sábado, 17 de junio de 2023

EL PAN DE CADA DIA III

Hoy ya conocemos los resultados de las últimas votaciones para cubrir la mayoría de puestos políticos a regidores locales y autonómicos. Antes, se impartieron eslóganes y mensajes públicos a fin de cautivar al electorado. Unos, los que tocaron las fibras del espíritu nacional de la gente, fueron los que ganaron; otros, los que aludieron a las necesidades básicas, y que denomino El pan de cada día, perdieron. O sea, se votó con el alma y el corazón más que con juicio y razón. No cabe duda que las cosas importantes se asientan sobre fantasías, mentiras e ilusiones creadas en beneficio de quienes las crean.

La campaña discurrió con temas, frases y palabras sueltas concernientes a la sentimental idea de España y a la espiritualidad patriótica de los españoles (viva España, todo por la Patria, España una, grande y libre…) y menos a cuestiones precisas relativas a la vida diaria (salarios, trabajo, seguridad…). Es decir, lo patrio, intangible e inmaterial del momento, tuvo más peso,  influyendo más en los votantes, que lo cercano, tangible y material, común a todos ellos. Algo, por supuesto, achacable al mensaje nacional, emotivo y abstracto, percibido más vincular e intenso que la supervivencia concreta que une a los ciudadanos.

La democracia, esencialmente frágil, tolerante y de difícil reconocimiento, merecedora de todo respeto, nos permite pensar diferente y, por ello, como demócratas, nos felicitamos como no puede ser de otra manera.  Está claro que a los ciudadanos, ante las misivas expuestas en la campaña, les resultó más atractivo contestar a cuestiones emotivas (qué es España o qué clase de gente somos los españoles?) que a cosas concretas (cómo afecta  cada día una u otra política o cuál de ella resultará más beneficiosa para la clase más desfavorecida?).

Nos guste o no, la difusión permanente contra el gobierno por la oposición, desde su creación, hizo mella en la decisión ciudadana (“cuando el rio suena agua lleva”). No fue cuestión de suerte (que también), si no de una orientación, conducta y gestión para que el Gobierno de España administrara lo mejor posible y obtuviera buenos resultados que pueden cuantificarse y compararse con otros anteriores o con los países de nuestro entorno, dado que el ideal de cada uno de ellos, además de ser amantes de sus usos y costumbres, de sus identidades y otros aspectos, son los de vivir en paz, con salud, educación, trabajo, bienestar y, de ninguna manera, con guerras, conflictos, violencias y agresiones en las que todos pierden.

Me gusta el futbol. Me considero madridista y no por ello, ante otros equipos europeos, deseo que su eterno rival, el Barcelona, pierda. Sé que ninguno o muy pocos de los jugadores son españoles, pero ello no tiene que quitarme el sueño. Nada ha de pasar. Pero ojo a las emociones. Ojo, pues, a los mensajes de “Sánchez o España”, “derechos o derechas”, “Madrid o libertad”, “confianza o seguridad”... son subliminales,  engañosos y nada reales. Son como la publicidad que vemos: atrayentes, seductoras, no renunciables. Piénsese en lo que importa y afecta al día a día. Piénsese en el presente, el único tiempo que se vive; en lo que aportaremos a nuestros hijos y nietos y miremos el futuro de perfil, dejándolo para profecías y promesas que las interpreten los científicos y estadistas, ya que vale más pájaro en mano que ciento volando.

Sigamos confiando en los defensores de la democracia que no denigran a nadie. En el sistema democrático que sustenta valores de equidad (cada voto vale lo mismo) e igualdad de oportunidades para todos en una sociedad libre y justa. En todos los ciudadanos que habitan España, en las personas físicas y jurídicas que participan en el reparto proporcional de cargas y tributos, en base a la regulación de la riqueza y de las imperfecciones existentes.

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