Hoy, si cabe, estoy más
convencido que nunca de poder afirmar que tanto lo público como lo privado son
compatibles con la mayor parte de la actividad social que desarrollamos. En
económica, compitiendo; en política, aunando voluntades; en otras, como la
seguridad, la educación, la sanidad y el cobijo, lo público ha de ser la
excelencia; ni que decir de la justicia y la igualdad de oportunidades.
Trataré de explicarme.
Bajo la idea de ánimo de lucro
funcionan las entidades privadas basándose en la oferta y la demanda, aunque
éstas, por si solas, no se armonicen el mercado existiendo, como existen,
poderes ocultos y sigilosos, oligárquicos e interesados, delictivos y ... No
obstante, bienvenida sea la libre competencia, el respeto por las ideas
personales, la toma de decisiones, el emprendimiento, las ganancias y otras
cuestiones de carácter lícito.
Por el bien común de todos, lo
público ha de equilibrar y regular el fiel de la balanza de aquello que lo
privado no nivela, o tarda en hacerlo, o no es de su competencia; en especial
las necesidades imprescindibles para la vida de los seres vivos como ya hemos
citado: sanidad, educación, seguridad, alimentación, vivienda y otros
indispensables para que los valores humanos, sus derechos y obligaciones
funcionen correctamente, pues son tan esenciales como la libertad y el respeto,
la responsabilidad e igualdad de oportunidades, la cooperación y el bienestar,
el desempeño de las leyes y otros.
Lo público, tengámoslo en cuenta,
es de todos. Lo privado es de uno o de unos pocos. Ni mejor ni peor. No cabe
insuflar o desinflar, prestigiar o desprestigiar lo uno o lo otro, ambas
cuestiones son ponderables por lo que, cada cual, con su criterio, abogará por
su interés personal y/o general, determinando sus preferencias sin que para
ello deba emplear la violencia, el engaño u otras prácticas indecentes.
Socialmente, en política y
economía, respetando la democracia, se deberá ir dando pasos para igualar
derechos y obligaciones en todos los sentidos. ¿Cómo? Habilitando consultas por
nuestros representantes políticos donde los representados pudiéramos aportar
ideas y sugerencias, preguntas y quejas u otras cuestiones que respondan a
asuntos como los que siguen o parecidos:
a)
¿Todos los españoles somos iguales ante la ley?
b)
¿Se podrían unificar los diferentes tribunales
existentes en uno solo?
c) ¿Por qué no eliminar cargos, títulos, prebendas,
aforamientos, privilegios… y revisar injusticias cometidas y resarcirlas, si es
el caso?
d) ¿Por qué no efectuar consultas a la gente sobre
temas decisivos y, con la mayoría de las respuestas, confeccionar un programa
para que se lleve a cabo por el Gobierno del Estado, las Autonomías, los
Municipios?
Recordemos que, ¡nuestros
gobernantes han de saberlo! el mercado y las rentas en manos de plataformas
digitales y en los más ricos y/o poderosos respectivamente, no aseguran ni
nuestro bienestar ni nuestra continuidad. La riqueza ha de distribuirse limitando
herencias y repartiendo dividendos por igual entre el capital y el trabajo,
pues las actuales diferencias económicas, tan abismales, nos conducirán a una
época feudal, eso sí, con tecnología de la que antes se carecía o, como diría
Yanis Varoufakis, nos han llevado al Tecno-Feudalismo.