según la opinión pública, un problema en lugar de una solución. Son arte y parte y cada uno de sus militantes arrima el ascua a su sardina, se cambian de chaqueta y se maldicen, aunque a ninguno de ellos sus quehaceres los mata.


Alguien, con el afán de ganar más dinero todavía, ideó la Liga de Súper Campeones de Fútbol.

A mucha gente le gustaría disfrutar con una súper liga. Pero, eso sí: los partidos deberían verse gratis en en las televisiones y acudir a los estadios a presenciarlos, no deberían ser tan gravosos.

Si alguien está acabando con el fútbol son los súper clubes que pagan y pagan cada vez más a los futbolistas, independientemente del corazón que tengan, convirtiéndoles en un lastre y en la pescadilla que se muerde la cola. Los directivos y representantes de clubs y organizaciones federativas y todas las cuadrillas de adláteres que circulan a su alrededor, al igual que muchos políticos, consideran que la libertad, la elección de decidir, consiste en disponer de dinero o poder para optar por lo que más les convenga. Algo que, además de no ser cierto, carece de final, dado que la codicia no tiene límites.  Y los mandamases lo tienen claro: a un hincha de medio pelo ni libertad, ni futbol, ni leches; mientras, para ellos, amorales y parásitos, pingues beneficios o fabulosos negocios fabricados desde las altas tribunas o los oscuros despachos.

Política y fútbol son emotivos y nobles. Sus industrias han de ser menos arrogantes para poder servir a la gente y, no al contrario, sirviéndose de ella. El fútbol como la política no consiste en ganar y ganar dinero. En el fondo son un mismo espectáculo, sin embargo, cuando la codicia les puede o se creen superiores,  merecen nuestro olvido y habrá que ponerles en su sitio a fin de que dejen de creer que, como en el Imperio de Roma, la chusma solo quiere pan y circo.

Me borraré de votar y de pagar por ver un partido: al fin de cuentas, no dejan de ser unos holgazanes engaños que nos conducen por el redil de sus descarados intereses.

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