En España apenas si se aportamos soluciones a
las dificultades y problemas. Se buscan culpables, cuando no se formulan
continuas críticas sin argumentación alguna.
Fijémonos en jueces, políticos, empresarios,
particulares que se atreven a realizar cualquier barbarie sin medir
consecuencias de antemano, sin importarles aquello que no sea su propio ombligo. Por esto, confiar en alguien resulta un acto de fe, un salto al vacío. Entre
otras cosas, porque somos poco dados a preguntarnos antes si lo que se dice y percibe
es verdadero, bondadoso o de utilidad como haría el filosofo Sócrates en uso a
su razón. Ya va siendo hora de pensar que caminamos erguidos, de comprender que
utilizamos herramientas complejas porque nuestro cerebro es mayor de lo que era, que los consensos son de vital importancia para un futuro que no precisa de guerras ni disputas sin sentido, cuando únicamente la paz y una equidistante razón entrambos, son los necesarios.
Sugiero, por tanto, que un programa económico,
político y social de actuaciones se discuta y concrete por hombres apropiados,
sabios y entendidos, para que el Gobierno,
democráticamente constituido, una vez elaborado, lo lleve a cabo al
margen de la ideología e ideas que sus hombres tengan y con las que pueda ser
complementado. Que se modifique sin miedo la carta magna, que se prescinda de
la hetero fobia (miedo al otro), evitando sucedáneos o trivialidades,
estableciendo afinidades en las diversas direcciones, sin preguntarse el porqué unos lo quieren u otros lo odian, el qué dirán o cómo actuaran los demás, siempre que
España no sea un Madrid que se ensancha y haya ciudades fuertes y libres en
concordia con los campos sanos, ricos y anticlericales que se identifiquen con
el bien general.
Y una cosa más, soy partidario de que sean los impuestos el medio legal para igualar las abismales diferencias económicas existentes, aún siendo consciente que ello es virtualmente imposible de momento y, más aún, cuando se han de regular los impuestos, no solo de las personas física sino también de las jurídicas. No obstante, y considerando que la vida de los humanos es lo más importante, la referida igualdad a la que aludo, ha de partir de la mínima renta necesaria para que una persona física pueda sobrevivir. Esto supone un concienzudo esfuerzo para desarrollar en qué consiste o cómo se concreta, más o menos parecido a la puesta en marcha del programa político (elaborado por un grupo de sabios que cito) conocido con anterioridad por los electores para que por él decidan sus votos.
Considerémoslo.
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