¿Se han preguntado por qué los
partidos conservadores de derechas, beneficiando a los ricos y siendo los
votantes menos numerosos, ganan elecciones a los partidos moderados de
izquierdas, que favorecen a los pobres y son más numerosos?
Para mayor inri, en España, el
primero de los partidos citados vota en contra de: las subidas del salario
mínimo y general y de las pensiones en su totalidad; las ayudas a los necesitados;
reducir la jornada laboral y equiparar las rentas entre hombres y mujeres y
todo cuanto supone una mejora a la clase trabajadora y desfavorecida. Vota
también en favor de no subir impuestos a las grandes fortunas, ni a las que
obtienen descomunales beneficios, ni a los que reciben herencias incalculables,
sin querer equiparar las rentas del capital con las del trabajo, ni moderar los
sueldos entre unos y otros, primeros y últimos de una misma empresa que, a
veces, son ¡diez mil veces más! de diferencia.
Ricos y pobres son evitables,
aunque los primeros, al sentirse superiores, serían infelices sin los segundos.
No obstante, abogo por más clase media y la anulación de los pobres, ya que, a
estos, según dicen los primeros, no los quiere ni Dios. (Versículo propio,
capítulo III del panegírico teológico, católico, apostólico y romano V y otras
desviaciones religiosas, copiosas de fiestas y negocios).
Si eso es así, tal como explico
¿por qué la insistencia en rebajar impuestos?
Hay tres cimientos en la vida de
los humanos a proteger, por encima de toda diferencia: el sustento
(alimentación y cobijo), la educación (aprendizaje y ocupación) y la
sanidad (seguridad y conservación). Cada uno de estos pilares han de ser
respetados de igual manera por y para todas las personas, sin diferencia de
clase o condición, satisfechos y fortalecidos a través de los impuestos y no
por el negocio o la especulación. Mientras esto no exista, equiparando lo
público y lo privado, la armonía humana no podrá lograrse. Piense que las
diferencias surgen por la economía, por ajenas circunstancias y costumbres y
por las capacidades culturales existentes entre unos y otros, pero no por los
impuestos reglados, cuya prédica, tendente a su eliminación, es de subnormales que no
saben valorar lo que cuesta ganar el dinero, salvo honrosas excepciones,
ignorantes de lo que ello supondría.
Las pobres y desafortunadas personas no lo son porque Dios quiera, sino porque hay quienes se aprovechan de ellas abusando de su influencia y dominio; minusvalorando los trabajos y el tiempo de los demás; vistiendo sotanas, togas y uniformes; haciendo creer que el hábito si hace al monje, ufanándose de los votos conseguidos que les son otorgados; olvidando las enseñanzas heredadas de Cristo y, en definitiva, porque, sin carecer de dinero o poder, los desean con ahínco.
Si la política es la forma de
vivir de un pueblo, los humanos somos crédulos de mentiras miserables que
muchos listos nos las hacen creer para vivir ellos del cuento.
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